jueves, 27 de agosto de 2015

En un mundo de muros


El entorno actual presenta problemas de difícil solución. El “orden económico” ha hecho todo lo posible para que exista una injusta y desigual distribución del ingreso, que alcanza niveles escandalosos, tanto al interior de un país como en el (des)concierto de las naciones. En el primer caso los efectos tienen que ver con convulsiones internas que se manifiestan en un amplio espectro que va desde revoluciones puntuales hasta el clima de inseguridad y violencia estructural que ya se ha hecho habitual. Mientras que el segundo da origen a grandes movimientos migratorios: es inevitable que quienes no encuentran condiciones dignas de vida en sus lugares de origen procuren llegar a zonas de bienestar que, por su parte, multiplican los obstáculos para frenar su arribo.
 
 
Muchas son las personas, de todas edades, que mueren ahogadas en su intento por llegar a Europa o por la inseguridad (narcotráfico, corrupción de autoridades, maras, traficantes de personas, etc.) imperante durante su tránsito inevitable por México para llegar a los Estados Unidos. Hay quienes resultan mutilados por accidentes sufridos en el trayecto del tren conocido como La Bestia. Es necesario reconocer que en todos lados existen grupos solidarios con los migrantes y en el caso de México “Las Patronas” son ejemplo de ello.
 
 
En el mejor de los casos, al llegar a destino comienza la otra historia: evitar la expulsión ya que, como se ha reiterado en múltiples ocasiones, el sistema valida el libre tránsito de mercancías y capitales pero no de personas.
 
 
Ryszard Kapuscinski, alguien que mucho sabía de este tema debido a su trabajo periodístico por muy diversos rumbos, decía que básicamente existen tres opciones al momento del encuentro con “los otros”: violencia manifiesta (cuando se busca eliminarlos), aislamiento (no se quiere tener nada que ver con ellos) o la convivencia (el diálogo, la integración). En cuanto a lo migratorio predomina el aislamiento que se expresa en la construcción de muros, procedimientos de las autoridades migratorias que violan los derechos humanos, requisitos burocráticos de difícil cumplimiento, etc.
 
 
En estos días la cuestión migratoria se hace presente frecuentemente a través de situaciones terribles, inhumanitarias, que se convierten en habituales. Hace ya un tiempo Manuel Rivas se refería a este tema.
 
 
La mejor forma de localizar a los “sin papeles”, se dirá, es pedirles los papeles a los que tienen pinta de no tenerlos. Es una lógica implacable, pero también es una mierda de lógica. Significa aceptar lo inaceptable: el estigma. Tú que tienes esa piel, ese acento, esos ojos, ese andar, sólo por eso, tú eres más sospechoso que ese otro. Tus rasgos, ése es tu problema. ¡Cómo no entender el sueño de aquel muchacho ecuatoriano que una noche nos confió: “Me gustaría ser invisible”! (...)
En las fronteras, en los controles, en las vallas electrificadas, en los litorales donde arriban los seres invisibles está muy clara la cuestión de la identidad europea. Se trata de tener o no un pasaporte, una visa, un permiso. Un puto papel. Es eso, un simple documento, lo que puede hacer que una persona sea, en la misma playa, un turista bronceándose o un cadáver arrojado por el mar.
Es la gran cuestión de nuestro tiempo, que Europa lleva con gran esquizofrenia. Se quiere “mano de obra”, pero llegan personas. Este asunto, lo que en los informes asépticos llaman los “flujos migratorios”, sabemos que es delicado e inflamable.
 
 
De acuerdo con este mismo autor la esperanza reside en los niños que cuentan con muchos más recursos que los adultos a la hora de integrar al “otro”.
 
 
En un extraordinario librito de conversaciones con su hija, Le racisme expliqué á ma fille, dice Tahar Ben Jelloun que no hay mejor discurso contra la xenofobia que las palabras de un niño a otro en la escuela. Unos minutos de juego en el patio pueden echar abajo todo el muro de prejuicios levantando durante siglos por los adultos.
 
 
La discriminación ha estado presente a lo largo de la historia adquiriendo diversas facetas tanto en el tiempo como en el espacio de que se trate. Román Gubern narra una situación esclarecedora, en tanto crítico de cine en tiempos del franquismo, de la imposibilidad que tiene quien asume una actitud discriminatoria para comprender a quien actúa en forma solidaria.
 
