jueves, 2 de noviembre de 2017

Los nombres de la muerte


En muchos países no está bien visto mencionar a la muerte, hay que aludir a ella valiéndose de eufemismos y en lo posible hacer como si no existe. ¿Temor? ¿Superstición? En el caso de México es diferente y a ello se refiere Octavio Paz: “Para el habitante de Nueva York, París o Londres, la muerte es la palabra que jamás se pronuncia porque quema los labios. El mexicano, en cambio, la frecuenta, la burla, la acaricia, duerme con ella, la festeja, es uno de sus juguetes favoritos y su amor más permanente.” Y aclara Paz que no se trata de que el mexicano no le tenga miedo.

Cierto, en su actitud hay quizá tanto miedo como en la de los otros; mas al menos no se esconde ni la esconde; la contempla cara a cara con impaciencia, desdén o ironía: "si me han de matar mañana, que me maten de una vez" (...). El mexicano no solamente postula la intrascendencia del morir, sino la del vivir. Nuestras canciones, refranes, fiestas y reflexiones populares manifiestan de una manera inequívoca que la muerte no nos asusta porque "la vida nos ha curado de espantos".

Así las cosas dudo que haya otro país en que existan tantas maneras de referirse a la muerte como el caso de México. Eulalio Ferrer -retomando los estudios de Juan Miguel Lope Blanch- enuncia una recopilación de estas expresiones.

(…) se encuentran entre otros, los siguientes sinónimos de la palabra "muerte": parca, calaquita, pelona, calva, caneca, canica, cabezona, mocha, copetona, segadora, tolinga, jedionda, apestosa, dientona, la huesuda, la sin dientes, la mera dientona, la tembeleque, la sonrisas, la tostada, la flaca tilica, la fláutica, la dama de la guadaña, la danza del alba, doña osamenta, doña huesos, María Guadaña, patas de catre, patas de alambre, patas de hule, patas de popote, patas de ixtle, patas de araña, la lengua de hilacha, la pepenadora, la afanadora, la enlutada, la dama del velo, la impía, la novia fiel, la bien amada, la amada inmóvil, la cutacha, la siriquisiaca, la pesteada, la hora de la verdad, la hora, la hora de la hora, la mera hora, la pálida, la blanca, la polveda, la triste, la catrina, la llorona...Y la chingada, explicada por Octavio Paz en su conocida obra El laberinto de la soledad. Sin olvidar que, por una extraña referencia a la farsa inglesa estrenada por Brandon Thomas, en 1892, Charley's Aunt, en México también se conoce a la muerte como "la tía de las muchachas". Para muchos escritores mexicanos el mejor sobrenombre de ella pudiera ser "la fría", en tanto que el español Luis Carandell prefiera por su lado, llamarla "la cierta".
De una riqueza comunicativa sin igual, los dichos populares mexicanos concernientes a la muerte han convocado el interés de no pocos investigadores de la lengua. Algunos de estos dichos constituyen originales eufemismos mortuorios: "durmió el sueño de la tierra", "ya se peló", "ya se lo cafetearon", "colgó los tenis", "estiró la pata", "se petateó", "se le acabó la gasolina", "le falló la maquinaria", "quedó fuera de circulación", "entregó el equipo", "salió con los tenis por delante", "se puso la pijama de madera", etc. Expresiones en algunos casos muy cercanas a los eufemismos creados en otros países hispanoamericanos, como "fulano no volverá a ir en tranvía", "colgar los guantes" y "se olvidó de respirar" de Chile; "zutano pasó a la indiferencia" de Bolivia; "crepar" y "cantar para el carnero" de Argentina; "parar los tarros" de Colombia; "quebrar" y "raspar" de Venezuela; "cantar flor" de Uruguay; "tistear" y "volar" de Nicaragua; "patear la cubeta", "diñarla" y "espicharla" de Guatemala. 

La lista puede completarse con los aportes de Francisco Padrón en relación a la misma cuestión.

El poco respeto que infunde la muerte se deja ver en las denominaciones de que se dispone popularmente para llamarla. (…)
Para indicar que alguna persona ha fallecido, existen infinidad de expresiones populares, no pocas de ellas muy vulgares. Las siguientes equivalen a haber muerto: Estiró la pata, dejó el pellejo, entregó la pelleja, entregó el equipo, entregó la herramienta, alzó los tenis, levantó los tenis, volteó los tenis, estiró la chancla, clavó el pico, se quedó serio, se quedó frío, se quedó tieso, se espichó, dio el changazo, ripió (de R.I.P.), cerró los ojos, acabó, mordió el polvo, entregó el alma, se noquió. Otras formas de decir lo mismo: ya estuvo pepe, se lo llevó la enlutada, se lo llevó candingas, se lo cargó la flaca, se lo cargó la pachona, se peló con la huesuda, le llegó la raya, se lo fildeó la pelona, se lo llevó la tía de las muchachas. (…)
Queriendo decir que alguien murió, hay estas otras maneras de expresarlo: pegó botones, ya ahuecó, ya ahuecó el ala, peló gallo, se peló de casquete, se peló, mascó el freno, metió reversa, metió los frenos, salió de pies, se torció, se entiesó, se lo llevó el tren, se fue pa California, se fue p’al otro barrio, ni adiós dijo, se quedó vano, se lo llevó la tolinga, se amorteció, o se quedó toditito amortecido.
Para otros, todo esto se puede expresar indicando que ya cargó con su equipaje, que ya cargó con sus petacas, que ya levantó el puesto, que se petateó, que levantó su petate, que ya sacudió su petate, que perdió la zalea, y que estacó la zalea.

Para Rafael Barajas, El Fisgón, la sabiduría de los refranes populares está en aceptar con resignación –en este momento en que es más oportuno que nunca el tan usado “ni modo”- la llegada de la muerte. 

Decenas de refranes populares mexicanos insisten en la idea de que debemos resignarnos a morir. Algunos de estos dichos son reflexiones filosóficas populares cargadas de estoicismo: "Cuando venga la calavera a buscarme, no voy a achicopalarme".

Una vez más en este 2 de Noviembre, Día de Muertos, los cementerios están llenos de personas que traen a la vida el recuerdo de sus seres queridos que se  adelantaron en el viaje. Habrá buena comida, música y tragos. Tal vez por ello Andrés Iduarte señala 

(…) me dan más tristeza los limpios y verdes cementerios de este país [Estados Unidos] que los opulentos y adornados, y aún que los pobres y agrestes de nuestro México. 
(…) cuando veo estos cementerios tan lindos, tan peinados, tan quietos, pienso que los que allí están son muertos-muertos: los que nunca vivieron.


1 comentario:

Pancho Bustamante dijo...

Muy bueno su Habladuría de hoy y muy adecuada a la fecha, seguramente la tendría cerquita en su almacén de citas, anécdotas y lecturas y sólo le fue necesario mover un dedo para tenerla pronta. Sin ánimo de contradecirlo, pero sí veo una contradicción entre la irreverente manera de considerar a la muerte en México y la proliferación de formas de mentarla. La enorme cantidad de modos para referise a ella, indiscutiblemente el mayor del mundo, ¿no podría considerarse una estrategia para evitar la mala suerte de nombrarla?