Ninguna vida es una vida cualquiera,
pero es que la de Mercedes Pinto…
Nace el 12 de octubre de 1883 en Tenerife y años después un acontecimiento, al que alude Raquel Capurro, marcará definitivamente su existencia
(…) su primer matrimonio, allá en
Tenerife, su ciudad natal, en donde se casó, en 1909, con el catedrático de la
Escuela Náutica de Santa Cruz y capitán de marina mercante don Juan M. Foronda.
La noche de bodas abrió ya un tiempo trágico de violencia que años después ella
misma nos dará a conocer.
Digamos que aquello que se destaca en la
violencia física y psíquica de la que fue objeto por parte de su marido son los
celos enloquecidos que él puso de manifiesto.
De momento dejamos esta cuestión de lado
que retomaremos en un próximo artículo.
Estando en Madrid un hecho fortuito la
llevó a sustituir a Carmen de Burgos, Colombine
(a quien ya hemos referido en este espacio) como oradora en un evento público;
esto será una de las causas de su salida de España en 1923 tal como lo señala Eduardo
Galeano.
Ella había cometido
el sacrilegio de dictar una conferencia en la Universidad de Madrid cuyo título
ya la hacía insoportable: El divorcio como medida
higiénica.
El dictador Miguel
Primo de Rivera la mandó llamar. Habló en nombre de la Iglesia católica, la
Santa Madre, y en pocas palabras le dijo todo:
-Usted
se calla, o se va.
Y Mercedes Pinto se
fue.
A partir de
entonces, su paso creativo, que despertaba el piso que pisaba, dejó huella en
Uruguay, en Bolivia, en Argentina, en Cuba, en México...
¿Por
qué elige Uruguay como destino? El documento de convocatoria al encuentro “Presencia
de Mercedes Pinto en Uruguay” en el Centro Cultural de España en noviembre de
2008, da cuenta de ello.
La elección de Uruguay como destino se
fundamentó en una red de amistades con intelectuales y pintores uruguayos
iniciada en Madrid y, sobre todo, por la confianza en un país
"modelo" en su desarrollo y que contaba, entre otros avances
sociales, con la Ley de divorcio desde 1907. Este último punto le concernía en
particular; puesto que durante casi diez años Pinto padeció una sostenida
situación de violencia doméstica en su matrimonio sin solución jurídica.
A
su arribo a Uruguay inmediatamente se relacionó con personalidades del ámbito
cultural, encontrando de esa manera un lugar adecuado –tal como lo precisa el
documento mencionado- para desarrollar sus actividades.
En Montevideo desarrolla una activa vida
cultural desde su arribo, siendo -por ejemplo- la única mujer en la redacción
del diario "El Día". En este medio escribirá sobre distintos tópicos
incluída la crítica de arte (cabe destacar su interés por la obra de Rafael
Barradas a quien conoció en las tertulias madrileñas) y, muy especialmente,
sobre las actividades artísticas realizadas por mujeres (Juana de Ibarbourou,
Gabriela Mistral, Alfonsina Storni, Susana Soca y otras).
Mujer
de coraje e iniciativa fundó la Casa del Estudiante, importante centro cultural
de gran incidencia en la formación de muchos artistas; de ello da testimonio Alberto
Candeau, quien con el paso del tiempo se convertirá en una celebridad dentro del
elenco de la Comedia Nacional.
Cuando me desprendí del cordón umbilical
de mis veredas y esquinas, conocí la
Casa del Estudiante, peña creada por una gran mujer llamada
Mercedes Pinto, que, dejó una secuela cultural muy importante en nuestro país.
Su casa estaba ubicada en Minas y Guayabo;
después de pasar el clásico zaguán, bordeado por dos puertas, se desembocaba en
un patio de baldosas, allí hileras de sillas conformaban la platea donde nos
sentábamos para escuchar a conferencistas, poetas, autores y actores de nuestro
medio.
Ahí vi por primera vez a un joven
delgado y elegante, que usaba corbata moñita, recitando con voz sonora y rica,
eco que no parecía que saliera de esa figura estilizada y simpática, era
nuestro querido amigo, Santiaguito Gómez Cou que iniciaba así sus primeros escarceos
teatrales.
Al parecer la Casa del Estudiante tuvo
dos locales y uno de ellos estuvo en la calle Minas (donde después se
estableció la Comisaría 6ª). Allí se presentaron, entre otros intelectuales
destacados, nada menos que Alfonsina Storni, Luigi Pirandello, Rabindranath
Tagore y Ramón Gómez de la Serna. Este último -tal como era su costumbre y de
acuerdo al relato de Manuel de Castro- no pasó desapercibido.
La
visita de Gómez de la Serna
fue realizada con desusada originalidad como correspondía a tan raro ingenio,
quien se presentó vistiendo un traje albinegro, mitad de hombre y mitad de
mujer, de sugerencias surrealistas. Los colores de tan extraño atavío hacían
juego con el de las baldosas, de dominó, de la Casa del Estudiante. Allí el famoso autor de Automoribundia y Greguerías, hizo derroche de ingenio y donosura, revolucionando el
ámbito tranquilo de aquel refugio de soñadores e intelectuales, con su lujo
verbal, la audacia de sus conceptos y metáforas y la visión inédita y
sorpresiva de seres y cosas, a través de una extraordinaria sensibilidad. Al
terminar, fue asediado por el público y todos le rodearon para observar de
cerca la arbitrariedad de su traje y también para gozar de su jocunda
presencia.
El mismo Manuel de Castro comenta que Mercedes
Pinto asistía frecuentemente a distintos eventos artísticos, “(…)
los días de algún estreno importante en el Teatro Solís, aparecía por el Tupí
Nambá, con su atuendo españolísimo, la escritora Mercedes Pinto, con toda su
familia, siempre sonriente y dicharachera”. Y a continuación nos permite
conocer el grupo de sus amigos.
Una
vez (…) a la salida del Teatro Solís, y luego de detenerse en el Tupí Nambá
unos instantes, dio en invitarnos para comer al día siguiente un “cocido” a la
española en la Casa
del Estudiante (…) Fuimos de la partida Alfredo y Esther de Cáceres, Felisberto
Hernández, José María Podestá, Enrique Dieste, y el que suscribe, agregándose
después Juan M. Filartigas y el pintor Alfredo De Simone. Era un día de verano
excesivamente caluroso y nos instalamos en el patio del fondo, que resguardaba
un tupido parral. Mientras se preparaba el “cocío”, Mercedes Pinto iba y venía
desde la cocina al patio, cambiando frases con nosotros y descuidando la mayor
de las veces el menester culinario a su exclusivo cargo. Resultado: la carne
salió recocida en extremo y los garbanzos duros. Pero, de igual modo –vino
mediante- le hicimos los honores al clásico plato español.
Al
terminar la comida, la sobremesa se prolongó –continúa de Castro- con una tertulia
en la que el sueño venció a Felisberto.
Al
terminar el almuerzo, la dueña de casa nos instó para que escuchásemos una
tragedia en tres actos y un prólogo que acababa de terminar, so pretexto de
aquel ágape cordial que reunía a tantos amigos dilectos. Todos aprobamos su
idea, a pesar del calor sofocante y del “cocío” ingerido. Pero hete aquí que,
después de la lectura del primer acto, Felisberto Hernández, que estaba sentado
a mi vera, se durmió ostensiblemente. De tanto en tanto, yo le propinaba
algunos golpes por debajo de la mesa y entonces abría los ojos somnolientos,
miraba a la lectora y (se) volvía a dormir. Entonces recurrí a los codazos para
despertarlo y siendo sorprendido en tal actitud por Mercedes Pinto, esta me
dijo, muy suelta:
-Puede
usted dejarlo dormir. No lo incomode. Es la tercera vez que Felisberto escucha
mi obra.
Seguramente
el ambiente artístico en que crecieron fue fundamental para que en los hijos de
la escritora también prendiera la vena artística. Cuenta Manuel de Castro
Bajo
la influencia del ambiente de la
Casa del Estudiante, cargado de electricidad lírica, he aquí
que su hija Ana María de Foronda (proveniente de su primer matrimonio), en los
albores de la juventud (…) dio a luz (…) un libro de cuño francamente
ultraísta, modalidad poética que predominaba por aquellos tiempos (…)
De
este modo, madre e hija, representaban en el propio hogar y por ende en la Casa del Estudiante, dos
tendencias líricas dispares, sin que riñeran por ello, pues en poesía cada una
rumbeaba por su lado, dada la liberalidad de Mercedes Pinto.
La
obra de la escritora comprendió diversos géneros: entrevistas, poesía, ficción,
drama, etc, tal como afirma Manuel de Castro.
(…)
su novela Él (1926); luego, como
derivación natural del interesante y vívido argumento de esta obra, compuso
otra obra, Ella, que complementa su
ciclo narrativo, sin contar algunos cuentos aparecidos en distintos diarios y
revistas de la capital y su constante labor periodística. Además, trajo de Madrid
un pequeño libro de poemas titulado Brisas
del Theide (1924), de sensibilidad delicada y sobrio de expresión. Como
buena española, era muy teatrera, haciendo algunas incursiones en tal género (…)
Pero, su modalidad predominante fue la narrativa.
(Sospechamos
una inexactitud al señalar 1924 como fecha de edición de Brisas del Theide porque si lo “trajo de Madrid” –como consigna- para
ese entonces ya estaba viviendo en Uruguay; posiblemente ese libro haya sido
editado unos años antes).
Por su parte Ana Sharife subraya el
protagonismo que alcanzó como luchadora social. “Mercedes Pinto desarrolló una
intensa actividad como oradora y dramaturga, manifestándose como una gran
defensora de los derechos de las mujeres, la clase obrera, y la modernización
de la educación.” Su labor fue respaldada por el gobierno uruguayo. “El país la
nombra representante del Gobierno, convirtiéndose en la primera mujer oradora
de un gobierno latinoamericano. La activista en defensa de los derechos de las
mujeres y la innovación en la enseñanza de los niños recorre gran parte del
continente ofreciendo charlas con las que conquistaba a su auditorio.”
Su lucha por la defensa de los derechos
de las mujeres no se limitó a conferencias, presentación de obras y notas
periodísticas. Al respecto Raúl E. Barbero recuerda que hacia 1930 Mercedes
Pinto era la conductora de un programa radial en CX26: los monólogos de Sor Suplicio.
Seguiremos con el tema.
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