En algunos partidos del campeonato mundial de futbol que por estos días
tiene lugar en Brasil, los jueces han anulado goles que fueron convertidos en
buena ley. Uno de las selecciones perjudicadas fue la de México a la que en su
partido con Camerún el juez le anuló dos goles (aun así ganaría por la mínima
diferencia).
No fue el caso, pero en situaciones como ésta los jugadores perjudicados suelen
reaccionar con tanta vehemencia que todavía encima les llueve sobre mojado y se
llevan además alguna tarjeta amarilla o, peor aún, roja. Es así que el gol
anulado con frecuencia afecta el ánimo de los jugadores y los 90 minutos de
juego son pocos para reponerse ante la adversidad.
Cuando un equipo se ve perjudicado por las decisiones de un silbante debería
imitar al patrono de los goles anulados:
el brasileño Zizinho. La crónica de Eduardo Galeano explica el hecho que
condujo al jugador a ese sitial de honor.
Fue en el Mundial del 50. En el partido contra
Yugoslavia, Zizinho, entreala de Brasil, hizo un gol bis.
Este señor de la gracia del fútbol había convertido un
gol de limpia manera y el juez lo había anulado injustamente. Entonces él lo
repitió igualito, paso a paso. Zizinho entró al área por el mismo lugar,
esquivó al mismo defensa yugoslavo con la misma delicadeza, escapando por la
izquierda como había hecho antes, y clavó la pelota exactamente en el mismo
ángulo. Después la pateó con furia, varias veces, contra la red.
El árbitro comprendió que Zizinho era capaz de repetir
aquel gol diez veces más, y no tuvo más remedio que aceptarlo.
Aquel mundial terminó muy mal para
Brasil. Zizinho ya no pudo anotar en la final (conocida como maracanazo) que, contra todo pronóstico,
ganó Uruguay 2 a 1.
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