jueves, 13 de octubre de 2022

Ecos de Portugal

 

Con frecuencia se subrayan ciertas características de un país y a partir de ellas se construyan estereotipos. Algunos de estos rasgos carecen de sustento, especie de fama inmerecida creada por intereses poco amistosos; otros tienen mucho que ver con la realidad.

Aun aceptando que no solo de etiquetas viven los países, una de las asociaciones que ha hecho historia es la que existe entre Portugal y la saudade.

Difícil arte el de definir palabras, en particular algunas de ellas como la que nos ocupa: nostalgia, añoranza, pasado que habita el presente, son solo aproximaciones. Hay quienes coinciden que el escritor Francisco Manuel de Melo logró, en el siglo XVII, una de las más certeras: “bem que se padece e mal de que se gosta”.

Hay que apuntar la enorme presencia del fado en este terreno.

Lo anterior vien a cuento a partir de un texto de Andrés Trapiello.

Hemos ido a pasar el día a Portugal.

Ahora Portugal es un país pobre. Eso le da una grandeza que no tienen nunca las naciones ricas. La pobreza preserva y conserva. Los pueblos portugueses están la mayoría intactos, como los pueblos españoles de hace treinta años. Los parques públicos tienen todavía las farolas de hace ochenta años en hierro fundido, los mismos templetes de música, y los palacios han alcanzado ese punto de decadencia que sólo conocen las familias de mucha alcurnia.

Y Trapiello se detiene en las pérdidas, en particular en una: el color.

Portugal lo ha perdido todo. No sólo las colonias. Ha perdido sobre todo el color. En Portugal uno encuentra los colores más hermosos, porque son colores derrotados, vencidos, que ya no están allí. Es el país de los colores muertos, de los colores idos. Las rosas son rosas a pesar de la lluvia que los ha lavado, a pesar del tiempo contra el que luchan. Algo parecido pasa con los tonos plateados. Los cielos portugueses tienen ese brillo de las cuberterías buenas que no han sido usadas en muchos años y que al salir a la luz aparecen veladas por un pavón azul o una pátina gris.

Quedan ideas dando vueltas: pobrezas que enriquecen, formas de perder que en realidad representan una manera de ganar, colores tenues que alcanzan su máxima expresión...

Hay saudade para rato.

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