martes, 18 de junio de 2019

La Caucana


Si no fuera por José Jiménez Lozano jamás me hubiera enterado de su existencia.

Una vez, hace años, oí decir a un guarda del pinar de un pueblo de Burgos que en su familia todo había ido de mal en peor desde que a un tatarabuelo suyo le habían sentado “en la Caucana”, y cuando le pregunté que qué era la Caucana, me contestó: “una silla que al que sentaban allí ya no levantaba cabeza”; pero no pudo dar más explicaciones.

Como Jiménez Lozano no es hombre de darse por vencido así nomás, decidió prestar atención al asunto y descubrió que la Caucana fue un procedimiento que permitió aliviar la forma de castigos usuales en el pasado.

Ahora, viendo papeles del XVIII, me encuentro con que un clérigo reformador del Seminario de Orihuela, que tomó posesión de su cargo, el 9 de julio de 1738, hizo algunas recomendaciones sobre los castigos corporales: la disciplina, la férula y la palmeta, prohibiendo que se dieran “puñadas” y pellizcos. Y añade que, en vez de esos castigos físicos, se podrá “muchas veces” emplear “la afrenta y el sonrojo”, y señala la manera: “haciéndolos poner una corona o carma, o que se sienten en el banquillo llamado Caucana y que allí les canten algunos versos de mofa y afrenta”.

Cabe recordar que durante mucho tiempo los pugilatos académicos constituyeron un procedimiento escolar para alcanzar lo que hoy llamaríamos la excelencia académica. Pues bien, a los vencidos en estas lides también se los sentaba en el referido banquillo.

A partir de aquí –de acuerdo con Jiménez Lozano- todo son preguntas en relación al tema.

¿Se llamaría también en otras partes “la Caucana” a un procedimiento de afrenta pública? Y lo tremendo es que, como se ve, era el viento del espíritu ilustrado que venía si no a desterrar sí a regular los castigos físicos y a sustituirlos por una afrenta: afortunadamente “las orejas de burro”, se imagina uno, poco más que pura chacota entre estudiantes de la que el primero en reírse sería el que ocupaba “la Caucana”.
¿Se llamaba así al banquillo de los acusados inquisitoriales en alguna parte? No lo he encontrado nunca, aunque tenemos pocos testimonios de los autillos de pueblo y, por lo que conocemos, parece que consistieron en acudir a misa en el presbiterio, sentados en un banquillo como de zapatero, desde luego, y con una vela en la mano.

Al fin que todos los días se aprende algo nuevo y seguramente usted ya tiene una amplia lista de personajes cuyos actos los convierten en serios candidatos a ser enviados a la Caucana cívica emplazada en diversos lugares con amplia concurrencia de público.

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