miércoles, 18 de enero de 2012

Un buen curro

En la cola para entrar al cine encontré a un compatriota amigo que hacía tiempo que no veía. Como ya estaba por empezar la función, quedamos en tomar un café al terminar la película. No me acuerdo cuál era el film y no sé si porque era intrascendente o si lo que sucedió después absorbió toda mi capacidad de almacenamiento memorístico de aquel día, pero el caso es que la película se esfumó.
En el reencuentro, con esa exuberancia expresiva uruguaya, el diálogo no salía de
            -¿Cómo estás?
            -Bien ¿y vos?
            -Bien. ¿Qué estás haciendo?
            -Sigo en ventas, ahí vamos...
-¿Cómo te está marchando el negocio? (esto lo pregunté a sabiendas de que le iba fenómeno ya que un amigo común me había contado acerca de sus éxitos laborales)
-Está duro, hay pocas ventas, el año pasado trabajé mejor. ¿Y vos qué onda?
            -Bien, ahí vamos, con mucho trabajo.
Era evidente que ese día estaba costando calentar los motores que permitieran hablar en serio. En ese momento se me ocurrió la pregunta que salvó la tarde:
            -¿Y tu hermano cómo está?
            -Bárbaro. ¡Ese sí que la hizo!
            -¿Sigue por acá?
            -No, está en Suiza
            -¿De paseo?
-Bueno, te diré... al comienzo fue de paseo, pero después se consiguió flor de laburo y resolvió de momento seguir por allí hasta que le dure el trabajo. Fijate que está laburando en un hospital: prueba los remedios.
            -¿Cómo está eso?
-Sí, es bruto curro. Los laboratorios antes de lanzar sus medicinas al mercado deben hacer varias pruebas. Las primeras se hacen con animales de laboratorio. Una vez superada esa fase de investigación con buenos resultados, se pasa a experimentar con humanos y mi hermano tuvo tanto culo que lo seleccionaron de entre un grupo muy grande y ya lleva como dos meses en esto.
            -¿En qué consiste el trabajo? -pregunté, pues mi asombro crecía.
-Es un lujo, no hace nada, se pasa haciendo sebo y gana un montón de guita. Eso sí, no puede salir del hospital para nada. Y ¿sabés qué? Tiene un cuarto para él sólo, como si fuera un hotel de cinco estrellas, con tele a colores, video y todo.
Dos o tres veces al día tiene que tomar unas pastillas que cambian cada poco tiempo. Durante el día -y a veces en la madrugada, eso es lo único jodido- le sacan sangre, le toman una muestra de orina y de materia fecal y le controlan la temperatura y la presión para comprobar que las medicinas no causen efectos secundarios. ¿Qué te parece? ¡Se sacó la lotería, se sacó! Está loco de la vida.
            Contestadas todas mis interrogantes al respecto, sólo atiné a preguntar:
            -¿Te escribe seguido?
-¡Ah! me olvidaba... Como la mayoría de los compañeros de trabajo de mi hermano son guatemaltecos, haitianos, argentinos y salvadoreños (y hay unos pocos africanos), los jefes son tan buenos tipos que para que se puedan comunicar con sus familias les pusieron en el mismo hospital una oficina de correos. Tal vez sea por eso que mi hermano me escribe más que nunca.

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