jueves, 27 de junio de 2019

Recuerdo de adolescencia


En la adolescencia la vida se vive de otra manera por lo que esta etapa se encuentra regida por una brújula existencial muy diferente a la de los adultos. Y esto acontece hoy al igual que en el pasado; Michel Tournier ofrece a manera de ejemplo una vivencia personal a ese respecto.

Si tuviera que evocar un recuerdo de nuestra adolescencia, sin duda elegiría aquella representación de Las moscas de Sartre, un domingo por la tarde de 1943 en el Théatre de la Cité (alias Sarah-Bernhardt).
El papel de Júpiter lo representaba Charles Dullin. De repente, dirigiéndose a Orestes, exclama: “¡Joven, no incrimine a los dioses!”

A esa altura de la función se presentó la emergencia.

En aquel momento, las sirenas de París se pusieron a aullar. Cayó el telón y se encendieron las luces. Evacuaron la sala según mandaba el reglamento, y se dieron unos vales a los espectadores para que regresaran después de la alarma.

Así las cosas Tournier y sus amigos, como buenos adolescentes, reaccionaron a su manera.  

Todo el mundo se metió en los refugios subterráneos menos nosotros, naturalmente. A los dieciocho años, uno está por encima de tales eventualidades. Hacía un sol radiante. Nos paseamos por un París absolutamente desierto: la noche en pleno día. Y empezaron a llover las bombas. La RAF apuntó a las fábricas Renault de Billancourt, no había mucho peligro de que la isla de la Cité resultara afectada. En cambio, la DCA alemana entró en acción, y la metralla de obús empezó a caer peligrosamente sobre nosotros. Vimos cómo las aguas del Sena se llenaban de burbujas. Nosotros despreciamos el fenómeno olímpicamente. No dedicamos ni media palabra a tan mediocre incidente. Sólo atendimos a las disputas de Júpiter y Orestes, víctimas de las “moscas”.

Transcurrido un rato el peligro pasó; continúa Michel Tournier con su testimonio.

Al cabo de media hora, las sirenas anunciaban el fin de la alarma, y regresamos al teatro. Se levanta el telón. Júpiter-Dullin sigue ahí. Exclama por segunda vez: “¡Joven, no incrimine a los dioses!”

Concluye su evocación con una nota profundamente emotiva por aquellos amigos que ya no están.

Imágenes de nuestra juventud, que se desmorona a grandes trozos cada año, con la marcha de este, luego aquel, y después el otro. Évelyne, Michel Foucault, François Châtelet, Karl Flinker, Gilles Deleuze, os veo a todos reunidos al otro lado del río, confabulando sin mí. Sé que me estáis esperando. ¡Paciencia, compañeros, ya voy, ya voy!

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