Hay frases que al ir pasando
de boca en boca (o de pluma en pluma) se han ido transformando. Gabriel Zaid –reconocido
estudioso del tema-, proporciona algunos ejemplos.
Pocos han
leído a Lord Acton, pero muchos citan aquello de “El poder corrompe”, aunque la
frase (nunca publicada por el autor, sino escrita en una carta) es: “El poder
tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente” (Lord Acton, Essayhs
on freedom and power, ed. Gertrude Himmelfarb). Así también (incluso en
compilaciones respetables) hay dos o tres versiones diferentes de la frase de
George Santayana “Los que no pueden recordar el pasado están condenados a
repetirlo”, aunque consta en un libro (The life of reason).
Puede suceder que la expresión
en su versión difundida mejore notablemente la original, tal como precisa Zaid.
“De igual manera que una traducción puede mejorar el original (en Otras
inquisiciones, ‘Sobre el Vahtek de William Beckford’, Borges hace la
broma de que ‘El original es infiel a la traducción’), el texto original de
muchas frases célebres pueden ser decepcionante, frente a la cita de memoria.”
Por su parte Andrés Trapiello
alude a una cita que suele citarse en un sentido diferente al original. “(…) ‘con
la Iglesia hemos topado’ (…) Mucha gente cree [que el famoso caballero afirma
esto cuando junto a Sancho llega al Toboso], pero lo que dice don Quijote es ‘con
la Iglesia hemos dado’ al chocar con el edificio.”
También están aquellas frases
que se adjudican a autores totalmente inocentes al respecto. Hay casos en que
aun en el error se mantiene la fidelidad, tal como lo ilustra Zaid: “Ya no se
lee a Jean-Baptiste Say, pero se cita su famosa ley (‘La oferta crea su propia
demanda’), que nunca escribió, aunque es un buen resumen de su posición al
respecto (Thomas Sowell, Say’s Law: An historical análisis).” Eduardo
Galeano se interesa por una expresión que ha alcanzado gran difusión: “Don
Quijote jamás pronunció la más famosa de sus frases. ‘Ladran, Sancho, señal que
cabalgamos’ no figura en la obra de Cervantes. ¿Qué anónimo lector habrá sido
el autor?” (no faltaba razón a Enrique Jardiel Poncela cuando afirmaba que “el
Quijote es un libro del que todos hablan y que nadie lee”). La muy difundida
frase de “Dios dijo: ‘¡ayúdate que yo te ayudaré!” parece no estar en ningún
pasaje de la Biblia.
Para concluir merece citarse –y
aclaro que la atribución responde a la fuente original- a Jorge Ibargüengoitia
cuando afirmaba que “(…) el oficio de inventar frases célebres es mucho más
difícil y complicado que el de decirlas de chiripa”.
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