Ya nos hemos referido a las resistencias
que se originaron cuando apareció el cine en México (http://habladuriacronicasdelocotidiano.blogspot.mx/2011/10/las-resistencias-al-cine.html).
Ahora le seguiremos la huella a los explicadores, quienes ocuparon un lugar muy
importante a comienzos del siglo XX. Las primeras noticias acerca de ellos las
tuvimos por parte de Jean-Claude Carrière –quien se desempañara como guionista
junto a Luis Buñuel- y quien comenta: “Buñuel, que nació en 1900, con el
surgimiento del cine, me contaba que cuando iba a Zaragoza a ver una película,
en 1907 o 1908, había en ‘explicador’ que con un bastón aclaraba lo que estaba
pasando en la pantalla.” Claro está que siempre -tal como sostiene Álvaro
Loureiro- se supo que parte del éxito del cine radicaba en la claridad con que
se presentara la trama.
La historia que se veía en la pantalla (…)
confiaba (…) en el poder de las imágenes, tanto como para que la platea pudiese
captar que los personajes, aunque no se los escuchara, hablaban. Tal es así que
en buena parte de los casos no era ni siquiera necesario la inclusión más o menos
continua de carteles explicativos: la composición de la escena y los rostros de
los actores lo decían casi todo.
Pero hacerse diestro en las claves del
lenguaje cinematográfico no fue tarea sencilla y así lo hace constar el mismo
Carrière: “El nuevo lenguaje todavía no resultaba comprensible. No había sido
asimilado.” Será en ese entorno cuando aparece la necesidad del explicador como
queda de manifiesto en el testimonio del propio Luis Buñuel.
En 1908, siendo todavía un niño,
descubrí el cine.
El local se llamaba “Farrucini”. Fuera,
sobre una hermosa fachada con dos puertas, una de entrada y otra de salida,
cinco autómatas de un organillo, provistos de instrumentos musicales, atraían
bulliciosamente a los curiosos. En el interior de la barraca, cubierta por una
simple lona, el público se sentaba en bancos. Conmigo iba siempre mi nurse,
desde luego. Me acompañaba a todas partes, incluso a casa de mi amigo Pelayo,
que vivía al otro lado del paseo. (...)
En aquella época, el cine no era más que
una atracción de feria, un simple descubrimiento de la técnica. En Zaragoza,
aparte el tren y los tranvías que ya habían entrado en los hábitos de la
población, la llamada técnica moderna apenas había empezado a aplicarse. Me
parece que en 1908 no había en toda la ciudad más que un solo automóvil y
funcionaba por electricidad. El cine significaba la irrupción de un elemento
totalmente nuevo en nuestro universo de la Edad Media.
En años sucesivos se abrieron en
Zaragoza salas permanentes, con butacas o bancos, según el precio. Hacia 1914
había tres cines bastante buenos; el “Salón Doré”, el “Coiné” (nombre de un
fotógrafo célebre) y el “Ena Victoria”. (...)
En los cines de Zaragoza, además del
pianista tradicional, había un explicador que, de pie al lado de la pantalla,
comentaba la acción. Por ejemplo:
-Entonces el conde Hugo ve a su esposa
en brazos de otro hombre. Y ahora, señoras y señores, verán ustedes al conde
sacar del cajón de su escritorio un revólver para asesinar a la infiel.
Dentro de los apoyos con que contaban
los espectadores hay que considerar también a los letreros que permitían
ubicarse en los tiempos en que transcurrían las secuencias. Otro hombre de
cine, en este caso Fernando Fernán Gómez, ilustra el punto.
Mientras
tanto...
Un letrero con estas dos palabras
aparecía frecuentemente en las viejas películas mudas. Indicaba que la acción
de la escena que íbamos a ver a continuación había tenido lugar al mismo tiempo
que la escena que concluía en ese momento, que ambas acciones eran simultáneas.
El bueno y la chica, en el jardín, se miraban a los ojos con ternura y
enlazaban sus manos; mientras tanto...
el malo, en el despacho del palacio, lanzaba una insidiosa calumnia. O los
malos habían secuestrado a la chica y la encerraban en una cueva; mientras tanto los buenos trabajaban en
el rancho, ignorantes de todo.
Desde hace muchos años, desde el invento
del cine sonoro, ya no suelen utilizarse letreros en el cine, en vista de lo
cual guionistas y directores han decidido prescindir de las escenas
simultáneas. Sin embargo, en la vida real siempre hay escenas que, dentro de un
mismo argumento, son simultáneas.
Actualmente estamos más o menos familiarizados
con el lenguaje cinematográfico pero hubo un tiempo en que las cosas fueron
diferentes según lo describe Luis Buñuel.
El cine constituía una forma narrativa
tan nueva e insólita que la inmensa mayoría del público no acertaba a
comprender lo que veía en la pantalla ni a establecer una relación entre los
hechos. Nosotros nos hemos acostumbrado insensiblemente al lenguaje
cinematográfico, al montaje, a la acción simultánea o sucesiva e incluso al
salto atrás. Al público de aquella época, le costaba descifrar el nuevo
lenguaje.
De ahí la presencia del explicador.
Cabe aclarar que no somos pocos los que
con frecuencia y hasta la fecha, seguimos requiriendo de los buenos oficios de
un explicador voluntario que nos aclare por dónde van las cosas.
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