martes, 14 de agosto de 2018

Rivalidades entre bibliófilos


Con tantos libros leídos ya podrían haber dejado atrás celos, envidia, competencia; pero no es el caso. Nada de esto sucede con los bibliófilos tal como José Luis Melero -autoridad en la materia- lo pone de manifiesto. Antes que nada delimita el campo de conflicto.  

Las enemistades suelen surgir del roce, de los trabajos comunes, de las aficiones compartidas. Por eso será difícil que yo me enemiste, ay, con Naomi Watts, con un castrador de pollos o con un coleccionista de recuerdos militares del Tercer Reich.

Y acepta ser protagonista en el tema que nos ocupa.

En cambio no es improbable que pueda llegar a despertar animadversión entre ciertos bibliófilos tan disparatados y pintorescos como uno mismo. De hecho, cuando madrugaba para bajar al Rastro, había uno, todavía más loco que yo, con quien nunca crucé palabra, que cuando me veía llegar me miraba de forma torva, como diciendo: “ya está aquí ese otra vez, ya tengo competidor”.

Para ilustrar con un ejemplo estas rivalidades, José Luis Melero recurre a lo que cuenta otro gran conocedor de la materia.

El gran librero Pedro Vindel contó en sus memorias una legendaria enemistad entre bibliófilos: la que mantuvieron Pedro Sánchez de Toca, marqués de Somió –quien llegó a albergar en su biblioteca de la calle Serrano más de 50.000 libros-, y el bibliógrafo y médico de la Armada Juan Manuel Sánchez, el más grande bibliófilo aragonés de todos los tiempos. Nació esa enemistad el día en que este último vio que en el taller de encuadernación de Arias estaban encuadernando dos ejemplares del catálogo de la biblioteca del marqués de Jerez de los Caballeros, que por su corta tirada todavía no había podido adquirir. Preguntó Sánchez a Arias sobre la procedencia de esos ejemplares y este le confesó que eran de Somió. Pidió entonces al encuadernador que le transmitiera al marqués su deseo de que le cediera uno de aquellos libros en las condiciones que quisiera fijar. La respuesta de don Pedro cuando Arias le comunicó la propuesta de Juan Manuel Sánchez fue demoledora: “Le dice usted al señor Sánchez que si él tiene un millón de pesetas yo también lo tengo, y que, además, poseo dos ejemplares de una obra de la cual él no tiene ninguno”.

El resultado no pudo ser otro: “La enemistad, claro, fue de por vida.”

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