Contra lo que pudiera esperarse el
aburrimiento no es un tema aburrido y presenta aristas muy interesantes. Una de
ellas tiene que ver con los cambios que ha experimentado a lo largo de la
historia ya que en el pasado no fue cuestión particularmente relevante. Existen
diversas conjeturas respecto a cuándo irrumpió como aspecto digno de
consideración; Leszek Kolakowski propone una mirada en relación a ello.
No parece haber sido tema de los
textos literarios o filosóficos antes del siglo XIX, aunque ciertamente ya
existía el mundo. ¿Se aburrían los campesinos, en sus tradicionales poblados
primitivos, trabajando de sol a sol sólo para subsistir y sin moverse nunca del
pueblo? No tenemos manera de saberlo. Pero podemos suponer que incluso una vida
como la suya, sin perspectivas de cambio, casi fuera del tiempo, no debía de
provocar una sensación de aburrimiento constante. Siempre habría algo que se
saliese de la rutina: hijos que nacían, hijos que morían, vecinos que cometían
adulterio, sequías, tormentas, incendios e inundaciones. Todas estas cosas,
inesperadas y misteriosas, peligrosas o benignas, debían de aliviar la
monotonía de su existencia y hacerles sentir que sus vidas se hallaban entre
las garras de los imprevisibles caprichos del destino.
Existen
opiniones opuestas acerca del lugar que ocupa tanto el aburrimiento como su
vecino el ocio. Para Bertrand Russell “el aburrimiento es un gran tema para los
moralistas, porque después de todo, la mitad de los pecados se cometen por su
causa”; es así que desde esta perspectiva se lo identifica como el origen de
muchos de los males que afectan a la sociedad. También están los que se sitúan
en un punto medio, así según Alain “la ociosidad es la madre de todos los
vicios..., pero también de todas las virtudes”. En el otro extremo se sitúan
quienes opinan que estimula la innovación y agudiza el ingenio dado que las
grandes creaciones son deliberadas manifestaciones de rebeldía ante el
aburrimiento. Por cierto que éste puede llegar a mal término por lo que en
opinión de Federico Fellini “sólo se muere de aburrimiento”.
Las singularidades de cada sujeto mucho
tienen que ver con esta cuestión. Hay quienes se motivan con muy poca cosa así
como también aquellos que nacieron y morirán aburridos, independientemente del
tipo de eventos que desfile ante sus ojos. Carlos Maria Caron presenta un claro ejemplo de esta
última variante.
Ernesto Techuers, un antiguo vecino
mío, estudió la carrera de derecho hasta cuarto año, y a esa altura de la
carrera se dio cuenta de que con el derecho en nuestro país "no pasaba
nada". Entonces -por hacer algo distinto- se casó con una chica que había
heredado una muy valiosa casa en Palermo, pero como en Palermo "no pasaba
nada", hizo que la mujer vendiera la casa y -preocupado porque en la Argentina "no
pasaba nada"- se fue a España. Desde allí escribió al poco tiempo contando
que se iba a Francia porque en España "no pasaba nada", pero poco
tiempo después pasó a Inglaterra dado que -según escribió- en Francia "no
pasaba nada". Y así pasó a Alemania, y luego a Inglaterra, y más tarde a
Italia y Luxemburgo, pero allí tampoco (según escribió) "no pasaba
nada". Y así se recorrió toda Europa y parte de Asia y África, recalcando
en decepcionadas cartas, que en todos los lugares donde había estado "no
pasaba nada". Finalmente se le acabó la plata y se tuvo que volver a la Argentina , donde puso un
quiosquito en Lanús, pero como en Lanús "no pasaba nada” se fue al Sur,
desde donde volvió diciendo que en el Sur “no pasaba nada” y que iba a Chile, y
allí definitivamente le perdimos el rastro, sin que ninguno de cuantos lo
conocimos pudiéramos averiguar –ya que en ningún lado le pasaba nada a pesar de
que había estado entre las bombas de la
ETA , en medio del despelote del IRA, en la crisis de
Sudáfrica con la finalización del aparthaid, con leprosos y la Madre Teresa de
Calcuta- qué carajo quería Ernesto Techuers que por fin pasara.
Además
de la actitud apática de la persona, el aburrimiento se nutre de la rutina, de
lo previsible. De acuerdo con Gesualdo Bufalino incluso lo maravilloso puede
llegar a ser aburrido: “Por enésima
vez vuelve la primavera. A la larga el espectáculo aburre.” Verdaderos
privilegiados quienes mantienen su mirada inaugural, su respuesta de asombro
ante la reiteración de acontecimientos.
No sólo se trata de diferencias conceptuales sino que el
tema también asume connotaciones históricas, por lo que dejó de ser el tópico inexistente
o marginal que fuera en el pasado para ocupar un lugar central y protagónico en
la actualidad.
Vivimos en una sociedad del
entretenimiento y la diversión a la que quita el sueño el combate permanente al
aburrimiento, aunque a veces se haga con propuestas aún más aburridas que el
mismo aburrimiento.
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