jueves, 28 de abril de 2016

¿Conformarse con uno mismo?


¿No es desgastante vivir siempre anhelando ser quien no se es? ¿Habría que aceptar y/o resignarse a los aspectos más permanentes de la propia forma de ser? ¿Qué tanto podemos cambiar?
En relación a estas preguntas, así como para tantas otras, no hay consenso. No sólo diferentes personas tienen puntos de vista opuestos sino que uno mismo puede cambiar de opinión en diversos momentos de su vida. Se trata de uno de los tantos temas desfondados que están llamados a permanecer y que a pesar de su vejez gozan de plena lozanía.
¿Es posible dejar de ser el que somos para ser otro? ¿No será mejor convivir en paz con los propios aciertos y limitaciones? En su libro El último encuentro, Sándor Márai encara la cuestión por medio de uno de los protagonistas de la novela. Son las palabras que el general le dirige a Konrad:
(…) Pero en el fondo de tu alma habitaba una emoción convulsa, un deseo constante, el deseo de ser diferente de lo que eras. Es la mayor tragedia con que el destino puede castigar a una persona. El deseo de ser diferentes de quienes somos: no puede latir otro deseo más doloroso en el corazón humano. Porque la vida no se puede soportar de otra manera que sabiendo que nos conformamos con lo que significamos para nosotros mismos y para el mundo. Tenemos que conformarnos con lo que somos, y ser conscientes de que a cambio de esta sabiduría no recibiremos ningún galardón de la vida: no nos pondrán ninguna condecoración por saber y aceptar que somos vanidosos, egoístas, calvos y tripudos; no, hemos de saber que por nada de eso recibiremos galardones ni condecoraciones.
Prosigue el discurso del general quien ya no sólo habla de conformarse sino de soportarse; allí estaría la sabiduría para vivir en paz.
Tenemos que soportarlo, éste es el único secreto. Tenemos que soportar nuestro carácter y nuestro temperamento, ya que sus fallos, egoísmos y ansias no los podrán cambiar ni nuestras experiencias ni nuestra comprensión.  Tenemos que soportar que nuestros deseos no siempre tengan repercusión en el mundo. Tenemos que soportar que las personas que amamos no siempre nos amen, o que no nos amen como nos gustaría. Tenemos que soportar las traiciones y las infidelidades, y lo más difícil de todo: que una persona en concreto sea superior a nosotros, por sus cualidades morales o intelectuales.
Y concluye el general: “Esto es lo que he aprendido en setenta y cinco años de vida (…)”

3 comentarios:

Chino dijo...

Me parece lamentable. Una cosa es aceptarse y otra conformarse con ser mediocre y no tener el deseo de ser mejor, queno es otro, sino conocer las propias capacidades y ponerlas por obra. ¿cómo llegó a general ese general?
como llega a ser un buen médico un médico o un buen escritor un escritor si no se exige ser mejor? CAMBIEMOS!!!!
cHINO

Unknown dijo...

Totalmente de acuerdo con el Chino.
Aceptarse como es para ser mejor. Lo mejor que pueda ser.
No para tener galardones, aplausos, y besos sino para ser feliz.
En la medida que somos mejores, servimos mejor a los otros y somos más felices.

Unknown dijo...

Entiendo por completo el punto de vista del autor; hay aspectos que si se pueden mejorar pero también hay cosas que no desaparecen , me hubiese gustado tanto ser más alto para proyectar respeto automático , ser joven de nuevo en una época donde preguntarle a Google es mejor que tener un padre que no tiene puta idea de dirigir una vida, ir por el camino de lo real y no de lo fantasioso - religioso (que lamentablemente se hereda y es una gran pérdida de tiempo); si definitivamente hay que soportar, el aguante como dice la canción