martes, 7 de febrero de 2012

Los asegunes del “ni modo”

Se trata de una expresión muy difundida en México y para quienes procedemos de otros rumbos no es tarea sencilla familiarizarnos con su uso. La cuestión no reside tanto en el modismo sino en el momento en que se utiliza. En su lado positivo, el “ni modo” sale a relucir cuando efectivamente no hay de otra: ante la muerte, el paso del tiempo, el padecimiento irreversible, la separación de los amantes sin vuelta atrás, etc. Pero en otras circunstancias manifiesta una actitud de facilismo, de no exigirse más, de no atacar las causas de problemas que podrían ser resueltos. En su primera dimensión el “ni modo” nos aproxima a la aceptación; en la segunda, al conformismo, a la dejadez, cuando no al fatalismo. Muchos son los dichos populares que vienen en auxilio de esta actitud de resignación.
No hay remedio, ya le tocaba. Ese era su destino. El que está de Dios que muera, hasta es lástima que viva. Al que le tocó ser peso, nunca llegará a ser dólar. Boda y mortaja, del cielo baja. El que nació pa’ maceta, nunca pasa del zaguán. Pero de que Dios dice “A fregar”, del cielo caen escobetas. El que nace tepalcate, ni a comal tiznado llega. Al que nace pa’ tamal, del cielo le caen las hojas. El que ha de morir a oscuras, aunque muera en velería. El que desde chico es guaje, hasta acocote no para.
Hace ya algunos años Oscar de la Borbolla advertía una especie de resignación colectiva que se iba difundiendo y sugería irónicamente que, en esa coyuntura, México podía hacer un aporte significativo a la comunidad global.

Una sensación recorre el mundo, la sensación de que “no hay de otra”. Este es el momento para que los mexicanos exportemos la filosofía del “ni modo” (…) Nada tenemos que aprender de los teóricos de la posmodernidad y, en cambio, nuestra larga experiencia en el “me vale”, en el “qué más da” y en el “total” podría enseñarles mucho, porque nosotros estamos aclimatados, ya desde hace varias generaciones, a la falta de horizontes y hemos superado la resignación pesimista, el desánimo trágico de quienes descubren por primera vez la fuerza del destino, alcanzando lo que podría denominarse una “resignación desmadrosa”: la paradójica actitud de quienes en lugar de abatirse, lo toman a relajo. Somos sabios, pues, lejos de ser un pueblo amargado (ya que no hemos tenido “de otra”), reímos, sabemos vivir y, de algún modo, “ahí” la llevamos.
No son pocas las ocasiones en que el “ni modo” desempeña un papel funcional al poder arbitrario así como a una amplia gama de injusticias que tienen lugar en ámbitos familiares, escolares, laborales y sociales en general. Es así que el “ni modo” inhibe rebeldías, apaga reacciones, desanima respuestas e invita a la resignación al aceptar pasivamente que “no hay de otra”, que ante la frecuencia de diversas problemáticas más vale irse habituando. Este efecto de acostumbramiento conduce, según Carlos Monsiváis, a que con mucha facilidad pasamos del “si se puede” al “no se pudo”, para concluir finalmente en que “ya ni modo”.
En algunas circunstancias el “ya le tocaba” pone telón de fondo a situaciones escalofriantes; a manera de ejemplo Joaquín Antonio Peñalosa transcribe una cita de José Vasconcelos en La Tormenta.
Un tal Urbina, lugarteniente de Pancho Villa, invitó a comer a su compadre que acababa de vender unas mulas. A los postres, Urbina, ya borracho, seguía brindando, mientras enlazaba con el brazo derecho la espalda de su compadre. Hacía calor y el compadre se llevó la mano a la bolsa atrás del pantalón para sacar la mascada, pañolón colorado de rancheros. Urbina, en su delirio de sangre y alcohol, imaginó que el compadre sacaba la pistola y, adelantándose, sin dejar de abrazarlo, con la izquierda le perforó de un tiro el corazón. Cayó el compadre muerto y, cuando lo extendieron sobre el pavimento, en su mano crispada sólo apareció el pañuelo. Urbina, viendo esto, se echó a llorar y decía: Pobrecito de mi compadre, es que ya le tocaba.

En la filosofía del “ni modo” las diversas situaciones de injusticia responden a un destino ineludible que conviene aceptar sumisamente; la existencia como parte de una obra trágica en la que la libertad ve notablemente acotado su campo de acción. Ante ello conviene deslindar el drama de la tragedia. A ese respecto, Noel Clarasó sostiene que la tragedia es la lucha del hombre contra su destino fatal, mientras que el drama es la lucha de las imbecilidades de los hombres entre sí. De allí que ninguna sensatez puede evitar la tragedia y, cualquier asomo de sensatez puede evitar el drama. Si aceptamos que buena parte de nuestros problemas son parte de un drama (no de de una tragedia), entonces la búsqueda y construcción de alternativas que manifiesten ese “asomo de sensatez” que demanda Clarasó, se vuelve una tarea impostergable. Es allí precisamente que la libertad adquiere sentido y la acción, tanto personal como comunitaria, una importancia decisiva en la marcha de los acontecimientos.
Felizmente son muchos quienes, sin negar los límites que la vida plantea, deciden asumir su rol histórico haciendo suyo el exhorto de Nietzsche: “Si no puedes romper las cadenas deja, al menos, las marcas de tus dientes”. Son aquellos que no aceptan dimitir a su lugar en la historia, aunque ello implique el esfuerzo de acabar con vicios e inercias que están al servicio de unos pocos. Ni modo.

3 comentarios:

Sergio dijo...

Cuando vienes solo a saber el significado de ni modo y tienes que leer 7 parrafos para saberlo

Unknown dijo...

Son nueve párrafos pero está bueko

Unknown dijo...

El aprendizaje nunca está de más por una sola palabra aprendí que son muchas personas que nos enseñan el origen de nuestro vocabulario común.