Es frecuente que cuando
un joven manifiesta su deseo de dedicarse al arte, en cualquiera de sus
manifestaciones, lleguen voces familiares que busquen disuadirlo de tal idea
con la vieja pregunta: “¿y de qué vas a vivir?”
De acuerdo a lo que
narra Alexandra Alter este no fue el caso de J.D. Salinger.
A los 18 años, cuando todavía no había publicado
nada y pasaba largas horas frente a su máquina de escribir, J.D. Salinger recibió una carta muy estimulante de alguien
que lo admiraba. “Acepto su historia. La considero una obra maestra. Cobre en
el correo 1.000 dólares que hay para usted. Curtis Publishing Co.”
Pero la historia
toma –siempre siguiendo a Alter- un curso inesperado.
No era en realidad la carta de una editorial: ese
tipo de noticias tardarían años en llegar. Era de la madre, que la había pasado
por debajo de la puerta del dormitorio de Salinger una noche en la que escuchó
que él estaba tipeando.
Aquella nota fue
tan trascendente para su futuro que “el escritor la guardó 73 años, hasta su
muerte en 2010”. El público pudo constatarlo ya que, agrega Alexandra Alter “la
nota manuscrita se expone ahora [diciembre 2019] en la Biblioteca Pública de
Nueva York, como parte de la primera exhibición pública de los archivos
personales de Salinger”.
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