 
Yo era corresponsal en Barcelona de la revista madrileña Nuestro Cine, que era de hecho un portavoz oficioso de la política cultural comunista, aunque ni su director (Ángel Ezcurra) ni su subdirector (José Monleón) fuesen militantes, sino compañeros de viaje. (...) Colaborando en Nuestro Cine sufrí los flagelos de la censura, habituales en la época: a raíz de un comentario a Shadows, de Casavettes, en que criticaba las prácticas racistas en la sociedad norteamericana, el censor de turno preguntó irritado a Monleón: “¿Este Gubern es negro?”
 
 
Ojalá que en estos tiempos se escuchen múltiples nombres y apellidos que antecedan a la pregunta “… ¿es migrante?”  Así como que sean muchos quienes descubran que no es necesario ser migrante para luchar por la defensa de sus derechos.
 
 
¡Así sea!

martes, 25 de agosto de 2015

Sexualidad, canas al aire y calvicie


Hubo un tiempo (que no hay que buscar en el pasado remoto) en que el sexo fue tema prohibido. Para ilustrar el punto, Germán Dehesa sostenía que él había nacido antes que el sexo se inventara, porque ni en su casa ni en la escuela había escuchado que se hablara de ello… Los efectos negativos fueron de consideración, y en algunos casos irreparables, aunque no faltó quien –como Perich- se tomara el asunto con humor: “Yo, la verdad, hubiera preferido que me educaran sexualmente a que me enseñaran logaritmos. Porque de los logaritmos hago tan poco uso.”

Desde el punto de vista religioso se puso énfasis en la enorme carga culpígena que implicaba la sexualidad; a ello se refiere Joaquín Antonio Peñalosa

(…) la conciencia de muchos sobrevaloró la fornicación de tal manera que se la juzgó no sólo como el pecado más grave, sino casi como el único. De suerte que hay por ahí un ejército de creyentes que jamás se duelen de explotar al prójimo, ni se arrepienten de escamotear el salario mínimo, ni se confiesan de robar honras ajenas. Pecadillos sin importancia al lado de la lujuria. Los pecados "sociales" apenas son cualquier cosa, los pecados sexuales, ésos sí son los meros buenos. Con lo que estas almas pías reducen los diez de la ley de Dios al "sexto" mandamiento.

Y todo esto en el marco de sociedades machistas en las que se valoraba de muy distinta manera el comportamiento de mujeres y varones al extremo de que, según Peñalosa, existían diferentes tablas de la ley.

Lo que en el hombre es cana al aire, en la mujer es calvicie. Lo que en el hombre es aventura; en la mujer, desventura. En el monte Sinaí de los mexicanos, hay dos tablas de la ley. La benigna, la flexible, la perdonadora se escribió para los varones. La rigurosa, la exigente, la condenatoria, está dedicada a las mujeres.

Llegados a este punto, conviene anotar que Joaquín Antonio Peñalosa, autor insustituible y citado con mucha frecuencia en este blog, sabía de lo que hablaba dado que fue un sacerdote potosino sumamente reconocido, tanto por su vida eclesial como por haber sido un destacado académico de la lengua.


Aun cuando en muchos medios se mantiene este estado de cosas, en relativamente pocos años el lugar que ocupa la sexualidad ha venido cambiando en forma significativa: de lo prohibido a lo promocionado; de lo escondido a lo exhibido, tan es así que para Félix de Azúa “el sexo, el turismo y el deporte son hoy los constituyentes del sentido de la existencia”. No se puede desconocer el papel fundamental que desempeñaron en esta transformación movimientos sociales como el de los estudiantes en los sesentas y el de la liberación femenina.


Pero tampoco conviene obviar lo que pudo haber en todo esto de intencionalidad política, de jugada premeditada por parte de los poderosos; a ello alude el mismo Félix de Azúa: “Un asesor de Nixon dijo en una reunión, y se conservan las grabaciones, que para calmar las protestas por la Guerra de Vietnam la solución era poner a la gente a follar inmediatamente. Y lo hicieron. Ahora estamos en un punto en que el sexo es una enorme industria que ha tomado la calle (…)” Hubo autores que observaron estas transformaciones y en algunos casos establecieron una correspondencia entre libertad sexual y despolitización de los jóvenes. Cuando en 1969 Max Aub –citado por Yolanda Rinaldi- regresa a España luego de treinta años de ausencia, anota: “Los españoles han perdido la idea de libertad… los jóvenes lo único que quieren es viajar […] beben, fuman mariguana, hacen el amor… ya dije que los Beatles son los padres de la Iglesia de nuestro tiempo y John Lennon su profeta.”


En este nuevo entorno los aspectos relacionados con la vida sexual de las personas ocupan cada vez más lugar en los medios de comunicación: detalles de la vida íntima de personajes conocidos, consejos para las parejas, test para medir el desempeño de cada quien, etc. Es así que entre los indicadores que permiten valorar el éxito social, la sexualidad pasó a ocupar un sitio relevante y no es ajeno a ello el esfuerzo realizado por la industria farmacéutica para que mujeres y hombres lleguen al final de su vida manteniendo una activa vida sexual.  Sin embargo, no a todos resulta atractiva esa propuesta y un ejemplo de ello es el testimonio de Luis Buñuel

De modo particular durante los últimos años, he comprobado la progresiva y, finalmente, total desaparición de mi instinto sexual, incluso en sueños. Me alegro, pues me parece haberme liberado de un tirano. Si se me apareciera Mefistófeles, para proponerme recobrar eso que se ha dado en llamar virilidad, le contestaría: “No, muchas gracias, no me interesa; pero fortaléceme el hígado y los pulmones, para que pueda seguir bebiendo y fumando.”

Así las cosas respecto a la negociación que con Mefistófeles hubiera intentado entablar el célebre director cinematográfico.

jueves, 20 de agosto de 2015

Remedios para el insomnio


Cuando se hace presente, la noche se vuelve interminable. En algunos casos la imposibilidad de conciliar el sueño viene motivada por una problemática específica por la que se está atravesando. Se trata de los insomnios justificados: como no alcanza el día se emplea la noche en devanarse los sesos pensando posibles soluciones o flagelarse anticipando eventuales efectos negativos (que a medida que pasan las horas se agravan en forma considerable).

Pero también están los insomnios de a gratis –también llamados crónicos-, son aquellos en que quien lo sufre no pasa por ninguna dificultad concreta, más allá de la imposibilidad de dormir. En los casos extremos se trata de personas sumamente exitosas, admiradas (e incluso envidiadas) por sus notables logros familiares, profesionales, comerciales, etc.

También están los insomnios ausentes. Con ellos nos referimos a los que deberían acosar a quienes se han conducido de mala manera por lo que han causado daños de gran magnitud a otros. Uno se consuela pensando que estos personajes seguramente no pueden pegar los ojos en toda la noche, cercados por su mala conciencia. Sin embargo, no son pocos aquellos que duermen como lirones ante su conciencia ausente, adormecida o sobornada.

Por otra parte hay sueños muy parecidos al insomnio; Luis Ignacio Helguera da cuenta de ello. “Soñé que no podía dormir, y que al fin me dormía y soñaba que no podía dormir. Desperté exhausto.

A los insomnes su cara los delata, viven cansados y amenazan con dormirse en los lugares más insólitos. Los hay vergonzantes que eluden hablar del tema pero también están aquellos para quienes es su único tema de conversación. Estos últimos se organizan en una especie de hermandad en la que comparten infinidad de remedios caseros que por lo general, dicho sea de paso, son muy poco efectivos. Ana María Shua, citada por Leo Maslíah, comenta sus investigaciones en relación al insomnio.         

Consulto textos hindúes y textos universitarios, textos poéticos y textos medievales, textos pornográficos y textos encuadernados. Cotejo, elimino hojarasca, evito reiteraciones. Descubro, en total, 327 formas de combatir el insomnio. Imposible transmitirlas: su descripción es tan aburrida que nadie podría permanecer despierto más allá de la primera.

Por su parte Groucho Marx alude al ya tradicional método -cuyo inventor se desconoce- de intentar dormirse contando ovejas.

Muchas personas consiguen un buen descanso nocturno contando ovejas. Si es posible, se aconseja tener las ovejas en el dormitorio. Sin embargo, si eres alérgico a la lana (…), puedes también cortejar el sueño contando panteras. Desde luego, siempre existe el peligro de que las panteras te devoren, pero si se sufre insomnio esto es verdaderamente lo mejor que te puede ocurrir.


En tiempos recientes entre las alternativas que procuran derrotar al insomnio, ha hecho su aparición la musicoterapia. Cabe aclarar que no constituye mayor novedad ya que, sin ese nombre dominguero, esta estrategia –según Carl Honoré- data de antaño.
 

Utilizar la música adrede para sosegarse no es una idea nueva. En 1742, el conde Kaiserling, entonces embajador ruso ante la corte de Sajonia, encargó a Bach que escribiera una composición para ayudarlo a vencer el insomnio. El compositor creó las Variaciones Goldberg.
 

Y nos quedamos con la duda, debido a  que Honoré no aclara el punto, si esta composición de Bach le permitió al conde Kaiserling dormir a pata suelta.
 

Finalmente están los insomnios alegres, aquellos provocados por una gran alegría que no cesa en el interior de la persona aunque la noche haya avanzado. Ivan Illich, citado por Ramón Vera Herrera, proporciona un ejemplo de ello.
                                                                                 

Paulo Freire, educador brasileño exiliado, demostró que se puede enseñar a leer y escribir en seis semanas a un 15 por ciento de los alumnos analfabetos de un pueblo, con menos de lo que cuesta tener un niño en la escuela durante un año.
Freire hace que su equipo prepare para la comunidad con que se va a trabajar una lista de palabras profundamente significativas y que fácilmente se convierten en foco de controversia política. Las sesiones se centran en torno al análisis de esas palabras (...) Nunca olvidaré una noche pasada con uno de esos grupos de campesinos hambrientos. Fue en Sergipe a comienzos de 1964. Un hombre se levantó; luchó por encontrar las palabras y luego expuso brevemente el argumento que trató de elaborar (...) “Anoche no pude dormir... porque anoche escribí mi nombre... y comprendí que yo soy yo... que quiere decir que nosotros somos responsables”.

                                                          
Por cierto, ¡muy buenas noches!

martes, 18 de agosto de 2015

Licenciados y maistros


El hecho no se limita a México, pero está claro que aquí los títulos adquieren gran relevancia. En este mismo espacio, ya nos hemos referido a los (in) justos títulos
La diferencia de prestigio atribuida al trabajo intelectual y al manual suele ser muy grande, por lo que quienes se desempeñan en uno u otro ámbito reciben un trato muy desigual.
 
Según Eduardo Galeano fue hasta 1783 cuando el rey de España decretó que los oficios manuales no eran deshonrosos.
 
Hasta entonces, no merecían el trato de don quienes hubieran vivido o vivieran del trabajo de sus manos, ni quienes tuvieran padre, madre o abuelos dedicados a oficios bajos y viles. 
Desempeñaban oficios bajos y viles
los que trabajaban la tierra,
los que trabajaban la piedra,
los que trabajaban la madera,
los que vendían al por menor,
los sastres,
los barberos,
los especieros
y los zapateros.
Estos seres degradados pagaban impuestos.
En cambio, estaban exentos de impuestos
los militares,
los nobles
y los curas.

Hasta la fecha el trato de “don” únicamente es dispensado a quienes se encuentran en situación de privilegio, sea por razones políticas, religiosas, económicas, intelectuales, etc. Santiago Ramírez profundiza en el tema
 
(…) Existe otro hecho llamativo (…) y encuentra sus raíces en la identificación entre el trabajo manual y lo indio. El español consideraba despectivos para su Don, cualquier clase de labor manual o de trabajo mecánico. Por ello es excepcional que en México se designe por su nombre de oficio a una multitud de personas. El chauffer, el conductor de tranvías, el mesero, y otras múltiples calificaciones de artesanía no pueden utilizarse para dirigirse directamente a una persona. No se le puede decir al mesero: "oiga mesero", ni al plomero: "oiga plomero". Cuando se trata de oficios económicos considerados como propios de "pelados", a la persona que los profesa es menester llamarla: "señor" o "maestro". En otros países no existe este tipo de pudor y delicadeza; en ellos, todos los inmigrantes tuvieron que trabajar, el oficio no adquirió una connotación despectiva, no se discriminó. Recuerdo impresionado la ocasión que estando en el extranjero, una persona que llamaba a la puerta se anunciaba como el "cloaquero". En otras culturas un oficio no adquiere la calidad despectiva que nominativamente tiene entre nosotros. Esto no es genérico en todas las actividades, no se  eluden los calificativos profesionales considerados como “decentes”; en este caso la suplantación del título: “doctor”, “licenciado”, etc., por el de “señor”, a la inversa de lo que acontecía en el caso anterior, tiene una connotación agresiva.

A este respecto José Pérez precisa que “maestro es el hombre dedicado a la enseñanza, y maistro es el oficial artesano de cualquier oficio”.
 
Es evidente que quien sea identificado como “licenciado”, o aún más “el señor licenciado”, ocupará un lugar social relevante. Con ese título por delante se abrirán las puertas, se reducirán las esperas e incluso se contará con mayores posibilidades de ser eximido del cumplimiento de la ley porque –tal como afirma Jorge Ibargüengoitia- “un albañil borracho y un licenciado borracho, serán iguales a los ojos de Dios, pero no a los de la policía”.

¡Usted no sabe con quién está hablando!

jueves, 13 de agosto de 2015

Destinatario equivocado


A don Pío Baroja no le temblaba el pulso a la hora de expresar sus opiniones. Y eso también ocurría al trazar el perfil de los personajes con que se cruzaba en la vida, tal como aconteció con Nicolás Estévanez.

Don Nicolás, ex ministro de la República Española del 73, era hombre simpático y alegre, un poco terco y arbitrario.
Había sido un revolucionario y quería seguir siéndolo.
Tenía una mentalidad un tanto rectilínea, la mentalidad clásica del hombre de acción, del rebelde.

Seguramente esa terquedad y mentalidad rectilínea que advertía en Estévanez la explicaba por su persistencia en seguir siendo revolucionario. Para Pío Baroja no era posible ser revolucionario al llegar a la vejez (lo que por aquellos entonces situaba en los cuarenta años), dado que “(…) el hombre que tiene más de cuarenta o de cincuenta años no es revolucionario más que de nombre. El viejo es biológicamente conservador, quiera o no quiera.”

A partir de lo singular Baroja arriba a consideraciones generales, siempre orientadas por su muy radical manera de ver las cosas. “Buscar en un revolucionario el ideario completo del intelectual lector de Nietzsche o de Bergson es una contradicción psicológica. El que tenga los recovecos del pensamiento, del filósofo, no podrá ser un político ni un hombre de partido.” Aclarado el punto, retoma la caracterización del personaje.

Don Nicolás era rectilíneo y muy de su época. Yo le conocí a principios del siglo [XX] en París. Pérez Galdós me dio una carta para que le visitara. (…)
Estévanez, que podía haber sido en España capitán general, vivía pobremente, como un completo bohemio, de traductor.
-Yo puedo vivir como un árabe –solía decir.
Efectivamente, no gastaba nada en cosas superfluas; no tenía necesidades.

De esta manera Pío Baroja no nos deja dudas en cuanto a que estamos frente a un hombre íntegro, honesto y congruente que no cedió ante las tentaciones del poder. Pero sabido es que la vida no siempre es justa, lo que puede corroborarse una vez más en el hecho siguiente.

Un día me contó:
-Hoy, al cruzar el jardín de Luxemburgo, se me ha acercado un pobre a pedirme limosna. No llevaba yo dinero y no he podido darle nada. Entonces él me ha dicho amenazadoramente: “Ah, sale bourgeois! La revolution s’approche!”

Concluye Pío Baroja. “Era verdaderamente cómica la amenaza de la proximidad de la revolución hecha por el mendigo a aquel hombre que se había sacrificado por ella.”

martes, 11 de agosto de 2015

Heberto Castillo y Luis Villoro, taqueros.


Los tiempos han cambiado y actualmente hay prominentes militantes de izquierda a quienes se les dan muy bien los negocios. Hay experiencias que indican que antes no sucedía así. En exquisita y emocionada crónica, Juan Villoro evoca las circunstancias en que su padre -el destacado filósofo Luis Villoro- junto al Ing. Heberto Castillo se convirtieron en emprendedores impulsando su propio negocio en el rubro gastronómico.

El impulso de modificar la realidad llegaba a Heberto antes que los planes. Ese entusiasmo lo llevó a fundar un negocio con mi padre. El punto de partida fue nacionalista: “Nada es más nuestro que los tacos”, dijo Heberto en forma incontrovertible. Luego explicó que en la cárcel de Lecumberri había compartido crujía con unos taqueros de excelencia. Ellos ya habían sido liberados y necesitaban trabajo. El PMT (Partido Mexicano de los Trabajadores) estaba falto de recursos y la taquería podía ser la base de una plataforma económica para transformar el país. A mi padre esto no sólo le pareció lógico sino urgente.
Heberto nos reunió en un jardín a probar los tacos de sus amigos. Fue el que más comió, contando anécdotas de cada ingrediente. Mi padre lo escuchaba sin decir palabra. Rara vez habla en las reuniones, así es que esto nos pareció normal. Pero sus ojos tenían la concentración del que observa la realidad como algo discernible, clasificable, sujeto a explicación. Finalmente se decidió a opinar: los tacos eran magníficos, pero le parecían iconoclastas. Tenía razón. No había tacos al pastor, ni al carbón, ni quesos fundidos. Todos eran tacos de guisados: tinga, rajas con mole, chicharrón en salsa verde…
Heterodoxo incorregible, Heberto declaró que ésa sería nuestra ventaja: la taquería revolucionaria debía ser distinta.

Ambos luchadores sociales debatieron con vehemencia sus diversos puntos de vista que, en tanto socios, tenían acerca del negocio.

Aunque el asunto tiene visos cómicos, ahí cristalizaron dos maneras sumamente serias de abordar lo real. Mi padre se esforzaba por interpretar el menú como un catálogo razonado y Heberto por convertirlo en una forma de la acción. El teórico y el líder discutían de tacos. Ganó el líder y unos meses después se inauguró La Casita, en la esquina de Pilares y Avenida Coyoacán, siendo mi padre el socio inversionista.

Cual buen hijo, Juan Villoro quiso contribuir al éxito de la taquería de su padre; sus afanes fueron en vano.

Corrían los últimos años setenta y yo trabajaba en Radio Educación, que estaba a unas cuadras. Extendí mi militancia a la promoción de la taquería y llevé ahí a los compañeros de la emisora. Recuerdo su decepción al ver la carta: “¡Puros tacos de guisado!”, dijeron. Les expliqué que eso era revolucionario, pero no quisieron regresar.

Así los resultados obtenidos en el negocio estaban muy lejos de ser los esperados lo que –de acuerdo al relato de Juan Villoro- Heberto Castillo atribuía al dogmatismo de la militancia.

La Casita fue un fracaso. “No es posible que los izquierdistas sean tan dogmáticos”, se quejaba Heberto, incapaz de entender que un militante dispuesto a cambiar el mundo prefiriera un convencional taco de costilla en vez de uno de arroz con papa.

Por su parte, Luis Villoro no aceptaba darse por vencido ante los primeros obstáculos que se presentaron y se manifestó dispuesto a doblar la apuesta, siempre que se hicieran los ajustes necesarios que el profundo análisis de la realidad imponía.

Mi padre invitó a Heberto a una de sus sesiones privadas de Comité Central, sacó la libreta en la que anotaba la orden del día y un ejemplar de El capital (apuntaba sus gastos en la cuarta de forros). En presencia de sus hijos, comentó que estaba dispuesto a poner el patrimonio familiar al servicio de la causa obrera, pero eso no excluía la autocrítica: había que cambiar de taqueros.
Como siempre, Heberto encontró una solución un poco loca: incluir a un parrillero que no había estado en Lecumberri pero rebanaba la carne como si ameritara la máxima sentencia. Los tacos de guisado podían coexistir con el trompo de pastor.

Aquel intento de conciliación entre las distintas corrientes taqueras no fue nada fácil, tal como sucedió según Juan Villoro en la vida política.

Esta cohabitación llevó a luchas intestinas y a la fragmentación de las tendencias en la taquería. La Casita no prefiguraba el futuro del México igualitario, sino de los partidos de izquierda.
La desunión interna ocurrió justo cuando el PMT, el PST y el PCM hablaban de fusionarse. Heberto criticaba a los comunistas por usar la hoz y el martillo y proponía el machete y el nopal, símbolos nuestros. Aunque pasaría a la historia por su renuncia a favor del ingeniero Cárdenas, Heberto fue duro en esa fase de la discusión. Mi padre le envió una carta memorable en la que, con todo el dolor de su corazón, le quitaba la taquería.

