En el artículo anterior subrayamos el
hecho que el matrimonio de Mercedes Pinto con Juan de Foronda la marcaría en
forma decisiva; a ese respecto Juan Vera -siguiendo la investigación de Alicia
Llarena- afirma: “Desde la misma noche de bodas descubre en su marido un extraño
que intentará apartarle, excluirle de la sociedad y que desarrollará una
paranoia celotípica que desencadenó, pronto, en episodios de vejaciones,
humillaciones y maltratos.”
A consecuencia de ello, unos años
después toma distancia de su esposo y con sus tres hijos (María Mercedes –que
más adelante sería conocida en el mundo artístico como Pituka-, Ana María y
Juan Francisco –muerto a muy temprana edad-) se establece en Madrid donde -continúa
Vera- “conocerá a su segundo marido, el abogado madrileño Rubén Rojo, junto al
que tiene un hijo (Rubén) y, embarazada del segundo (Gustavo, que nacería
durante la travesía en el barco alemán “Cretel” que salió de Lisboa con destino
a Montevideo). Años después, ambos hermanos también serán actores.
A partir de lo vivido en su primer
matrimonio, Mercedes Pinto escribe una novela con claros rasgos autobiográficos
a la que tituló “Él” (una versión sostiene que el título original fue “Pensamientos”),
escrita en Madrid y publicada por primera vez en Montevideo (1926). En relación
a esta obra dice Raquel Capurro
(…) inspirado en sus desavenencias
conyugales y en la singularidad de los trastornos mentales de su ex cónyuge: el
libro, muy exitoso, fue prologado por el psiquiatra español Gregorio Marañón y
su colega uruguayo Santín Carlos Rossi. El diseño de portada correspondió al
plástico, también uruguayo, Alfredo de Simone.
Después de su estadía en Uruguay (en la
que abundamos en el artículo anterior), así como de breves estancias en otros
países latinoamericanos, Mercedes Pinto y familia se radican en México.
Pues bien, hace unos días en una
librería de viejo en ciudad de México tuvimos la agradable sorpresa de
encontrar un ejemplar de esta novela (Mercedes Pinto. Él. Prólogo de Rubén Romero. México, Editorial B. Costa-Amic, 3ª.
Ed., 1948).
Era día de suerte porque resultó que además
el libro tiene una dedicatoria -fechada en 1971- de la autora para Rosángela [Balbó], actriz
italiana que radicara muchos años en México.
En las primeras páginas Mercedes Pinto realiza
un sentido ofrecimiento de su obra.
Dedico este libro a la memoria de mi
adorado Juan Francisco, el hijo que fue compañero de mi vida andariega y
luchadora, sostén de mi espíritu, confidente de todos mis momentos, guardador
de mis más íntimos secretos, y tortura taladradora y eterna de mis horas desde
su desaparición, en los días cruentos de mi extraña odisea.
A ti, Juan Francisco de Foronda y Pinto,
que fuiste para mí, amigo más que hijo, consagraré los aplausos y las bondades
que la crítica y los hombres de la tierra, tengan en el curso de mi vida para
mí.
Por cierto que el prólogo del reconocido
escritor y diplomático mexicano J. Rubén Romero tiene algunas peculiaridades
que ahora omitimos y que seguramente comentaremos en otra oportunidad.
Asimismo la autora añade un pequeño
preámbulo.
Unas palabras necesarias
Este libro, escrito en Madrid y
publicado por primera vez en Montevideo, llevaba en sus páginas un latido de
rebeldía y un grito denunciador de opresiones y torturas en la carne y en el
espíritu…
Fue concebido este libro en horas de
dolor para mí y también para mi pueblo…
Por eso quise que apareciese como
emparedado en opiniones diversas de sociólogos y psiquíatras, de místicos y liberales…
Las siguientes ediciones, efectuadas en
varios países latinoamericanos, surgieron en épocas diferentes, en las que
llegué a creer y esperar que una nueva vida más comprensiva y más buena para
todos se extendería por la tierra.
En esta cuarta edición [cabe aclarar que
según la portada se trata de la tercera edición] –que lleva un prólogo del gran
escritor mexicano Rubén Romero, mi admirado y dilecto amigo, el mundo ha vuelto
a tomar un extraño y desolado aspecto que presagia represiones, intolerancias y
nuevos dolores, sobre todo para la mujer, que en tantos países continúa
irredenta.
A los ojos de hoy llama poderosamente la
atención que la novela quede emparedada
–al decir de la propia autora- entre consideraciones del Dr. Santín Carlos
Rossi (profesor de Psiquiatría de Montevideo) y el epílogo del Dr. Julio Camino
Galicia (psiquíatra español e hipnotista). En el primer caso se trata de un
profesional ampliamente reconocido mientras que en el segundo, tal vez por su
trabajo como hipnotista, las opiniones se encuentran divididas entre quienes lo
consideran un brillante médico y quienes lo tachan de hábil vendedor de humo.
Como dato adicional digamos que el Dr. Camino Galicia (quien entre otros
lugares trabajó en el manicomio de Ciempozuelos donde estuvo internado Juan de
Foronda) era el hermano mayor del poeta León Felipe, de quien se encontraba
totalmente distanciado. Según Aquilino Sánchez Nodal
León Felipe, publica “La Higuera
Maldita”, incluye en el prólogo una especial dedicatoria a su hermano: -“Al
doctor X que escudriña en las pobres cabezas enfermas y olvida,
lamentablemente, el corazón. Al doctor X y a todos los hombres secos como él,
que se alzan en la tierra sin caridad y sin amor, como este árbol siniestro,
como esta higuera maldita, en el yermo”. En 1935 León Felipe publica su primera
antología de “La Higuera”, en esta edición ya no se incluye el prólogo satírico
de la anterior.
Pero volvamos a la novela de Mercedes
Pinto. Esta tercera edición (y suponemos que lo mismo sucedió con la primera)
se cierra con una serie de comentarios
sumamente elogiosos hacia la obra realizados por personalidades de España,
Argentina y Uruguay, de la talla de Gregorio Marañón, Alfredo Palacios, Fernán
Silva Valdés, Juana de Ibarbourou, Jules Supervielle, Alberto Zum Felde y
Orestes Baroffio. Ejemplifiquemos el tenor de ellos, transcribiendo el de Juana
de Ibarbourou
Admirable tu libro, tan dolorido, tan
impresionante. ¡Tan bien hecho! Originalísimo, además, es un triunfo en todo
sentido, Mercedes.
Este libro ha de darte satisfacciones
completas.
Seguiremos con el tema.
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