miércoles, 26 de diciembre de 2012

La magia del teatro


La mala prensa que tiene la magia no es exclusiva de nuestro tiempo y Gregorio Doval aclara el origen de la cuestión.

Simón el Mago fue un sectario cristiano de origen judío, a quien se considera fundador del gnosticismo de raíz cristiana, que vivió en el siglo I y que aparece citado en los Hechos de los Apóstoles. Era un experto mago y fue convertido al cristianismo por las predicaciones de San Felipe. Poco después, fascinado por los milagros de San Juan y San Pedro, pretendió comprarles el don de realizar prodigios. De este intento, violentamente rechazado por los apóstoles, procede la palabra simonía, referida a la venta o compra deliberada de cosas espirituales, y especialmente de sacramentos, prebendas y demás beneficios sacerdotales. La Iglesia considera la simonía como un sacrilegio. Según la leyenda, Simón el Mago murió en Roma, estrellado contra el suelo cuando pretendía caminar por los aires.


En el predominio de una cultura que pretende ser  tan racional, la magia ha sido desacreditada. Cosa de niños, dicen unos; algo para pasar el rato, acotan otros. Los únicos que se salvan son los Reyes Magos a quienes durante los primeros años de vida se les otorga un papel protagónico pero que luego concluyen diluyéndose con la siempre triste noticia de que los Reyes son los padres. Y sabido es que los padres no hacen magia (aunque debería repensarse esta aseveración dado que existen muchas excepciones al respecto).

Una vida carente de magia se hace muy cuesta arriba por lo que es recomendable tener los sentidos muy atentos para poder descubrir y disfrutar los múltiples momentos mágicos que la vida ofrece en sus diversas facetas, aun en aquellas que a primera vista parecerían estar muy lejos de la magia.

Un ejemplo de ello lo constituye el teatro. Hay quienes afirman que una obra de teatro es buena si logra enseñar algo, en ese caso cumple la función del maestro. Dicen que es muy buena cuando además de enseñar logra entretener al auditorio, cumpliendo de esa manera la función del mago. Será excelente cuando, además de enseñar y de entretener, puede curar en algo al espectador que de esa forma sale de la función mucho mejor de lo que entró. En este caso la obra además de cumplir con la función del maestro y la del mago, también hace suya la tarea del médico.
Por poco que se sepa no es posible ignorar que los momentos mágicos llegan aun cuando las condiciones están lejos de ser las más adecuadas. Jorge Luis Borges, referido por Roberto Bolaño, ofrece una muestra de la magia que logra una obra de teatro.
Borges, que escribió obras maestras absolutas, ya lo explicó en cierta ocasión. La historia es así. Borges va al teatro a ver una representación de Macbeth. La traducción es infame, la puesta en escena es infame, los actores son infames, la escenografía es infame. Hasta las butacas del teatro son incomodísimas. Sin embargo, cuando se apagan las luces y comienza la obra, el espectador, Borges uno de ellos, vuelve a sumergirse en el destino de aquellos seres que atraviesan el tiempo y vuelve a temblar con aquello que a falta de una palabra mejor llamaremos magia.

No son pocas las ocasiones en que también los actores deben hacer magia y con frecuencia la limitación de recursos es un aliciente para ello; al respecto cuenta Rafael Courtoisie

En una tragedia de Shakespeare los sobrevivientes de un naufragio que acaban de ponerse a salvo comparecen en escena completamente secos. El autor hace que se interroguen (y así, indirectamente, interroguen al público) acerca del prodigio. El prodigio se comunica y se hace evidente.
Entre las miles de páginas de exégesis que se escribieron sobre La tempestad, y sobre el punto en particular, algunos investigadores dieron con una explicación razonable, obvia: en el teatro isabelino resultaba demasiado costoso y molesto empapar la ropa de los actores y volverla a secar o cambiarla para cada función.
Los náufragos secos de La tempestad son un buen ejemplo de lo que hace el arte y el arte aun mayor de la necesidad.
Si se mira con atención un prodigio, detrás se descubre una necesidad. Oculta en cada milagro hay una razón imperiosa.

Pero no solo el dramaturgo y los actores hacen magia, también la hacen los espectadores que al iniciar la función aceptan las reglas del juego y regresan a la credulidad de sus primeros años de vida, cuando los Reyes Magos no eran los padres. Ahora Esteban Peicovich quien cita a Jorge Luis Borges.

Creo con Coleridge que "la fe poética es la suspensión voluntaria de la incredulidad". Por ejemplo, si asistimos a una representación de teatro, sabemos que en el escenario hay hombres disfrazados que repiten las palabras de Shakespeare, de Ibsen o de Pirandello que les han puesto en la boca. Pero nosotros aceptamos que esos hombres no son disfrazados; que ese hombre disfrazado que monologa lentamente en las antesalas de la venganza es realmente el Príncipe de Dinamarca, Hamlet; nos abandonamos a eso.


De esta manera, gracias al aporte de dramaturgos, actores y espectadores se construye la magia del teatro.

martes, 18 de diciembre de 2012

¡Hágase a usted mismo!