A la hora de evaluar aquel emprendimiento Juan Villoro acepta su fracaso parcial pero deja abierta la puerta que conduce a la esperanza.

La Casita es hoy El Hostal de los Quesos, bastión de exitosos tacos conservadores.
Heberto Castillo y mi padre lucharon por cambiar el mundo con toda clase de ocurrencias. No hay pruebas definitivas de que lo hayan logrado. Pero tampoco hay pruebas en contra.
La realidad es heterodoxa.

Y al concluir la transcripción de esta crónica de Juan Villoro, no es posible dejar de pensar: ¡qué falta hacen luchadores de la integridad de don Luis y don Heberto en estos momentos!

jueves, 6 de agosto de 2015

Singulares peregrinos


Hacerse al camino con la intención de lograr el enriquecimiento espiritual es  tradición de larga data. Una de las rutas más importantes es la del camino de Santiago, recorrido por todo tipo de personas en cuanto a edad, condición social, ocupación, etc. Entre tantos peregrinos, hubo uno muy especial cuya apariencia distaba mucho de poder ser caracterizada como especialmente atildada; en relación a él, afirma Gerardo de la Concha

A San Benito Labre, el vagabundo, los piojos le formaban una especie de corona. (…) Este San Benito, quien como un acto de desapego no se bañaba, merodeaba por los templos de la Provenza y su prédica, precedida por su fama de santidad —y la susodicha corona piojosa— era motivo de arrepentimientos y conversiones entre quienes lo escuchaban a pesar de su figura andrajosa (…)

Pero al mismo tiempo seguramente no deben haber faltado quienes al ver el aspecto desagradable de aquel hombre -nacido en Améttes el 26 de marzo de 1748- percibieran la ausencia de Dios. A ellos responde Camilo José Cela

Ese hombre –suele decirse ante el desvalido– va dejado de la mano de Dios. Se acierta, sí, cuando tal se dice y cuando, ingenua y reverenciosamente, se toma la mano de Dios por el próvido cuerno de la abundancia. Pero sucede que los designios de Dios –los modos que tiene Dios de dar la mano– son infinitos como las arenas de la mar, innúmeros, como no llegan a serlo, siendo tantas, las mismas arenas de la mar.
Aquel hombre desvalido, Benito José Labre, no iba dejado, sino guiado por la mano de Dios, conducido por su andadura clemente y amorosa, providencial y tierna. (…)
Si los vagabundos tuviéramos un santo patrono, Benito José Labre lo sería. Con alas en los pies, Benito José Labre devoraba las leguas y los caminos en busca de la huella de Dios, que en todas partes se presenta.

Tiempo después el poeta mendicante Germain Nouveau (1851-1920) peregrinó por esos mismos senderos y según Álvaro Cunqueiro las distancias idiomáticas no fueron obstáculo para que compartiera sus versos.

Y hablando de tantos y tantos peregrinos de Santiago, llegamos a un poeta francés de este siglo, quien hizo noche, y lo contó, en Triacastela. Se llamó el poeta, que lo era alegre, imaginativo y sentimental, Germain Nouveau. Le gustaba mendigar a las puertas de las iglesias de Provenza, y su parva lo era de pan, queso y aceitunas. Antes de beber el vino de allá, se solazaba con su color, haciendo pasar el sol por él. Y de vez en cuando se ponía en camino, y peregrinaba a los santuarios marianos de Francia, a Rocamador y a Sainte-Foi de Conques, y a Orleans, que está en el país del Loira, como Charles Péguy. Y un año cualquiera decidió acercarse a Compostela, y un día, muriendo septiembre, llegó, en medio de la lluvia y del viento, a dormir a Triacastela, y halló posada en una casa de labriegos. Sentado, al fuego, tras la cena de caldo y tocino con cachelos, bebiendo a pocos una copita de aguardiente de Portomarín –el más bravo de los gallegos, porque las vides nacen donde están enterrados los caballeros del Temple y de Malta-, y viendo amistad en los ojos azules de aquella gente gótica, comenzó a recitar versos suyos en lengua francesa, y Germain Nouveau aseguró que aquellos labriegos, que solamente hablaban gallego, le entendieron todo. Parte del mérito corresponderá a la poesía humana y musical de Germain Nouveau, y parte a que el camino de Santiago tiene -podía servidor dar varios ejemplos- el don de lenguas.

