martes, 16 de abril de 2019

Reies López Tijerina/2


En el artículo anterior nos centramos en el contexto en que tuvo lugar la lucha emprendida por el líder chicano Reies López Tijerina. Ahora llegó el momento –y siempre siguiendo la obra ya citada Mi lucha por la tierra- de retomar el testimonio del propio personaje considerado, a quien Jorge A. Bustamante adjudica rasgos de verdadero símbolo de la insubordinación.  

Es preciso destacar ahora el papel del movimiento emprendido por Reies López Tijerina en el contexto del fenómeno social que llamamos movimiento chicano. La notoriedad nacional e internacional que dieron los medios de comunicación masiva norteamericanos al incidente de Tierra Amarilla, colocó a López Tijerina en el plano de atención nacional. Sin embargo, para los chicanos, López Tijerina pronto se convirtió en un símbolo. Quizá en el símbolo que estaban necesitando para orientar una reacción contra la opresión. López Tijerina aparecía enfrentándose solo al poderío militar y político del gobierno de Estados Unidos. Sus planteamientos teóricos no tenían tanta relevancia como sus acciones, y los hechos eran muy simples. Un hombre de extracción campesina se rebelaba en contra del poderío del anglosajón en nombre de los derechos de un título (el Tratado de Guadalupe-Hidalgo).

El propio López Tijerina rememora los inicios de su movimiento hacia el año de 1956.

Por fin encontramos 160 acres de tierra en el desierto de Arizona. Pagamos 1 400 dólares por este pedazo de tierra virgen y pacífica. Aquí salvaría yo a mi familia y a todos los que me acompañaran en esta gran aventura. Eran pocos, pero valientes. Yo los consideraba valientes porque, como yo, ellos habían dejado atrás las ciudades con toda su vanidad y corrupción; habían abandonado una forma y un estilo de vida que yo consideraba malos y opuestos al camino de justicia que nos señaló el hombre de “la Tierra Santa”.
Estos valientes eran: Manuel Mata, Rodolfo Mares, Juan Reyna, Vicente Martínez, Francisco Flores, Simón Serna, Luis Moreno. Todos tenían familia.
Entre todos juntamos el dinero para comprar este pedazo de tierra. Yo hubiera querido un lugar en Texas, donde nací y me crié, donde mi madre está sepultada, pero no lo hallamos. La tierra estaba muy cara allí y no teníamos tanto dinero. Yo y los valientes que me seguían habíamos trabajado el verano del 55 en Fruta, Colorado, con un ranchero, Bill Byers, en el rancho “Betabel”, y solo pudimos ahorrar muy poco dinero.
Después de comprar la tierra nos quedaron como 500 dólares en total.

Ahora bien ¿cuáles eran los antecedentes de este singular personaje?, ¿hacia dónde orientaba su búsqueda?

Yo había luchado con la “iglesia” (con todas las religiones) durante 10 largos años, tratando de que tomara el partido de los pobres, en la lucha de éstos con los ricos, pero fracasé. Me echaron, y me convencí de que mi lucha era inútil. Comencé a buscar una alternativa. Salvar a mi familia y a cuantos quisieran apartarse del sistema de la “iglesia” y de la sociedad corrompida, tal era mi alternativa.
Aquí, en este desierto de Arizona, mi alma encontraría la paz y la seguridad que tanto anhelaba.
Decidimos llamar a esta tierra virgen Valle de Paz. Aquí ni la iglesia ni la escuela podrían condicionar la mente de nuestros hijos. Estábamos lejos del peligro, de la tentación, de la influencia de los monopolios, y seríamos felices.

Se trataba entonces de crear una comunidad que se mantuviera en estado puro, lejos del alcance de los poderes estatal y religioso. El no haber asistido a la escuela –según Bustamante- lejos de ser percibido por López Tijerina como una carencia, lo apreciaba como un recurso que quiso extender a los niños de su comunidad.

