La
proximidad de la Navidad nos brinda la oportunidad de recordar que no fueron pocos
los casos de revoluciones triunfantes o de gobiernos en turno -en muy diversos países-
que prohibieron festividades populares por considerarlas instrumentos de
manipulación contrarios al nuevo régimen.
En
otras circunstancias no se las suprimió, sino que se procuró darles un giro
radical para que quedaran al servicio de los fundamentos ideológicos imperantes
al momento.
Un
ejemplo de ello lo proporciona César di Candia.
Al
año de penetrar las fuerzas de Fidel Castro a La Habana, el tradicional
catolicismo de los cubanos había comenzado a disputar su supervivencia en
varias trincheras. En la
Navidad de 1960, según la foto de una revista uruguaya (Reporter, 4 de enero de 1961), un enorme
cartel de varios metros había sido colocado en el frente de la televisora CMQ.
En él se veía un pesebre gigantesco con algunas particularidades. Los tres
reyes magos eran Fidel Castro, Ernesto Guevara y Juan Almeida, jefe del Estado
Mayor del Ejército, vestidos de uniforme revolucionario y portando bolsas de
regalos en las que se podía leer “Reforma Agraria y Alfabetización”. San José y
la Virgen María
eran dos guajiros vestidos pobremente, la cuna del Niño Jesús estaba en un
rancho desvencijado y la estrella de Belén era un gran cabeza de José Martí.
Ya
habrá ocasión de presentar otros casos de distinto signo ideológico.
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