Desde hace algún tiempo la separación entre ambas
categorías se ha vuelto muy confusa. Existe un verdadero mercado cultural que
se rige -¡faltaba más!- por los principios del consumismo y no sería raro que
algunos escritores tengan a su servicio publicistas y asesores de imagen. Medios
masivos, editoriales, críticos literarios, librerías y escritores suelen estar
muy atentos al ranking de ventas; la competencia está en marcha. Gabriel Zaid
se pregunta acerca de las bases que permite a la prensa elaborar el escalafón
de escritores.
¿Cómo jerarquizan los periódicos a los
autores? Por el espacio que les dedican los otros periódicos. Por su presencia
en la radio y la televisión. Por los puestos que tienen, sobre todo en el
aparato cultural. Por las solapas de los libros y los boletines de prensa. En
los cielos de la buena prensa, lo que tiene resonancia sonará más (el ruido es
noticia: genera ruido adicional), y lo que no hace ruido dejará de sonar
(parece merecer el silencio).
Es tanta la presencia en los medios de ciertos autores
que lo de menos es su obra, lo de más las circunstancias que rodean su vida. Y
es allí en donde el periodismo cultural pierde su nombre; continúa Zaid
Pero, ¿dónde acontece la vida
literaria sino en la página leída? De ese acontecimiento, casi no hay nada en
las páginas culturales. No es noticia, no es chisme, no es imagen
fotografiable. Además, toma tiempo. Es más rápido entrevistar a un escritor que
leer sus libros. Hablar con él, grabarlo, fotografiarlo, es más interesante que
pasarse horas, días y semanas leyéndolo. Publicar una entrevista es como
invitar al público a las cenas íntimas de Establishment. Más aún, si el
entrevistador logra colarse hasta las recámaras de lo inédito, con el
periodismo Mata Hari: fingirle amor al entrevistado, hasta sacarle una
declaración que lo hunda.
El periodismo cultural se ha vuelto
una extensión del periodismo de espectáculos, y se administra en el mismo
paquete: las soft news. Lo importante son los titulares, las fotos, las
entrevistas y los chismes de las estrellas, para estar al día y tener de qué
hablar como persona culta, sin necesidad de leer.
Difícil sabe que fue primero, si el huevo o la gallina. ¿Fue
la existencia de un público interesado en los pormenores de la vida de los
escritores el que determinó el surgimiento de un estilo de periodismo o fue
éste último el que promovió a aquél? Mientras el tema se esclarece, vale la
pena aludir a un tipo de entrevista que se ha hecho presente de un tiempo a
esta parte. Con su ironía habitual es Jorge Ibargüengoitia quien lo
caracteriza.
Claro que a algunos entrevistantes se
les ocurren preguntas que nadie se hubiera atrevido, no a responder, sino a
pensar que tuvieran respuesta. Como por ejemplo, en mi caso, una que ya varios
me han hecho: ¿cuáles son los pasos que dio para alcanzar la espontaneidad?
Una señora me explicaba el otro día,
al exponerle yo estas cuestiones, que una de las razones para entrevistar a
escritores consistía en que a cierta clase de público le interesaba saber cómo
eran ellos en la vida real. A esta clase de curiosidad se debe que ahora
sepamos lo que dijo Borges al entrar en un mingitorio, acompañado de varias
lumbreras; o bien, a qué horas le gustaba a Proust comer los huevos en salsa
bechamel; o bien, que Hemingway escribía sus obras con lápiz y entre ocho y
diez de la mañana.
Aunque esta clase de detalles se
presta a la emulación, porque no ha de faltar un tonto que busque la
inspiración en los huevos en salsa bechamel, hay que admitir que son
infinitamente más interesantes que las preguntas que se refieren a la evolución
estilística del entrevistado. "¿Cuáles son los autores que más han
influido en su obra?" Éstos son asuntos que no le interesan ni al
interesado.
Pero aún hay más. Las entrevistas ya no sólo son
formuladas al escritor sino a personas de su ámbito familiar, de su círculo más
íntimo. A ello también se refiere Ibargüengoitia
Una costumbre paralela a la de
entrevistar escritores, pero más pintoresca y muy usada en los Estados Unidos,
consiste en entrevistar a sus esposas. Se recomienda que en estos casos la
entrevistante sea otra señora, para poder establecer una de esas relaciones
denominadas "charlas de mujer a mujer". El resultado de estas
entrevistas se puede intitular "El héroe en pantuflas".
La esposa del escritor suele
aprovechar estas ocasiones para revelar al mundo cosas que su marido no se
atrevería ni siquiera a sospechar. Como por ejemplo:
-A pesar de haber vivido con Alberto
durante veinte años, todavía me asombra su curiosidad multifacética. Anoche,
nada menos, cuando estaba quitándose los calcetines, me preguntó: "¿Cómo
se llamaba aquel general que cruzó los Alpes en elefante?"
Esta clase de entrevistas está
destinada, tarde o temprano, a tratar del platillo predilecto del escritor.
"Le encanta el yogurt", confiesan algunas. O bien, otras: "El
arroz a la mexicana con lechuga rebanada y un poco de cebollita".
Y si fuera tan solo cosa de entrevistas… pero en la
actualidad tanto las escritoras como los escritores son demandados desde muy
diversos frentes para: expresar sus opiniones sobre cualquier tema; integrar
jurados; asistir a funciones benéficas; participar en desayunos, comidas y
cenas de bienvenida y de despedida de funcionarios públicos así como de
embajadores de diversos países; escribir prólogos; participar en programas
televisivos, etc., etc. A todo ello Vicente Quirarte lo caracteriza como “el
circo literario” que les exige ocupar su puesto “en la función del día”. “Al
escritor no se le permite ser escritor. De él se espera además que profetice,
dictamine, redima.”
Hay autores que parecen disfrutar de esta exposición
mediática mientras que otros procuran por todos los medios huir de ella. Entre
estos últimos hay casos emblemáticos como el de Juan Carlos Onetti y tantos
otros. Vicente Quirarte cita el caso del escritor Edmund Wilson quien resolvió
cortar por lo sano con aquel acoso social.
Fatigado de las constantes
peticiones extraliterarias, Wilson lanzó la siguiente declaración de
principios.
Edmund Wilson
lamenta que le sea imposible:
1. Leer
manuscritos
2. Escribir
artículos o libros por encargo
3. Escribir
prólogos o introducciones
4. Hacer
declaraciones con fines publicitarios
5. Hacer
cualquier clase de trabajo editorial
6. Ser jurado
en concursos literarios
7. Conceder
entrevistas
8. Coordinar
cursos
9. Dictar
conferencias
10. Dar
pláticas o escribir discursos
11. Aparecer en
programas radiofónicos o televisivos
12. Tomar parte
en congresos de escritores
13. Responder
cuestionarios
14. Participar
en simposia o paneles de cualquier tipo
15. Donar
ejemplares de sus libros a bibliotecas
16. Autografiar
libros para extraños
17.
Proporcionar información literaria sobre su persona
18.
Proporcionar fotografías
19. Externar
opiniones sobre temas literarios
20. O de otra
índole
¿Así o más claro?
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