martes, 4 de julio de 2017

Paso del tiempo


El tiempo de vida personal es un recurso limitado pero en la niñez, adolescencia y juventud no se tiene mayor conciencia de ello. A medida que pasa la vida, las cosas cambian y la persona adquiere conciencia que, como dice Sándor Márai, “tiene su tiempo, el tiempo designado para ella, (…) el tiempo que le corresponde vivir”.

Dentro de ciertos límites –que por supuesto no son menores- cada quien decide cómo quiere vivir, qué quiere hacer en el tiempo que le es dado, por lo que prioriza su lista de pendientes. Junto con la credencial de adulto mayor es factible que llegue un auto-luto anticipado, con una fuerte carga de nostalgia que deja entrever aquello que puede quedar por el camino. En el caso de Rosa Montero los libros –como no podía ser de otra manera- ocupan un lugar muy importante.

Me angustia demasiado el paso del tiempo, los muchos libros que me quedan por conocer y la porción de futuro que me resta, la cual, por larga que sea, siempre resultará insuficiente. Insuficiente para leer todo lo que ambicionas leer; para vivir todo lo que quieres vivir.

Todavía hay mucho por hacer cuando ya se ha vencido la garantía de fábrica y los materiales con que está hecha la vida –siempre siguiendo a Rosa Montero- hacen más explícitas sus deficiencias.

Porque la existencia está tejida en un material de mala calidad que se encoge con el uso, como esas camisetas baratas que metes inadvertidamente en la lavadora y que salen del tamaño de un pañuelo. Del mismo modo, la vida se nos achica a medida que vamos cumpliendo años, y nos aprieta en la sisa y nos clava las costuras en los lomos, y a poco que crezcas se te convierte en una pizca de nada, en un pañuelito, en un retal.

Ante ello, su sentencia es terminante: “la vida es mucho más pequeña que los sueños”.

Para esta etapa (que Germán Dehesa identificaba como el inicio de la temporada otoño-invierno de la existencia personal) en que por un lado los años por delante se hacen menos y por otra parte el tiempo transcurre más rápido, hay quienes recomiendan estar más atentos a su paso. Sin embargo Mariana Frenk se manifiesta contraria a ello por entender que podría llegar a ser contraproducente. “Se ha dicho que a partir de cierta edad hay que vigilar el tiempo. No estoy de acuerdo. Sintiéndose vigilado, el muy malvado es capaz de apresurarse aún más. Creo que lo mejor es ignorarlo hasta donde sea posible.”

Poco antes de su muerte, don Andrés Henestrosa que ya había sobrepasado los cien años de vida anunció su despedida de esta forma: “ya es tiempo de desandar lo andado, de recoger los pasos, para que cuando llegue la tan temida, nos encuentre prontos a partir, sin nada pendiente”.

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