No cabe duda. Tanto la modernidad como
las funestas influencias foráneas (¡siempre lo foráneo!) propiciaron el abandono de las buenas costumbres y con ello condujeron a la degradación social. Algo
aparentemente menor como la bragueta de botones –describe Gregorio Doval- tuvo
mucho que ver en esto.
En opinión del filósofo Allen Edwards,
la civilización occidental entró en franco declive moral desde que: “Los turcos
introdujeron la bragueta de botones en Europa entre los siglos XVIII y XIX. Su
propósito no era sólo facilitar el orinar, sino también posibilitar la
fornicación y la violación”.
Apenas era el inicio ya que algo
mucho peor llegaría –tal como lo relata el mismo Doval- a mediados del siglo
XX.
Durante una excursión alpina en 1948, el
montañero suizo George de Mestral se sintió molesto a causa de las cardenchas
(o “arrancamoños”) que se adherían continuamente a sus pantalones y calcetines.
Mientras las arrancaba, comprendió que tal vez fuera posible reproducir un
dispositivo de cierre que compitiese con la cremallera, basado en aquellas
bolas erizadas de púas. Animado por esa idea, consultó con diversos industriales,
hasta que uno de ellos, establecido en Lyon, creyó factible el proyecto.
Comenzaron a experimentar hasta dar con la solución. Y así, hacia 1950, se hizo
realidad la primera cinta adhesiva de nailon: el velcro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario