Muchos son los
politólogos y estudiosos en diversos rubros que señalan que los lineamientos
predominantes en el mundo actual conducen a una catástrofe de grandes
dimensiones. Y sin necesidad de hacer pronósticos a futuro, diversas realidades
del mundo actual han encendido las alarmas en temas tales como: desigual
distribución de la riqueza, corrupción, impunidad, descuido de la naturaleza,
desnutrición, discriminación, consumismo; pequeña muestra de problemas contemporáneos.
No obstante
estos exhortos, el rumbo de los acontecimientos no parece haber cambiado en
forma significativa y de allí que haya quienes sostengan que los poderosos (aquellos
que al decir de la canción tienen la sartén por el mango y el mango también) se
comportan como los músicos del Titanic. ¿Qué es lo que se quiere decir con
ello? Héctor Zimmerman aclara la cuestión.
Cuando una catástrofe amenaza a un
grupo de personas que no hacen nada por impedirla, se dice a veces en forma
irónica que se comportan como los músicos del Titanic. La expresión evoca el hundimiento de esa gigantesca y lujosa
nave de pasajeros ocurrido en las primeras horas del 15 de abril de 1912.
Proclamado por sus armadores como un barco que "ni el mismo Dios podía
hundir", el Titanic rozó un
témpano y se fue a pique en poco tiempo. Mientras el pasaje trataba desesperadamente
de encontrar lugar en los insuficientes botes salvavidas, la orquesta de a
bordo continuó tocando como lo había hecho durante el baile previo al
accidente. Y no paró de ejecutar música ligera hasta que el oleaje cubrió la
cubierta. La frase "actuar como los músicos del Titanic" ha quedado como metáfora para calificar la conducta
heroica, pero obstinada y sin sentido, de quienes persisten en algo que es urgente
abandonar. Señala de paso una actitud de caprichosa negación de la realidad: empeñarse
en prolongar la despreocupación o el pasatiempo mientras todo muestra a las
claras que la situación es muy grave.
Es por ello
que con frecuencia se recuerde a los poderosos de turno lo que sucedió con el
Titanic como forma de invitarlos a que modifiquen el rumbo con que se conducen
y las consecuencias que con ello provocan. Cabe acotar, respecto a lo señalado
por Zimmerman, que la actitud de los músicos del concierto del sistema actual,
nada tiene de “heroico” y mucho de “obstinado y sin sentido”. Es posible concluir
que los poderosos en turno suelen hacer caso omiso a estos llamamientos
mientras siguen entonando las mismas melodías, conduciéndose con el también
histórico principio de “después de mí, el diluvio”. En otra ocasión, nos
referiremos al origen de esta expresión.
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