jueves, 31 de agosto de 2023

El político y las personas con afasia

 

En muchas ocasiones hemos recurrido en este espacio a historias que comparte el reconocido neurólogo Oliver Sacks. Siguiendo a su maestro Alexander R. Luria, el doctor Sacks une su pasión por la neurología con el gusto por el relato y ello le permitió convertirse en un gran difusor de su materia de trabajo.

Uno de los sucesos más conocido de su amplio repertorio, es el que tuvo lugar en el hospital cuando el presidente Ronald Reagan daba un discurso que se trasmitía por televisión.

¿Qué pasaba? Carcajadas estruendosas en el pabellón de afasia, precisamente cuando transmitían el discurso del Presidente. Habían mostrado todos tantos deseos de oír hablar al Presidente…

(…) De ahí la sensación que yo tengo a veces, que tenemos todos los que trabajamos en estrecho contacto con afásicos, de que a un afásico no se le puede mentir. El afásico no es capaz de entender las palabras, y precisamente por eso no se le puede engañar con ellas; ahora bien; él lo que capta lo capta con una precisión infalible y lo que capta es esa expresión que acompaña a las palabras, esa expresividad involuntaria, espontánea, completa, que nunca se puede deformar o falsear con tanta facilidad como las palabras (…)

“Se puede mentir con la boca”, escribe Nietzsche, “pero la expresión que acompaña a las palabras dice la verdad”. Los afásicos son increíblemente sensibles a esa expresión, a cualquier falsedad o impropiedad en la actitud o la apariencia corporal. Y si no pueden verlo a uno (esto es especialmente notorio en el caso de los afásicos ciegos) tienen un oído infalible para todos los matices vocales, para el tono, el timbre, el ritmo, las cadencias, la música, las entonaciones, inflexiones y modulaciones sutilísimas que pueden dar (o quitar) verosimilitud a la voz de un ser humano.

De esta manera Sacks profundiza en los recursos con que cuentan las personas con afasia para poder comprender ya no la forma sino el fondo.

En eso se fundamenta, pues, su capacidad de entender… Entender, sin palabras, lo que es auténtico y lo que no. Eran, pues, las muecas, los histrionismos, los gestos falsos y, sobre todo, las cadencias y tonos falsos de la voz, lo que sonaba a falsedad para aquellos pacientes sin palabras pero inmensamente perceptivos. Mis pacientes afásicos reaccionaban ante aquellas incorrecciones e incongruencias tan notorias, tan grotescas incluso, porque no los engañaban ni podían engañarlos las palabras.

Por eso se reían tanto del discurso del Presidente.

Puedo suponer que alguien ya se adelantó a mi propuesta, pero de cualquier manera aquí va: ¿por qué no contratar a un grupo de personas con afasia como asesores políticos? Su obligación laboral (claro está que un tanto desmesurada) sería la de escuchar los discursos de los diversos candidatos a la presidencia y que por medio de sus reacciones nos orientaran para lograr un ejercicio más responsable de nuestro voto.

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