miércoles, 18 de septiembre de 2019

Timidez de los árboles


Todo hacía pensar que la timidez era propia y exclusiva de los seres humanos, sin embargo -de acuerdo a lo que señala Emilio Sánchez Hidalgo en un artículo publicado en El País el 22 de abril de este año- se trata de un error.
Hay árboles cuyas ramas dejan de crecer cuando están a punto de tocar a las de su vecino. Es un  fenómeno que se conoce como timidez de los árboles y cuya explicación científica no está del todo clara. 
(…) el botánico francés Francis Hallé considera que este fenómeno tiene una explicación genética. "La forma de la copa nunca es aleatoria; cada árbol tiene su programa específico de desarrollo, controlado por genes", dice en su artículo Arquitectura de los árboles, en Boletín de la Sociedad Argentina de Botánica. Hallé diferencia en dos tipos de árboles, los unitarios y los reiterados. Los primeros dominan el entorno y los segundos se adaptan. "La reiteración es un progreso, es una forma más moderna y más eficaz de crecer, que se ha generalizado a la mayoría de nuestros árboles", añade.
Este descubrimiento no es reciente, había sido observado con anterioridad tal como lo denota un texto de Michel Tournier.
Hace veinticinco años planté dos abetos en mi jardín. Medían un metro cincuenta y los coloqué a diez metros de distancia el uno del otro. Ahora deben medir unos quince metros, y sus ramas inferiores pronto se tocarán. Pero si los observo a cierta distancia, compruebo que no han crecido en línea recta. A pesar de la distancia que los separa, han crecido ligeramente al bies, como para separarse el uno del otro. Es como si cada árbol emitiera unas ondas repelentes destinadas a los demás árboles. Se lo comenté al encargado de un vivero. Me confirmó que sólo crecen hermosos los árboles plantados aisladamente, con un espacio a su alrededor prácticamente infinito para expandirse. 
A partir de la experiencia y de la conversación entablada con el jardinero, Tournier extiende sus consideraciones: “Sí, los árboles se odian entre sí. El árbol es orgullosamente individualista, solitario, egoísta”, lo que le permite enunciar ciertas suposiciones. 
Así comprendí la angustia que emana de las selvas. La selva significa la promiscuidad forzosa de un campo de concentración. Todos esos árboles apretados unos contra otros sufren y se detestan. El aire selvático está impregnado de ese odio vegetal. Es el aire que infesta los pulmones del paseante y le encoge el corazón. Hay un antiguo proverbio que dice que los árboles impiden ver el bosque. ¿No habría que decir igualmente que el bosque impide ver los árboles? (…)
El árbol no soporta la selva, porque necesita viento y sol.
En el artículo mencionado al inicio de estas líneas Sánchez Hidalgo se remonta a la raíz del fenómeno.
El botánico australiano Maxwell Ralph Jacobs fue el primero en hablar del término "timidez de los árboles" (crown shyness en inglés). Fue en su libro Hábitos de crecimiento del eucalipto (1955). Sostiene que este fenómeno se produce por la abrasión de unas hojas contra otras cuando se rozan por el viento.
Una vez más es posible concluir que siempre queda mucho por aprender.

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