lunes, 5 de octubre de 2020

Reseñas

 

En este mismo espacio hemos visto que a las reseñas de libros que formulaba Wislawa Szymborska en la prensa polaca había que temerles, porque cuando la reconocida poeta ponía manos a la obra no se andaba con miramientos. Una de esas tantas ocasiones tuvo lugar al comentar el libro Jan Vermeer Van Delft. Compilado por Kuno Mittelstädt, (Varsovia, Arkada, 1970).

Comienza manifestando la imposibilidad de acometer la obra. “Expresar con palabras las obras de Vermeer es un esfuerzo en vano” y ante ello propone una alternativa poco ortodoxa: “En su caso, un cuarteto musical con dos violines, un fagote y un arpa sería un medio de expresión mucho más apropiado.”

Pero esa posibilidad está fuera del alcance de los historiadores del arte que  “están obligados a hacer el esfuerzo verbal, ya que esa es su vocación y su profesión”. Hasta aquí la introducción y a continuación vienen sus consideraciones en relación a la obra reseñada.

Kuno Mittelstädt halló una salida relativamente sencilla: representar la pintura de Vermeer sobre el trasfondo de su época, y al mismo maestro como a su portavoz. Desgraciadamente, no hay creador que pueda expresar completamente su época y, a este respecto, Vermeer resulta ser un bardo de un pedazo de realidad muy limitado e íntimo. ¿Pero acaso esto mengua la grandeza de su obra?

Ella misma contesta: “Por supuesto que no, ya que la grandeza con frecuencia reside en otros aspectos”, pero en su opinión “Mittelstädt no lo quiere comprender”. Ante ello ¿qué hace el historiador del arte?, buscar “en las obras del maestro holandés elementos de crítica social, así como indicios de rebelión contra la floreciente burguesía.” El propósito se mantiene, aunque los hallazgos no lleguen; de tal manera que “si no puede encontrarlos, trata de ver en algunas obras lo que no hay”.

Esta última aseveración deja en claro que no exageramos al decir que las críticas de Wislawa Szymborska pueden son contundentes. A continuación presenta las razones de su afirmación.

Así, por ejemplo, en el célebre cuadro Alegoría de la pintura percibe un irónico contraste entre la cocina del artista y la modelo ataviada como una musa. La artificial pose de la modelo es aquí un “mecanismo de desenmascaramiento” de los gustos de una burguesía encaprichada con la idealización de la vida y las alegorías.

Pero la apreciación de Szymborska a ese respecto es muy diferente.

La modelo a la que se atribuye el rol de desenmascaradora es una muchacha que modestamente dirige al suelo su tierna mirada y que está envuelta por un azul arrebatador; naturalmente, ha sido colocada en una pose determinada, pero para que esta sea lo menos ostentosa y forzada posible.

Llega el toque final con buena carga de ironía: “La interpretación nos parecerá sensata siempre y cuando no miremos al cuadro”.

Me imagino que -a diferencia de lo que sucede habitualmente- los escritores se cuidarían mucho de que sus libros no llegaran a manos de la autora de estas reseñas.

No hay comentarios: