martes, 23 de abril de 2019

Panorama de las publicaciones hacia 1884


En su calidad como estudioso del tema Manuel de Olaguíbel estaba impresionado con el enorme impulso que habían tomado las publicaciones -tanto libros como revistas y periódicos- hacia fines del siglo XIX. A continuación transcribimos algunas de sus anotaciones a este respecto y cabe aclarar que se mantuvo la grafía del original que data de 1884.
No hay duda en cuanto a que uno de los indicadores para dimensionar estas transformaciones está dado por el costo de las publicaciones. “En el siglo XIII, una biblia pequeña manuscrita, valia en Inglaterra 30 libras esterlinas, ó sean 150 pesos. Actualmente, el precio de una biblia es de un peso, poco más ó ménos.” Otro indicador es el referente al tiempo que insumía el proceso de edición.

Los copistas duraban años enteros para concluir un volumen. Los trabajos tipográficos eran muy lentos en los primeros años de la imprenta. En la actualidad un ejemplo nos hará comprender el adelanto en la materia. El dia 30 de Junio de 1877, celebróse en Lóndres el cuarto centenario de la introduccion de la imprenta en Inglaterra, por William Caxton; con ese motivo presentó Mr. Gladstone un ejemplar de la Biblia, con pasta elegante y cantos dorados, de 1,000 páginas, compuesto, impreso, encuadernado y remitido de Oxford á South Kensigton, con otros varios ejemplares, en diez y seis horas.

También llama la atención a Manuel de Olaguíbel la difusión alcanzada por la prensa en aquellos días.

El auge en que se encuentra actualmente la prensa periódica, comparado con sus principios, es verdaderamente notable, y de ello puede darse una idea, fijándose en un país cualquiera. (…)
Actualmente se publican en Paris 836 periódicos: de ellos, 65 son politicos, 49 religiosos (católicos 37, protestantes 10, y judíos 2), 66 de jurisprudencia, 95 de economía política y comercio, 20 de geografía, 74 de bellas letras, 20 de pedagogia, 52 de materias literarias y científicas, 68 de modas, 77 de tecnologia, 75 de medicina, 46 de matemáticas y ciencias naturales, 22 de arte militar y marina, y 31 de agronomía. Hay, además, 16 venatorios y 4 masónicos.
En Alemania, sólo la prensa católica tiene en circulacion 368 periódicos y revistas, impresos en lengua alemana.

Y aunque hoy cueste creerlo, de Olaguíbel evoca otros tiempos en que los libros estaban encadenaban en bibliotecas y templos para evitar que fueran hurtados.

Si nos fijamos en los libros, recordando las épocas en que se encadenaban en los templos y en las bibliotecas, para que se hiciera uso de ellos pero no pudieran ser robados; haciendo tambien memoria de los tiempos en que el libro, por su elevado precio, sólo entraba á la morada de los príncipes, encontrarémos verdaderamente asombroso el adelanto.

En un análisis como el que nos ocupa, Manuel de Olaguíbel no podía omitir datos relativos a los volúmenes editados así como al número de libreros y bibliotecas.

El año de 1876 se publicaron en Alemania 12,516 volúmenes, habiéndose dado á luz en 1840 sólo 7,900. El número de libreros en 1820, era de 250; en 1840, el número se habia duplicado; en 1864 llegó hasta la cantidad de 2,859; y hoy se calcula que existen 5,500.
Un último dato respecto de Bibliotecas: en 1776 existian en los Estados-Unidos 29 bibliotecas con 45,623 volúmenes. En 1875 se contaban 163,353 bibliotecas con 44.539,184 volúmenes.
Lo anterior basta para que pueda formarse idea del progreso que ha alcanzado el arte tipográfico, y el empeño con que se ve actualmente, en las naciones civilizadas, la difusion de las luces. (…)
Los benéficos monges de la Edad Média, cuando cumplian gustosos con sus reglas, pasando su vida en la oracion y en el silencioso trabajo del Escritorio, estaban animados por el mismo espíritu que los literatos del Renacimiento, que constantemente salvaban del olvido los preciosos manuscritos de los clásicos antiguos.
El mismo espíritu animaba á Guttemberg y á los primeros propagadores de la imprenta, y despues ha seguido alentado á todos los que han protegido á los escritores, y han impulsado la formacion de bibliotecas y escuelas.

Finalmente, de Olaguíbel advierte que –de acuerdo a su criterio- no todas las publicaciones alcanzaban niveles de calidad.

Debemos convenir en que, si bien es cierto que en nuestra época se publica una cantidad fabulosa de volúmenes, la verdad es que son muy pocas las publicaciones que en rigor de derecho pertenecen al género de las editions savantes. (…)
Para columnas del edificio del renacimiento literario, necesitábanse hombres como los Aldos y como los Etienne, como los Valls y los Turnebo. Tal era de escolástica, por decirlo así, la huella que en pos de sí habian dejado no sólo los profesores científicos, sino los poetas más inspirados, que para poder entrar á la República literaria era preciso saber el griego, el hebreo y el latin, y viajar despues de biblioteca en biblioteca, de claustro en claustro, muchas veces hasta visitar los conventos del extremo oriente.

Es de suponer que de vivir en nuestros días, don Manuel de Olaguíbel persistiría en este mismo señalamiento.

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