jueves, 23 de mayo de 2019

Mercedes Pinto/1


Ninguna vida es una vida cualquiera, pero es que la de Mercedes Pinto…

Nace el 12 de octubre de 1883 en Tenerife y años después un acontecimiento, al que alude Raquel Capurro, marcará definitivamente su existencia

(…) su primer matrimonio, allá en Tenerife, su ciudad natal, en donde se casó, en 1909, con el catedrático de la Escuela Náutica de Santa Cruz y capitán de marina mercante don Juan M. Foronda. La noche de bodas abrió ya un tiempo trágico de violencia que años después ella misma nos dará a conocer.
Digamos que aquello que se destaca en la violencia física y psíquica de la que fue objeto por parte de su marido son los celos enloquecidos que él puso de manifiesto.

De momento dejamos esta cuestión de lado que retomaremos en un próximo artículo.

Estando en Madrid un hecho fortuito la llevó a sustituir a Carmen de Burgos, Colombine (a quien ya hemos referido en este espacio) como oradora en un evento público; esto será una de las causas de su salida de España en 1923 tal como lo señala Eduardo Galeano.

Ella había cometido el sacrilegio de dictar una conferencia en la Universidad de Madrid cuyo título ya la hacía insoportable: El divorcio como medida higiénica.
El dictador Miguel Primo de Rivera la mandó llamar. Habló en nombre de la Iglesia católica, la Santa Madre, y en pocas palabras le dijo todo:
-Usted se calla, o se va.
Y Mercedes Pinto se fue.
A partir de entonces, su paso creativo, que despertaba el piso que pisaba, dejó huella en Uruguay, en Bolivia, en Argentina, en Cuba, en México...

¿Por qué elige Uruguay como destino? El documento de convocatoria al encuentro “Presencia de Mercedes Pinto en Uruguay” en el Centro Cultural de España en noviembre de 2008, da cuenta de ello.

La elección de Uruguay como destino se fundamentó en una red de amistades con intelectuales y pintores uruguayos iniciada en Madrid y, sobre todo, por la confianza en un país "modelo" en su desarrollo y que contaba, entre otros avances sociales, con la Ley de divorcio desde 1907. Este último punto le concernía en particular; puesto que durante casi diez años Pinto padeció una sostenida situación de violencia doméstica en su matrimonio sin solución jurídica.

A su arribo a Uruguay inmediatamente se relacionó con personalidades del ámbito cultural, encontrando de esa manera un lugar adecuado –tal como lo precisa el documento mencionado- para desarrollar sus actividades.

En Montevideo desarrolla una activa vida cultural desde su arribo, siendo -por ejemplo- la única mujer en la redacción del diario "El Día". En este medio escribirá sobre distintos tópicos incluída la crítica de arte (cabe destacar su interés por la obra de Rafael Barradas a quien conoció en las tertulias madrileñas) y, muy especialmente, sobre las actividades artísticas realizadas por mujeres (Juana de Ibarbourou, Gabriela Mistral, Alfonsina Storni, Susana Soca y otras).

Mujer de coraje e iniciativa fundó la Casa del Estudiante, importante centro cultural de gran incidencia en la formación de muchos artistas; de ello da testimonio Alberto Candeau, quien con el paso del tiempo se convertirá en una celebridad dentro del elenco de la Comedia Nacional.

Cuando me desprendí del cordón umbilical de mis veredas y esquinas, conocí la Casa del Estudiante, peña creada por una gran mujer llamada Mercedes Pinto, que, dejó una secuela cultural muy importante en nuestro país.
Su casa estaba ubicada en Minas y Guayabo; después de pasar el clásico zaguán, bordeado por dos puertas, se desembocaba en un patio de baldosas, allí hileras de sillas conformaban la platea donde nos sentábamos para escuchar a conferencistas, poetas, autores y actores de nuestro medio.
Ahí vi por primera vez a un joven delgado y elegante, que usaba corbata moñita, recitando con voz sonora y rica, eco que no parecía que saliera de esa figura estilizada y simpática, era nuestro querido amigo, Santiaguito Gómez Cou que iniciaba así sus primeros escarceos teatrales.

Al parecer la Casa del Estudiante tuvo dos locales y uno de ellos estuvo en la calle Minas (donde después se estableció la Comisaría 6ª). Allí se presentaron, entre otros intelectuales destacados, nada menos que Alfonsina Storni, Luigi Pirandello, Rabindranath Tagore y Ramón Gómez de la Serna. Este último -tal como era su costumbre y de acuerdo al relato de Manuel de Castro- no pasó desapercibido.

La visita de Gómez de la Serna fue realizada con desusada originalidad como correspondía a tan raro ingenio, quien se presentó vistiendo un traje albinegro, mitad de hombre y mitad de mujer, de sugerencias surrealistas. Los colores de tan extraño atavío hacían juego con el de las baldosas, de dominó, de la Casa del Estudiante. Allí el famoso autor de Automoribundia y Greguerías, hizo derroche de ingenio y donosura, revolucionando el ámbito tranquilo de aquel refugio de soñadores e intelectuales, con su lujo verbal, la audacia de sus conceptos y metáforas y la visión inédita y sorpresiva de seres y cosas, a través de una extraordinaria sensibilidad. Al terminar, fue asediado por el público y todos le rodearon para observar de cerca la arbitrariedad de su traje y también para gozar de su jocunda presencia.

El mismo Manuel de Castro comenta que Mercedes Pinto asistía frecuentemente a distintos eventos artísticos, “(…) los días de algún estreno importante en el Teatro Solís, aparecía por el Tupí Nambá, con su atuendo españolísimo, la escritora Mercedes Pinto, con toda su familia, siempre sonriente y dicharachera”. Y a continuación nos permite conocer el grupo de sus amigos.

Una vez (…) a la salida del Teatro Solís, y luego de detenerse en el Tupí Nambá unos instantes, dio en invitarnos para comer al día siguiente un “cocido” a la española en la Casa del Estudiante (…) Fuimos de la partida Alfredo y Esther de Cáceres, Felisberto Hernández, José María Podestá, Enrique Dieste, y el que suscribe, agregándose después Juan M. Filartigas y el pintor Alfredo De Simone. Era un día de verano excesivamente caluroso y nos instalamos en el patio del fondo, que resguardaba un tupido parral. Mientras se preparaba el “cocío”, Mercedes Pinto iba y venía desde la cocina al patio, cambiando frases con nosotros y descuidando la mayor de las veces el menester culinario a su exclusivo cargo. Resultado: la carne salió recocida en extremo y los garbanzos duros. Pero, de igual modo –vino mediante- le hicimos los honores al clásico plato español.

Al terminar la comida, la sobremesa se prolongó –continúa de Castro- con una tertulia en la que el sueño venció a Felisberto.

Al terminar el almuerzo, la dueña de casa nos instó para que escuchásemos una tragedia en tres actos y un prólogo que acababa de terminar, so pretexto de aquel ágape cordial que reunía a tantos amigos dilectos. Todos aprobamos su idea, a pesar del calor sofocante y del “cocío” ingerido. Pero hete aquí que, después de la lectura del primer acto, Felisberto Hernández, que estaba sentado a mi vera, se durmió ostensiblemente. De tanto en tanto, yo le propinaba algunos golpes por debajo de la mesa y entonces abría los ojos somnolientos, miraba a la lectora y (se) volvía a dormir. Entonces recurrí a los codazos para despertarlo y siendo sorprendido en tal actitud por Mercedes Pinto, esta me dijo, muy suelta:
-Puede usted dejarlo dormir. No lo incomode. Es la tercera vez que Felisberto escucha mi obra.

Seguramente el ambiente artístico en que crecieron fue fundamental para que en los hijos de la escritora también prendiera la vena artística. Cuenta Manuel de Castro

Bajo la influencia del ambiente de la Casa del Estudiante, cargado de electricidad lírica, he aquí que su hija Ana María de Foronda (proveniente de su primer matrimonio), en los albores de la juventud (…) dio a luz (…) un libro de cuño francamente ultraísta, modalidad poética que predominaba por aquellos tiempos (…)
De este modo, madre e hija, representaban en el propio hogar y por ende en la Casa del Estudiante, dos tendencias líricas dispares, sin que riñeran por ello, pues en poesía cada una rumbeaba por su lado, dada la liberalidad de Mercedes Pinto.

La obra de la escritora comprendió diversos géneros: entrevistas, poesía, ficción, drama, etc, tal como afirma Manuel de Castro.

(…) su novela Él (1926); luego, como derivación natural del interesante y vívido argumento de esta obra, compuso otra obra, Ella, que complementa su ciclo narrativo, sin contar algunos cuentos aparecidos en distintos diarios y revistas de la capital y su constante labor periodística. Además, trajo de Madrid un pequeño libro de poemas titulado Brisas del Theide (1924), de sensibilidad delicada y sobrio de expresión. Como buena española, era muy teatrera, haciendo algunas incursiones en tal género (…) Pero, su modalidad predominante fue la narrativa.

(Sospechamos una inexactitud al señalar 1924 como fecha de edición de Brisas del Theide porque si lo “trajo de Madrid” –como consigna- para ese entonces ya estaba viviendo en Uruguay; posiblemente ese libro haya sido editado unos años antes).

Por su parte Ana Sharife subraya el protagonismo que alcanzó como luchadora social. “Mercedes Pinto desarrolló una intensa actividad como oradora y dramaturga, manifestándose como una gran defensora de los derechos de las mujeres, la clase obrera, y la modernización de la educación.” Su labor fue respaldada por el gobierno uruguayo. “El país la nombra representante del Gobierno, convirtiéndose en la primera mujer oradora de un gobierno latinoamericano. La activista en defensa de los derechos de las mujeres y la innovación en la enseñanza de los niños recorre gran parte del continente ofreciendo charlas con las que conquistaba a su auditorio.”

Su lucha por la defensa de los derechos de las mujeres no se limitó a conferencias, presentación de obras y notas periodísticas. Al respecto Raúl E. Barbero recuerda que hacia 1930 Mercedes Pinto era la conductora de un programa radial en CX26: los monólogos de Sor Suplicio.

Seguiremos con el tema.

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