Cunqueiro no dice cuáles fueron esos versos; quizás hayan sido algunos en los que se refiere al amor

No temo a los reveses del destino,
a nada temo, ni a la tortura,
ni a las mordeduras de serpiente,
ni a los cálices de veneno,
ni a los ladrones que huyen del día
o a sus subordinados cómplices,
si amo.

Dios los crea y el camino los junta por lo que no puede sorprender a nadie que San Benito Labre se haya convertido en inspiración y modelo de vida para el poeta Germain Nouveau.

Tal vez sea hora de oficializar el nombramiento de San Benito Labre como protector de los vagabundos, que de tan carenciados parece que ni patrono tienen.

martes, 4 de agosto de 2015

Ladrones viejos


En una nota de prensa de la semana pasada (julio de 2015) se informa de la detención -por los rumbos de Tepito y bajo la acusación de robo- de El Carrizos, conocido personaje que fuera en el año 2008 uno de los principales protagonistas de la película Ladrones viejos. En un artículo publicado en octubre de ese año, Agustín Salgado daba cuenta de su vida.
En la década de los 70, Efraín Alcaraz Montes de Oca, El Carrizos, robó en los domicilios de Luis Echeverría y José López Portillo. Antes ya había hurtado en el domicilio de Ernesto P. Uruchurtu.
Se dice que “acordaba” sus detenciones con los comandantes que estaban bajo el mando de Arturo El Negro Durazo. Estuvo preso en Lecumberri y es conocido como El Rey de los Zorreros.
Se convirtió en leyenda y, como tal, debutó en febrero de este año en el cine.
“No robé a quien no tenía; sólo quité un trozo a los que les sobraba. Mi lema era: roba sin herir a nadie”, aseguró El Carrizos al cineasta Everardo González, director del documental Ladrones viejos: las leyendas del artegio.

Pero para cuando Salgado publicó su artículo, El Carrizos nuevamente se encontraba en apuros.

Ayer, la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF) presentó al legendario ladrón. Alcaraz Montes de Oca volvió a delinquir, pero en esta ocasión el domicilio no fue el de un político o de un célebre jugador de futbol –pues se asegura que también robó en las casas de Manuel Negrete y Hugo Sánchez–, sino que se introdujo en un hogar ubicado en la colonia Pradera, de la delegación Gustavo A. Madero. Se le acusa de haber intentado robar herramienta.
“Esta vez no hice nada. Por mis manos pasaron todo tipo de joyas. ¿Qué iba yo a robar de ese lugar? Dicen que me llevé unas llaves españolas”, esgrimió al ser presentado por las autoridades de la PGJDF.
El ladrón, de 66 años de edad, fue detenido por el vecino al que iba a robar. Congruente con su lema, se entregó al verse sorprendido. Sin embargo, la procuraduría capitalina lo consignará por “robo con violencia”, pues dicen que amagó a la víctima con un desarmador. (...)
Alcaraz Montes de Oca, quien hace alrededor de año y medio obtuvo su boleta de libertad del Reclusorio Sur, está ahora en el área de ingreso del Reclusorio Norte. Tiene hijos profesionistas, pero ningún familiar se ha presentado para conocer de su situación. (...)
Ésta es la quinta ocasión en que es encarcelado, y ayer, antes de ser trasladado al Reclusorio Norte, acusó que hasta el momento no le han pagado por su participación en el documental Ladrones viejos.

Es así que El Carrizos integra como miembro distinguido la categoría de quienes dedicándose al robo no dejan de conducirse con un código ético que descarta todo uso de violencia. Asume que su trabajo es “limpio y profesional” y le desagrada profundamente que lo confundan tanto con aquellos integrantes de su gremio que hacen uso de violencia como con quienes roban a quienes de por sí nada tienen.

El tiempo había transcurrido y Alcaraz Montes de Oca gozaba de libertad pero ahora leemos que nuevamente se encuentra en problemas. Contaba Clara G. García que “entre las muchas anécdotas que rodean la vida de este personaje está el hecho de que se había colocado un diamante que adornaba uno de sus incisivos; era su seguro, para pagar su libertad cuando fuera detenido”.

¿Será que el diamante no fue suficiente para evitar esta nueva detención o que ya lo había hipotecado en algún evento previo?