martes, 4 de octubre de 2016

Saludar con sombrero propio


Al momento de encontrar o despedir a alguien existen muy diversas maneras de saludarse. De acuerdo con el diccionario son formas de cortesía y amabilidad que expresan interés y consideración, tal como lo sugiere la palabra: desear que el otro goce de salud.

Una parte del saludo tiene que ver con lo no verbal: apretón de manos; abrazo; uno, dos, tres o … besos en la mejilla, la boca, la frente; dar la mano, luego un abrazo, volver al apretón de manos; hacer un complejo y largo juego de dedos, mano, codos, pecho, etc. como acostumbran algunos jóvenes; frotar narices como dicen acontece por otros rumbos; sacarse el sombrero; agitar la mano o un pañuelo; bendecirse y tantos etcéteras.

Los saludos también se manifiestan con palabras que han ido cambiando en el transcurso del tiempo, tal como lo comenta Homero Alsina Thevenet

En épocas más gentiles y menos ateas, los seres humanos se despedían entre sí con la frase "A Dios te encomiendo". Con el paso de los siglos tuvieron menos tiempo de conversar, así que abreviaron la frase a su comienzo, diciendo "A Dios..." y después "adiós". Esto ocurrió no sólo en español sino también en francés e italiano, que promulgaron así las palabras "Adieu" y "Addio".
En inglés ocurrió algo similar pero menos conocido. La frase original era "Dios sea contigo", dicha como "God Be With You". Después fue abreviada a "Goodbye". Cuando los ingleses y norteamericanos tienen poco tiempo, la abrevian aun más, a "Goodby", tesis que el diccionario Webster’s convalida.

Hay personas –así como también acontece con ciertos pueblos- que son más saludadoras e incluso llegan a extremos como el citado por Noel Clarasó.

[Anatole] France iba un día por la calle, pasó un entierro y él se quitó el sombrero. Un amigo que le vio, le dijo:
-Me gustaría saber a quién ha saludado. A los curas es de suponer que no, puesto que no sois partidario; a los enterradores es de suponer que tampoco, puesto que no les conocéis; y al muerto es de suponer que tampoco, puesto que está muerto y no os puede devolver el saludo. ¿A quién saludaba, si se puede saber?
-He saludado a la muerte, y la saludo siempre que la veo. Me gusta estar bien con aquellos que un día u otro, fatalmente, serán mis compañeros.

También existen saludos por encargo que responden al dicho habitual de “ahí me lo saludas” (no confundir con el albur que con otra entonación recurre a las mismas palabras) como el que narra Juan José Arreola.

El barco, me dijeron, partía en unos días, de modo que mi salida de París fue muy precipitada. Pude hacer ya muy pocas cosas. Por ejemplo, mi padre me había pedido que fuera a Los Inválidos, para visitar en su nombre la tumba de Napoleón. Mi padre lo admiraba, y yo recuerdo mucho un libro que él tenía y que ilustraba a Napoleón en su lecho de muerte en la isla de Santa Elena y, a un lado, la muerte que le tendía los brazos. Por la premura, tuve que tomar un taxi a Los Inválidos y pedirle al taxista que me esperara unos minutos. Corrí al sepulcro y, frente al cenotafio, bajo la cúpula gigantesca, tuve un recuerdo para mi padre. Creo que incluso me santigüé. Señor Napoleón Bonaparte, Felipe Arreola Mendoza, de Zapotlán el Grande, Jalisco, le manda a usted sus saludos y homenajes y reza por mis labios una oración. Salí corriendo.

Sin pretender agotar el tema, ¡ni mucho menos!, algunos saludos de carácter religioso son: “Paz y Bien” (Franciscanos), “(…) que Dios guarde por muchos años. Amén”. (Artemio de Valle-Arizpe); “señor que tenga buena tarde y que Dios lo acompañe” (un taxista); “y, como usted dice, ‘que Dios nos proteja en todo y siempre’. Amén” (Clarice Lispector); “que la bendición del Dios de la Vida nos acompañe y guarde. Brille la Luz en nuestras opciones” (Mauro Morelli); “que Dios los bendiga y se curen pronto” (al despedirse una señora se dirige a todos los que están en la sala de espera del consultorio médico). Y en este mismo rubro están –entre tantos otros- los clásicos: “¡Dios nos bendiga!”, “¡que Dios lo acompañe!”, “¡vaya con Dios!”, “¡sea por Dios!”, “¡hasta mañana si Dios quiere!”, “¡que Dios me los bendiga!”, etc. Cierta ocasión en una Central Camionera dos conductores se despedían con el siguiente intercambio:

-¡Que tengan muy buen viaje!
-¡Eso espero!
-Con la decisión del Primerísimo es suficiente para que así sea.

En el ámbito laico además de los saludos habituales existen otros que tienen perfil propio; veamos algunos: “¡salud y fortuna!” (León Felipe); “deseo que en tanto volvamos a vernos, gocen ustedes de cabal salud” o “que entre tanto gocen ustedes de todos los privilegios de la vida” (Ernesto de la Peña); “que larga vida tenga y yo la vea” (dicho popular); “goce puerto el navegante y de salud el enfermo” (dicho popular); “suerte, buen viento y buena caza” (Arturo Pérez-Reverte); “hasta luego y ¡qué se alivie!” (señora se despide de un enfermo); “¡ándele!, nos estamos mirando” (dicho popular). Por otro lado están los saludos gremiales como el clásico: “¡buen vuelo!” con que se despiden los pilotos en el aeropuerto.

Entre los muchos saludos en distintos idiomas indígenas es posible citar “tanesque” (náhuatl) al que se adjudican traducciones como “que se haga la luz en tu vida”, “nuevo amanecer” o “luz de un nuevo día”.
Para culminar digamos que tal como están las cosas no conviene perder de vista los saludos que tienen que ver con la invitación al cuidado: “ahí te cuidas”, “te me cuidas”, “y por favor, ¡cuídenseme mucho!” (Enrique Galván Ochoa); porque como decía Germán Dehesa “(…) te pido que salgas bien arropado, porque el tiempo está muy cambiante y no me parecería nada bien que se te resfriara el alma”.

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