Parece
ser que siempre están los mismos, sea que se trate de suplementos culturales, presentación
de libros, barra de programas ilustrados en radio y televisión, homenajes a
escritores, becas, etc. Nada nuevo. Aldous Huxley -con elegante ironía- hace ya
tiempo se adentraba en la cuestión.
La cultura, como lo ha puesto de manifiesto Emmanuel Berl
(…) se asemeja a la masa de conocidos que se acumulan en una gran familia y que
constituyen una propiedad común a todos sus miembros. “¿Recuerdas la
trompetilla acústica de tía Agatha?, ¿y el día en que Guillermo emborrachó al
loro con migas de pan empapadas en vino?, ¿y la excursión al lago Etive, cuando
la lancha se volcó y por poco se ahoga el tío Roberto?, ¿te acuerdas?”
La
cosa no se presenta fácil para quien sea ajeno a este mundo de iniciados y no
es que se quiera discriminar pero –siguiendo con Huxley- no queda de otra ante
la presencia de extraños y advenedizos.
Y todos nosotros, claro es que lo recordamos,
celebrándolo alegremente, y el desdichado forastero que ha caído por casualidad
en nuestra casa se siente completamente perdido.
(…) tendremos buen cuidado de que esas gentecillas que
han tenido la impertinencia de venirnos a visitar, de que esos miserables
parias que nunca han conocido al viejo tío V., tan sabio y prudente, tampoco lo
olviden nunca. Nosotros les recordaremos constantemente su carácter de
extranjeros.
Así
pues que para manejarse con soltura en este medio será requisito innegociable formar
parte de la gran familia de las gentes
cultivadas. Prosigue Aldous Huxley
Pues bien, he ahí lo que es la cultura, en su aspecto
social y mundano. Cuando nosotros, los miembros de la gran familia de las
gentes cultivadas nos encontramos, empezamos a cambiar recuerdos sobre el
abuelo Homero, sobre el viejo Dr. Johnson, la tía Safo y el pobre Juanito
Keats. “¿Os acordáis de aquella célebre ocurrencia del tío Virgilio? Sí;
aquello de Timeo Danaos… ¡Estupendo! No lo olvidaré nunca.” No; nunca lo
olvidaremos. (…)
Las más pintorescas figuras de la historia son tíos y tías
culturales nuestros. Si sabéis hablar documentalmente acerca de sus dichos y
hechos, no cabe duda que pertenecéis a la familia, que sois uno de sus
miembros.
Subraya
Huxley que el vínculo de la familia cultural con la prensa permite mantener
viva la memoria compartida.
Esta repetición incesante de los chismosos de la tribu
resulta tan agradable a los miembros de la gran familia cultivada, les procura
tal aureola de satisfecha superioridad, que un periódico como el Times encuentra muy útil emplear a un
redactor en la tarea exclusiva de hablarnos todas las mañanas de nuestros
queridos viejos tíos y tías culturales, y de sus encantadores amigos.
De
vez en cuando alguien logra cumplir con las formalidades que le permiten pasar
a formar parte de esta gran familia
cultivada en la que, claro está, no faltan pleitos, celos, rivalidades y
conflictos. Pero, ¿en qué familia no los hay?
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