Hay quienes se pasean por esta vida con una suficiencia propia de otra especie. Se trata de aquellos que se lo deben todo a sí mismos. Una de sus frases preferidas es “No le debo nada a nadie, todo me lo he ganado por mí mismo…” y aquí sigue un choro inacabable y autocomplaciente que admite variaciones como “gracias a mi esfuerzo”, “a mi inventiva”, “a mi tesón y perseverancia” (podrán decir en caso de ser personas mayores), etc. Germán Dehesa saca filo a las palabras cuando a ellos se refiere.

“¡A mí nadie me ha regalado nada!” Famosas y altivas palabras de esos personajes tenuemente patéticos que se sienten en la necesidad de aclarar públicamente que todo eso que han logrado en la vida (que nunca es mucho) es el exclusivo resultado de sus enormes esfuerzos, de su tenaz voluntad y de su preclara inteligencia. Hasta dan ternura estas pobrecitas almas empachadas con su ego.

Asimismo, y tomando la dirección contraria, Dehesa expone una larga lista de deudas lo que le permite pintar su raya respecto a este nutrido grupo de exitosos autohechos.

Sin ánimo de polemizar con estos “triunfadores”, (…) al filo de los sesenta años, yo con estricta justicia puedo decir que el misterio, la genética y mi país me lo han regalado todos y que mi único mérito en la vida, si alguno tengo, es haber hecho mi mejor esfuerzo para darle un buen uso a esos regalos. (…)
Recibí la vida, tan terrible y tan hermosa; recibí una nacionalidad que probablemente es la más dramática y la más divertida del planeta (es un alto honor ser  un desmadroso profesional); recibí la salud, que nos llena de luz y la enfermedad que trae mensajes desde la tiniebla; recibí una cabeza y un corazón, que rastrean tercamente los caminos de la felicidad; mi país me obsequió esa educación universitaria que hoy me permite ser gente entre la gente; recibí el amor que de tiempo en tiempo me permite disolver mi cuerpo en otro cuerpo y hace posible que mi espíritu vuele con cuatro alas; he sido regalado también con cuatro hijos que se han esforzado en darme una buena educación; reconozco igualmente el gratuito estímulo de unos cuantos enemigos que acicatean mi voluntad y mi imaginación (…)

Entre tantos regalos inmerecidos y que mueven a gratitud, Germán Dehesa se detiene en uno de ellos: la amistad.

“La amistad es lluvia de flores preciosas” dijeron los poetas tezcocanos. El resto de nuestra historia ha sido un constante aval de esta afirmación: en nuestro país de flores, la mejor flor, la más constante, la más lozana, ha sido la amistad. No en balde el español de México percibe como insuficiente la palabra “amigo” y en su habla cotidiana prefiere decir “cuate”. Cuate es una voz de origen náhuatl que significa hermano gemelo y así, entre nosotros, el amigo es un hermano, un semejante, un igual, un partícipe de nuestra sangre.

No cabe duda de que tenemos muchos motivos para estar agradecidos con Dios (podrán decir las personas de fe), la vida, la familia, los amigos, el país, las circunstancias, el azar, etc.

Por último, sería conveniente que aquellos que fueron picados por el bicho de la suficiencia no olvidaran lo señalado por Ramón Gómez de la Serna. Al oír que dice el bruto: “Yo solo me he hecho a mí mismo”, pensamos en lo mal escultor que ha sido.
                                                                                      

jueves, 13 de diciembre de 2012

¿A dónde fueron a dar los ideales de ayer?


Son pocas, muy pocas, las personas a las que el poder sienta bien, siendo que por lo general sucede lo contrario. Hay quienes al ocupar puestos jerárquicos olvidan sus reivindicaciones de años atrás; están los que aceptando su cuota-parte de privilegios y canonjías, en ese mismo acto quedan imposibilitados de denunciar la corrupción de la que forman parte y pasan a alimentar los espesos silencios de la complicidad; no faltan quienes se distancian tanto de la realidad que terminan por desconocer la situación de quienes dicen servir; y la lista sería inacabable.

Y más allá de miradas ingenuas, y por supuesto que sin desconocer sus potenciales logros, los cambios revolucionarios también implican grandes riesgos. El problema de algunas revoluciones es que en determinado momento se hacen gobierno lo que les lleva a descubrir que fue más fácil hacerlas que mantenerlas fieles a sus principios. Tal vez por ello, dice S. B. Kopp, “(Albert) Camus ha señalado que el revolucionario de hoy debe transformarse en el hereje de mañana si no quiere ser el opresor del futuro”.

La Revolución Mexicana no estuvo a salvo de estos riesgos, de allí que Héctor de Mauleón aluda a los “militares que bajaban del caballo para subirse al auto; la Revolución que dejaba el aguardiente para acceder al coñac”. Seguramente esto lo intuyó el capitán Trujillo de acuerdo al relato de Leopoldo Zincunegui.

(…) el famoso capitán Trujillo, de las fuerzas del general Diéguez, en cierta ocasión se presentó a su Jefe indicándole que pensaba marcharse para su tierra.
-Pero hombre –le dijo Diéguez en tono paternal- ¿qué pasó contigo? ¿Es que no te gusta andar en la bola?
-¡No, Jefe! no es que no me guste el “borlotito”, pero la verdad es que esto no tuvo chiste... ¡Ya esta Revolución degeneró en Gobierno!

Por otra parte el paso del tiempo hace su obra por lo que  no falta quien sostenga, con buena dosis de cinismo o ironía, que ser revolucionario es una enfermedad de juventud que se cura con el paso del tiempo. Aun cuando existen notables excepciones, por lo general el pensamiento se va esclerotizando y las ideas radicales se tornan gradualistas; en este contexto, Rafael Solana pregunta en un artículo de prensa publicado en 1983:

¿Son tantos años cincuenta que no hayan podido sobrevivirlos la mayoría de aquellos jóvenes liberales, tan llenos de entusiasmo, que con fervor escuchábamos las clases de don Vicente Lombardo Toledano, las muy pocas veces que iba a dárnoslas, que leíamos a Marx, a Lenin, a Rosa de Luxemburgo, cuando Mao todavía dormía en el seno de lo que está por ser. (…) ¿Acaso nos enfriamos, o nos desencantamos, o nos desizquierdizamos?

Se escuchan ofertas.

jueves, 6 de diciembre de 2012

Homenaje a la Aspirina

Con el paso del tiempo se convirtió en un clásico y para formar parte de tan selecto grupo además de vencer al tiempo también tuvo que desafiar al espacio. Sus orígenes, de acuerdo con Homero Alsina Thevenet, se encuentran en las postrimerías del siglo XIX.


1899 – La aspirina es introducida en el mercado por la firma Bayer AG, de Leverkusen, Alemania. El nombre registrado designa a un producto químico ("ácido acetilsalicílico") que se había ya sintetizado en laboratorios alemanes en 1853, pero transcurrieron cuarenta años antes de que la firma Bayer pudiera obtener el producto en forma adecuada a su uso terapéutico. Inicialmente la aspirina se vendía solamente en polvo y con receta médica, especialmente para dolores de cabeza. La misma firma Bayer comenzó a comercializarla en tabletas en 1915 y desde entonces la aspirina generó abundantes imitaciones en todo el mundo.

Aun cuando de aquellos entonces a la fecha se han alcanzado innumerables avances en el campo de las ciencias médicas, esta tableta de 500 mg mantiene su juvenil lozanía y nada hace pensar que pudiera llegar a descontinuarse. A este respecto, en una nota de prensa, Joserra afirma que: “A pesar de ser anterior a La interpretación de los sueños de Freud, a la penicilina y a la anestesia; a pesar de los productos con efectos similares contra el dolor y mucho más gentiles con el aparato digestivo; (…) la aspirina sigue tan vigente en la era de la computación global como en cualquier otra.”

Goza de simpatía a nivel popular por diversas razones: su precio es relativamente accesible, “sirve para todo” dicen unos, “una al día es buena para el corazón” afirman otros. Aun cuando no falta quien exprese algún reparo como que “no es bueno exagerar ya que en dosis elevadas puede llegar a tener severos efectos colaterales”, no cabe duda que la evaluación global le resulta ampliamente favorable. Y por si fuera poco además de sus usos medicinales, de acuerdo con el mismo Joserra, la aspirina se presta tanto para la metáfora como para el chiste.

No está por demás recordar que a los usos ortodoxos de la pastilla, se han sumado otros que van desde el poético –como en la quizá demasiado popular metáfora nalgas de aspirina- hasta el de estimulante para el estudio o el trabajo –mezclada con cocacola en la receta local, con vino tinto en la versión española- pasando por el de agente de lo chistoso: el método anticonceptivo más efectivo es una aspirina… entre las rodillas.
Si prestamos atención a este chiste, nos encontramos que desnuda el sustrato que ha vuelto tan importantes las aspirinas para el hombre del siglo XX: su naturaleza a un tiempo accesible y panaceica. La efectividad del chiste no sólo radica en sus mecanismos habituales de humor sorpresivo, sino a la convicción generalizada a nivel inconsciente de que las aspirinas sirven para todo.


Todos tenemos algún familiar, amigo o conocido que forma parte de la categoría de aspirinodependientes, aquellos que mejoran cualquier síntoma físico, psicológico o espiritual con su sola ingesta por lo que podrán olvidar en su casa la billetera pero jamás el blitz de color plateado y verde.

Pero aun hay quienes logran ascender y pasan a integrar el “club de amigos de la Aspirina”, compuesto por quienes en muestra de agradecimiento, aprovechan toda ocasión –mediante la evocación de una larga lista de notables beneficios- para recomendar a propios y ajenos su uso frecuente. Cabe agregar que esta labor la realizan con una vehemencia y convicción que ya quisieran ver muchos grupos políticos o religiosos en sus seguidores.