martes, 2 de octubre de 2018

Desencuentros del amor posmoderno


Hay quienes son verdaderos maestros en el arte de convertir las adversidades en oportunidades de desarrollo. Considero que Amy Andersen –según la nota de Silvia Fesquet- es una jugadora de las grandes ligas en ese terreno.

Aparentemente, todo arrancó con una poco agradable experiencia personal. Cuenta la leyenda que, una noche, [Amy] Andersen estaba con su novio, un exitoso inversor financiero, tomando algo en un cotizado bar de San Francisco. En un momento dado, observó que su acompañante no dejaba de pasear una atenta mirada por todo el local.
Cuando le preguntó qué buscaba, muy suelto de cuerpo, él le contestó: “Estoy comprobando si eres la BBD”, en castellano, algo así como “la mejor opción”.

Para muchos una circunstancia como aquella habría terminado en drama: celos, crisis de autoestima, inculparse por elegir mal a la pareja, enojo, etc. Para muchos, pero no para Amy porque -continúa la nota de prensa de Fesquet- “Atónita, Amy decidió reconvertir desazón en oportunidad, y germinó a partir de allí la idea de ayudar a buscar a gente demasiado ocupada y demasiado exigente, esa famosa ‘mejor opción’.” Al descubrir que las personas sobreagendadas no tienen tiempo para ocuparse de temas menores como el del amor, fue como su frustración devino en próspero negocio que –siendo justos- debiera agradecer a su pareja de entonces por habérselo inspirado.

Con una clientela de hombres que van desde jóvenes de 23 años hasta señores que han superado largamente los setenta, el servicio que brinda su empresa es absolutamente personalizado: nada queda librado al azar. (…)
Es que, muy habilidosos en tecnología o en el desarrollo de start ups, sus clientes muchas veces no entienden la diferencia entre cerrar un buen negocio o iniciar una relación amorosa. “Los hombres de Silicon Valley –ha dicho Andersen- están obsesionados con esto de ‘la mejor opción’: quieren la mujer más joven, más rica, con el mejor cuerpo. (…) Aplican a la búsqueda de pareja la misma lógica y metodología con que consiguieron el éxito profesional”.

Por lo demás, y la nota de Silvia Fesquet lo deja muy en claro, la búsqueda de “la mejor opción” no acaba nunca y ello asegura el éxito del negocio de Amy Andersen tanto en el presente como en el futuro. “Claro que la cuestión se complica porque, según observa esta remozada versión de la celestina, estos varones no cesan de preguntarse, más allá de la maravillosa mujer que hayan encontrado, si no habrá otra ‘opción’ mejor.”

Llegados a este punto es posible que algún lector esté pensando en requerir los servicios de la empresa cuya misión (y sobre todo visión) se orienta al logro de la excelencia amorosa. Permítame sugerirle que lo piense muy bien porque barato -lo que se dice barato- no es; por el contrario, requiere de un desembolso importante dado que –señala Fesquet- “como es de imaginar, tanta exclusividad en la atención tiene su precio: el paquete básico cuesta unos 2.500 dólares mientras que la prestación VIP (…) arranca en 50 mil y no es raro que arañe los 100 mil dólares.”

Lo que ya no supe -el artículo no lo informa-, es si el pretendiente de Amy cambió su opinión una vez que ella se convirtiera en próspera empresaria y eso lo llevó a aceptar que había incurrido en gravísimo error: siempre sí, Amy era su mejor opción. Rectificar es de sabios.

Pero sabido es que las cosas del amor tienen sus desencuentros por lo que es probable que ahora fuera ella quien considerara que aquel caballero, en esta nueva coyuntura de la vida, estaba muy lejos de ser su mejor opción.

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