Vivencias de ayer, realidades del hoy; como alguien ha
dicho: la historia cambia más de protagonistas que de argumento.
El diccionario define al maniqueísmo desde dos
perspectivas
1.
Doctrina religiosa que tuvo su origen en las ideas de Manes (siglo III d. C.) y
que se caracterizaba por creer en la existencia de dos principios contrarios y
eternos que luchan entre sí, el bien y el mal.
2.
Actitud o interpretación de la realidad que tiende a valorar las cosas como buenas
o como malas, sin términos medios.
Es curioso que -en diversas presentaciones- ello siga presentándose
en nuestros tiempos; tan modernos e innovadores para algunas cosas, tan
antiguos en otras. Irene Vallejo invita a reflexionar sobre dualismos
contemporáneos.
Azuzados
por eslóganes dualistas, obviamos las coincidencias y proximidades. (…) Por
tanto, quien me lleva la contraria no lo hace por razones válidas sino
inmorales; no es alguien que piensa diferentes, sino el embajador del mal, y es
lógico odiarlo.
El temor a la fragilidad, a la duda, a la contradicción
se manifiesta en el anhelo de pisar tierra firme, procurando aferrarse a
seguridades que no son tales en perspectivas próximas al fundamentalismo. Así
es como según Vallejo
La
vida sale con frecuencia de los raíles previsibles, y, frente a su complejidad
e incertidumbres, nos alivian esas afirmaciones sin matices. Los discursos
maniqueos apuntalan certezas, al reducir la realidad a dos categorías, una de
las cuales promete cobijarnos: verdad o mentira, civilización o barbarie, éxito
o fracaso, conmigo o contra mí.
Los llamados a cuestionar esta forma de ver las cosas -afirma
Irene Vallejo- no son novedosos aun cuando siempre actuales y pertinentes.
San
Agustín, maniqueo durante casi una década, reconocía en sus Confesiones
el atractivo de esta mirada simplificadora: la lucha eterna de dos principios,
uno bueno, simbolizado por la luz, y otro malvado, simbolizado por las tinieblas.
Casi siempre, la división es falaz; y los matices, más reveladores.
Nosotros y ellos.
Nosotros los buenos, poseedores de la verdad, habitamos
en lo cierto.
Ellos los malos, propietarios de la mentira, residentes
en el error…
¿Será que no aprendemos?
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