martes, 10 de enero de 2017

Los clásicos


Es frecuente que se defina a los clásicos como aquellos que han derrotado al tiempo (envejecen bien al conservar su vigencia) y al espacio (se han difundido por muy diversos lugares). En una cultura caracterizada por la irrupción de la permanente novedad (que por lo mismo rápidamente deja de serlo), los clásicos conservan su lozanía. Así sucede en las diversas manifestaciones artísticas y Eduardo Chillida refiriéndose a Juan Sebastián Bach afirma: “Moderno como las olas, antiguo como la mar. Siempre nunca diferente, pero nunca siempre igual.” Mientras que par Roberto Bolaño

Un clásico, en su acepción más generalizada, es aquel escritor o aquel texto que no sólo contiene múltiples lecturas, sino que se adentra por territorios hasta entonces desconocidos y que de alguna manera enriquece (es decir, alumbra) el árbol de la literatura y allana el camino para los que vendrán después. Clásico es aquel que sabe interpretar y sabe reordenar el canon. Normalmente su lectura, según los bobitos, no es considerada urgente. También hay otros clásicos cuya principal virtud, cuya elegancia y vigencia, está simbolizada por la bomba de relojería, una bomba que no sólo recorre peligrosamente su tiempo sino que es capaz de proyectarse hacia el futuro.

En ellos conviven pasado y presente, dado que siempre tienen algo nuevo por decir tal como sostiene Carlos Monsiváis: “Un clásico, entre muchas otras cosas, es un libro leído por cada generación como si apenas se publicase, y no se determina por fechas de impresión sino por la cercanía o la distancia de sus lectores.” Por su parte para Ítalo Calvino “un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir”, lo que según Edith Wharton es explicable porque mantiene “cierta frescura imprescindible y eterna”; tal es el caso de Homero –de acuerdo con Lëdo Ivo- quien “cansado hace milenios de pertenecer a la vanguardia (…) sueña con ser un clásico”.
Los adultos los frecuentan con mayor asiduidad que los jóvenes (aunque cabe señalar la existencia de múltiples excepciones al respecto) y muchos son los reincidentes porque al decir de Clifton Fadiman “cuando vuelves a leer un clásico, no ves más de lo que ya viste en el libro; ves más en ti de lo que había antes”.

El que durante mucho tiempo estuviese mal visto –lo que parece estar pasando- no haber leído estas obras, dio lugar a juegos de simulación, a los que distintos autores han aludido en forma más o menos irónica. Así para Mark Twain clásico es “un libro muy encomiado por la gente, y que nadie ha leído”, mientras que para Chesterton se trata de “un escritor del que se puede hacer el elogio sin haberlo leído”.

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