martes, 3 de enero de 2017

Los explicadores


Ya nos hemos referido a las resistencias que se originaron cuando apareció el cine en México (http://habladuriacronicasdelocotidiano.blogspot.mx/2011/10/las-resistencias-al-cine.html). Ahora le seguiremos la huella a los explicadores, quienes ocuparon un lugar muy importante a comienzos del siglo XX. Las primeras noticias acerca de ellos las tuvimos por parte de Jean-Claude Carrière –quien se desempañara como guionista junto a Luis Buñuel- y quien comenta: “Buñuel, que nació en 1900, con el surgimiento del cine, me contaba que cuando iba a Zaragoza a ver una película, en 1907 o 1908, había en ‘explicador’ que con un bastón aclaraba lo que estaba pasando en la pantalla.” Claro está que siempre -tal como sostiene Álvaro Loureiro- se supo que parte del éxito del cine radicaba en la claridad con que se presentara la trama.

La historia que se veía en la pantalla (…) confiaba (…) en el poder de las imágenes, tanto como para que la platea pudiese captar que los personajes, aunque no se los escuchara, hablaban. Tal es así que en buena parte de los casos no era ni siquiera necesario la inclusión más o menos continua de carteles explicativos: la composición de la escena y los rostros de los actores lo decían casi todo.

Pero hacerse diestro en las claves del lenguaje cinematográfico no fue tarea sencilla y así lo hace constar el mismo Carrière: “El nuevo lenguaje todavía no resultaba comprensible. No había sido asimilado.” Será en ese entorno cuando aparece la necesidad del explicador como queda de manifiesto en el testimonio del propio Luis Buñuel.

En 1908, siendo todavía un niño, descubrí el cine.
El local se llamaba “Farrucini”. Fuera, sobre una hermosa fachada con dos puertas, una de entrada y otra de salida, cinco autómatas de un organillo, provistos de instrumentos musicales, atraían bulliciosamente a los curiosos. En el interior de la barraca, cubierta por una simple lona, el público se sentaba en bancos. Conmigo iba siempre mi nurse, desde luego. Me acompañaba a todas partes, incluso a casa de mi amigo Pelayo, que vivía al otro lado del paseo. (...)
En aquella época, el cine no era más que una atracción de feria, un simple descubrimiento de la técnica. En Zaragoza, aparte el tren y los tranvías que ya habían entrado en los hábitos de la población, la llamada técnica moderna apenas había empezado a aplicarse. Me parece que en 1908 no había en toda la ciudad más que un solo automóvil y funcionaba por electricidad. El cine significaba la irrupción de un elemento totalmente nuevo en nuestro universo de la Edad Media.
En años sucesivos se abrieron en Zaragoza salas permanentes, con butacas o bancos, según el precio. Hacia 1914 había tres cines bastante buenos; el “Salón Doré”, el “Coiné” (nombre de un fotógrafo célebre) y el “Ena Victoria”. (...)
En los cines de Zaragoza, además del pianista tradicional, había un explicador que, de pie al lado de la pantalla, comentaba la acción. Por ejemplo:
-Entonces el conde Hugo ve a su esposa en brazos de otro hombre. Y ahora, señoras y señores, verán ustedes al conde sacar del cajón de su escritorio un revólver para asesinar a la infiel.

Dentro de los apoyos con que contaban los espectadores hay que considerar también a los letreros que permitían ubicarse en los tiempos en que transcurrían las secuencias. Otro hombre de cine, en este caso Fernando Fernán Gómez, ilustra el punto.

Mientras tanto...         
Un letrero con estas dos palabras aparecía frecuentemente en las viejas películas mudas. Indicaba que la acción de la escena que íbamos a ver a continuación había tenido lugar al mismo tiempo que la escena que concluía en ese momento, que ambas acciones eran simultáneas. El bueno y la chica, en el jardín, se miraban a los ojos con ternura y enlazaban sus manos; mientras tanto... el malo, en el despacho del palacio, lanzaba una insidiosa calumnia. O los malos habían secuestrado a la chica y la encerraban en una cueva; mientras tanto los buenos trabajaban en el rancho, ignorantes de todo.
Desde hace muchos años, desde el invento del cine sonoro, ya no suelen utilizarse letreros en el cine, en vista de lo cual guionistas y directores han decidido prescindir de las escenas simultáneas. Sin embargo, en la vida real siempre hay escenas que, dentro de un mismo argumento, son simultáneas.

Actualmente estamos más o menos familiarizados con el lenguaje cinematográfico pero hubo un tiempo en que las cosas fueron diferentes según lo describe Luis Buñuel.

El cine constituía una forma narrativa tan nueva e insólita que la inmensa mayoría del público no acertaba a comprender lo que veía en la pantalla ni a establecer una relación entre los hechos. Nosotros nos hemos acostumbrado insensiblemente al lenguaje cinematográfico, al montaje, a la acción simultánea o sucesiva e incluso al salto atrás. Al público de aquella época, le costaba descifrar el nuevo lenguaje.
De ahí la presencia del explicador.          

Cabe aclarar que no somos pocos los que con frecuencia y hasta la fecha, seguimos requiriendo de los buenos oficios de un explicador voluntario que nos aclare por dónde van las cosas.

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