viernes, 3 de abril de 2020

Consejos para escritores


Ya hemos visto que los instructivos para ser buen escritor suelen tener escasos o nulos resultados. Ahora nos vamos a referir a otra cosa, a las sugerencias que ofrecen algunos escritores a quienes quieran incursionar en este arte.

A la pregunta obligada de ¿qué se necesita para escribir o para escribir bien?, Juan José Millás responde: “Talento y deseo. Con frecuencia, el talento es hijo del deseo.” Mientras que para William Faulkner “un escritor necesita tres cosas: experiencia, observación e imaginación”. Por su parte Miguel Delibes apunta lo que no se necesita: Para escribir un buen libro no considero imprescindible conocer París ni haber leído el Quijote. Cervantes cuando lo escribió, aún no lo había leído.”

En cuanto al inicio del texto, Marcelo Cohen lo dice todo al tiempo que no dice nada: Que el origen del relato sea una tenue melodía.” Alejandro Zambra comparte de manera sintética la forma en que trabaja “(…) yo escribo boceteando, sin planes, a la espera de una frase que no siempre llega. Pero a veces la frase llega y llama a otra y así”. Pero para que la frase llegue será necesaria –de acuerdo a José Jiménez Lozano- una buena dosis de paciencia.

La larga paciencia que precisa la escritura, y el don que se te hace cuando por fin se puede escribir están expresados estupendamente en Kafka: “No es preciso que salgas de tu casa. Sigue sentado a tu mesa y escucha. No escuches siquiera, sólo espera. Ni siquiera esperes, quédate absolutamente silencioso y solo, el mundo vendrá a ofrecérsete a ti para que le desenmascares: extasiado ante ti, se retorcerá”.
No sé, quizás solo se trate de que en medio de esa soledad y ese silencio haya un relámpago, que aparezca un rostro, que oigas claro lo que en mucho tiempo sólo has oído en un susurro ininteligible.

Todo escritor anhela que el lector lo acompañe hasta el final de su libro, que no deserte a mitad de camino. Para ello siempre será conveniente tener en cuenta lo expresado por Voltaire: “El único género que no está permitido es el aburrido.”
En otro orden de cosas, Truman Capote –citado por José Jiménez Lozano- reconoce que el momento crucial en su trayectoria fue cuando entendió la diferencia entre escribir y escribir bien.

Escribí relatos de aventuras, novelas de crímenes, comedias satíricas, cuentos que me habían referido antiguos esclavos y veteranos de la Guerra Civil. Al principio fue muy divertido. Dejó de serlo, cuando averigüé la diferencia entre escribir bien y mal; y, luego, hice otro descubrimiento más alarmante todavía: la diferencia entre escribir bien y el arte verdadero; es sutil pero brutal.
Y no puede faltar un clásico en este tipo de recomendaciones: dejar descansar el texto, tal como señala Ana Arzoumanian.

Siempre sucede la misma recomendación: dejar descansar el texto antes de convertirlo en libro. En las conversaciones entre amigos escritores, con editores: lo mejor, dejar dormir el texto. Cerrar las persianas de la tarde, correr las cortinas y propiciar a que el texto sueñe su sueño.

Sabida es la distancia entre lo que se debe hacer y lo que se hace; Arzoumanian no es ajena a ello. “Nunca hice caso a esa recomendación. Nunca pude.”

Finalmente, con la lucidez y precisión que lo caracteriza, Gabriel Zaid recomienda a los escritores ser cuidadosos con la economía en el tiempo de lectura.

Que un escritor dedique dos horas a ahorrarle un minuto al lector es absurdo, si el texto es un recado a su secretaria. Pero, si se trata de un libro con 12 mil lectores, cada minuto representa un beneficio social de 200 horas, frente a un costo de dos: el beneficio es cien veces mayor que el costo.

Se trata de mostrar respeto por el tiempo del lector y Zaid finaliza su análisis en forma contundente. “El costo de leer se reduciría muchísimo si los autores y los editores respetaran más el tiempo del lector. Si no se publicaran los textos que tienen poco que decir, o están mal escritos, o mal editados.”

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