El orgullo de no haber asistido a la escuela y su desprecio por los que han ido por muchos años a ella se encuentra ubicado en la conciencia intuitiva de la función socializadora de la pedagogía de la opresión a la que ha aludido [Paulo] Freire. El planteamiento implícito es que a una mayor exposición frente a la pedagogía de la opresión corresponde la probabilidad de parecerse más al opresor.

Reies López Tijerina da una idea de la manera por demás sencilla en que transcurría por aquel entonces la vida comunitaria.

Nuestra vida en el Valle de Paz era simple. Nuestras mujeres hacían sus propios vestidos y toda la ropa para la familia. Cocinaban en estufas hechas con los tanques de gasolina que hallamos en los basureros. Cada uno educaba a sus hijos. El almacén de comida era común. Entre todos limpiamos nuestros 160 acres. Los convertimos en lo que nosotros consideramos un paraíso. (…)
El 18 de abril de 1956 nació el primer habitante de Valle de Paz. Yo asistí a mi esposa en el parto (…)
Yo sabía que si había un Dios justo, tenía que estar enojado y muy descontento con quienes manejan el gobierno y la religión aquí en la Tierra.
Y por esta razón le di a mi hija el nombre de Ira de Alá (ira de Dios); yo también estaba muy descontento con la forma en que son manejados los hombres.

El líder chicano describe un momento decisivo: la visión que le permitió conocer la misión social para la que había sido elegido. Así como el gobierno de Estados Unidos –como hemos visto- explicaba la anexión de territorios ajenos como forma de dar cumplimiento a designios divinos que le habían sido adjudicados, López Tijerina por su parte también siente que su lucha emancipadora responde a la tarea que le fuera encomendada desde el más allá.

(…) Aquella noche tuve una visión: una figura de hombre aterrizaba cerca de mi pequeña choza. Tras éste, otro bajaba en vuelo y aterrizaba a la derecha del primero y miraba todo esto; luego, un tercero, igual que los otros dos, aterrizó. Los tres estaban sentados sobre algo que parecía una nube. Me hablaron. Mi esposa me siguió. Me dijeron que venían de lejos, que venían por mí y que me llevarían a un antiguo reino. Mi esposa intervino y dijo: “¿Por qué mi esposo?” Continuó: “¿No hay otros?” Respondieron los tres: “No hay otro en todo el mundo que pueda hacer el trabajo…” “Hemos recorrido la tierra… sólo él puede hacerlo”. (…)

Esta faceta mesiánica de ser el elegido para tamaña lucha, tan notoriamente desproporcionada, confirmó la decisión que ya había tomado.

(…) hablé con Anselmo y Margarito, mis hermanos. Les di la nueva, de que ya no iba a enseñar religión. “Desde hoy –les dije-, voy a pelear por las tierras de mi pueblo. Voy a hacerles frente a los anglos que robaron a mi pueblo.”

Así las cosas, la pequeña comunidad de Valle de Paz debía trascender su espacio, difundir las causas justas que defendía el movimiento, lograr que el grupo rebelde fuera creciendo.

Cuando me vino la idea de formar una Alianza de todos los pueblos que nuestros padres habían fundado, escogí el arcoíris como estandarte de la Alianza y el lema: “La justicia es nuestro credo y la tierra nuestra herencia.” (…)
El primero de abril de 1965 comencé en español un programa por la radio. En radio KABQ nos vendían 15 minutos por 15 dólares diarios. Los siete días de la semana transmitía el programa que llamé “La voz de la justicia”. Este programa se escuchaba al norte hasta Santa Fe, al sur hasta Socorro, al occidente hasta Grants y al oriente hasta Santa Rosa. Era una estación de 5 mil wats.
Todas las mañanas a las diez hablaba al pueblo. Este fue el mejor medio de llegar a todo el pueblo de la tierra.

Así fueron los inicios de la larga lucha de Reies López Tijerina de quien, en forma más que justificada, Bustamante dice que “su testimonio pone de evidencia que ha sido sobre todo un hombre de extraordinaria inteligencia y de extraordinaria valentía.”

Es la historia de un humilde campesino que orgulloso de no contar con formación escolar, había decidido hacer frente a un Imperio.

No hay comentarios: