viernes, 15 de junio de 2012

Juego limpio



 Fue a mediados de abril cuando una noticia concitó la atención de la sociedad española: el rey Juan Carlos de Borbón debió ser operado de urgencia debido a la lesión ocasionada por una caída mientras participaba en una expedición de caza de elefantes en Botsuana. Lo que en un principio pudo parecer un simple rumor mal intencionado, poco después tuvo su confirmación. Rann Safaris, empresa que organiza cacerías de elefantes en Botsuana, publicaba en su página web una foto del rey Juan Carlos en una de esas expediciones, en la que se encuentra junto a Jeff Rann, responsable de la empresa, ante un elefante abatido.

Periódicos, revistas, radio y televisión dedicaron importantes espacios a difundir y comentar tal acontecimiento. Las críticas se multiplicaron haciendo evidente que ya no rige el viejo principio de que la prensa no se mete en asuntos propios de la corona.

Un sector de la sociedad criticó particularmente el hecho de que don Juan Carlos anduviera dilapidando recursos (solamente el permiso de caza podría haber costado alrededor de 30.000 euros) cuando España atraviesa la crisis económica más severa en muchos años.

Otros enfocaron sus cuestionamientos hacia la flagrante contradicción del rey que por una parte participa y colabora con muchas organizaciones ecologistas y por la otra disfruta de la caza de elefantes como mero pasatiempo o actividad de entretenimiento.

No faltaron tampoco quienes subrayaron que dadas las circunstancias de que la familia real (por cierto, ¿las otras son virtuales?) enfrenta una serie de problemas internos, el momento eras el menos propicio para que el rey dejara su casa para ir de caza.

Si no fuera mala paradoja se podría decir que en esta ocasión el monarca, tan prudente en otras circunstancias, se condujo como elefante en cristalería. Prueba de que las críticas estuvieron muy bien dirigidas fue que pocos días después el rey debió pedir disculpas en la forma clásica apta para todas las edades y circunstancias: "Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir".

Sin dejar de reconocer la sensatez de las críticas anteriormente enunciadas, quisiera proponer otro cuestionamiento. Desconozco la manera en que se condujo don Juan Carlos pero existe una larga tradición que cuando los poderosos van de caza, o pesca, soportan mal la frustración por lo que sus asistentes deben tomar todos los recaudos necesarios para que el regreso jamás sea con las manos vacías.

Tal fue el caso del dictador Francisco Franco y es nada menos que Miguel Gila, quien años después se convirtiera en reconocido humorista, quien da testimonio de ello.
(…) Franco se enteró de que existía un pez de río al que llamaban lucio, del que decían que era muy bravo y difícil de pescar, y dio la orden para que en el río Tajo, a su paso por Aranjuez, se echaran millares de alevines de lucio; pero la impaciencia del Caudillo por pescar aquel pez de río, motivó que ordenara que se utilizaran lucios traídos de no sé dónde, ya de un tamaño considerable. Alguien, con el deseo de hacer feliz al Caudillo, mandó acotar el río con unas redes metálicas en unos dos kilómetros, de manera que los lucios no podían salir de aquella prisión. Y así, cuando el Caudillo iba a la pesca del lucio le aconsejaban que lo hiciera en aquel lugar.

Sacaba cantidades fabulosas.

Gila tuvo la oportunidad de experimentar la satisfacción de semejante éxito en el arte de la caña y el anzuelo. Sin embargo, pronto se aburrió. “Peliche y yo nos hicimos muy amigos de Mariano, el guarda encargado de vigilar el coto. Mariano nos avisaba el día que el Caudillo no iba de pesca y nos daba permiso para que pescáramos nosotros, pero era tal la cantidad y la facilidad con que sacábamos los lucios que llegamos a aburrirnos.” Pasaron los años y Miguel Gila se vio obligado a emigrar como tantos otros españoles. Cierto día una nota de prensa lo regresó al tema. En agosto de 1966, viviendo ya en Argentina leí una noticia publicada en España, en la que se decía que el Caudillo había pescado una ballena de veinticinco toneladas, y treinta y seis ballenas dos semanas más tarde. Me acordé de los lucios y pensé: ‘Eso es que en el Cantábrico le han hecho un coto para pescar ballenas’.”

De ninguna manera cuento con pruebas que me permitan sostener que el rey Juan Carlos se conduce en la caza con las mismas mañas que lo hiciera “el tío Paco” en la pesca, pero no puedo dejar de transcribir un artículo de prensa firmado por Ana Anabitarte y publicado en El Universal el 10 de junio.
(…) En el año 2006 (…) los medios de comunicación rusos (…) publicaron que el rey había matado a “un bondadoso y alegre oso llamado Mitrofán” que era mantenido en un centro turístico de un pueblo.
Varios diarios relataron que Mitrofán había sido encerrado en una jaula y conducido al lugar de la caza, donde “lo emborracharon con abundante vodka mezclado con miel y le obligaron a salir al campo convertido en un blanco fácil” para el monarca, que “lo abatió de un tiro”.
En España fueron dos los periódicos que se atrevieron a publicar la noticia. El Mundo fue el que la desveló. El País la desmintió citando fuentes de la Casa Real.

En fin, sin desconocer la experticia de don Juan Carlos en cuestiones de caza (que es ampliamente reconocida) la duda en este caso también queda sembrada: que si los asistentes “entregaron” al elefante, que si lo tenían atado, que si era un animal muy viejo e incapaz de defenderse, etc.
Ilustración Margarita Nava


Cabe destacar que en estos temas se cuenta con la versión “oficial” que no es posible contrastar; esto lo tenía muy claro Loqman en una de sus fábulas a la que refiere Jean-Claude Carrière.
Loqman cuenta en sus fábulas que un día un hombre se encontró a un león. Los dos entablaron una discusión sobre sus respectivos trabajos, y el león se jactó de su fuerza y su impetuosidad, que aseguraba incomparables.
En aquel momento pasaron frente a una pintura que representaba a un hombre estrangulando a un león con las manos.
El hombre se echó a reír señalando la pintura.
-Ah –dijo el animal-, si hubiese leones pintores…

En fin, tal vez sea conveniente pregonar que quienes tienen afición por actividades de caza debieran conducirse con el lema que promueve la FIFA en sus torneos: juego limpio. Y que el mismo aplicara sin restricciones o cortapisas también para los poderosos que ya sabemos cómo se las gastan.




1 comentario:

Ros-Suleikha dijo...

Lo opuesto a Theodore Roosevelt, quien en una gira por Ohio fue invitado a cazar osos, encontrando un osezno joven, sus acompañantes de modo servil lo animaban a que lo matara, pero él sintió que era indigno aprovecharse de tanta ventaja y compadecido del joven oso lo dejó ir. De ahí salió la usanza del juguete"Teddy Bear"