jueves, 8 de febrero de 2018

El principio del fin


No cabe duda. Tanto la modernidad como las funestas influencias foráneas (¡siempre lo foráneo!) propiciaron el abandono de las buenas costumbres y con ello condujeron a la degradación social. Algo aparentemente menor como la bragueta de botones –describe Gregorio Doval- tuvo mucho que ver en esto.  

En opinión del filósofo Allen Edwards, la civilización occidental entró en franco declive moral desde que: “Los turcos introdujeron la bragueta de botones en Europa entre los siglos XVIII y XIX. Su propósito no era sólo facilitar el orinar, sino también posibilitar la fornicación y la violación”.

Apenas era el inicio ya que algo mucho peor llegaría –tal como lo relata el mismo Doval- a mediados del siglo XX.

Durante una excursión alpina en 1948, el montañero suizo George de Mestral se sintió molesto a causa de las cardenchas (o “arrancamoños”) que se adherían continuamente a sus pantalones y calcetines. Mientras las arrancaba, comprendió que tal vez fuera posible reproducir un dispositivo de cierre que compitiese con la cremallera, basado en aquellas bolas erizadas de púas. Animado por esa idea, consultó con diversos industriales, hasta que uno de ellos, establecido en Lyon, creyó factible el proyecto. Comenzaron a experimentar hasta dar con la solución. Y así, hacia 1950, se hizo realidad la primera cinta adhesiva de nailon: el velcro.

No hay comentarios: