Hay situaciones en
la vida en que lo intrascendente quita espacio a lo verdaderamente importante y
Alfonso Ussía da cuenta de un claro ejemplo de ello.
Cuando Sir
Alexander Fleming visitó Madrid, rindió una visita a la Facultad de Medicina.
Centenares de médicos y estudiantes le aclamaron en el Aula Magna. El inventor
de la Penicilina
-¿inventor o descubridor?-, leyó un discurso en español. Al finalizarlo, entre
ovaciones, hizo una pelota con las cuartillas y la lanzó a una papelera sita a
quince metros del estrado. Encestó limpiamente. Los estudiantes enloquecieron y
a punto estuvieron de sacar a hombros a Sir Alexander. No por la Penicilina , sino por el
enceste.
Ello le permite a Ussía concluir que: “La
juventud es así, caprichosa, imprevista y desconcertante. Hace del grano de
arena montaña altiva y de la más soberbia cumbre, sendero llano.”
Otra muestra de
ello es la que apunta Lottman (citado por Adolfo Bioy Casares): “Cuatro días
antes de la entrada de los alemanes en París, Simone de Beauvoir tropezó con
unos estudiantes que parecían incapaces de reprimir su júbilo, pues disfrutaban
de una fiesta inesperada: ‘un día de exámenes sin examen’.”
Cabe precisar que si bien los dos ejemplos
tienen como protagonistas a jóvenes,
esta forma de reaccionar no siempre (tal vez casi nunca) se quita al llegar la
madurez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario