jueves, 4 de junio de 2020

Hablemos de ovnis


Hace unos días hablaba con una amiga y me comentaba que ante tantos acontecimientos difíciles que vivimos en estos tiempos lo único que faltaría sería una invasión de extraterrestres. Por mi parte comenté que tal como andan las cosas por aquí, no tendría inconveniente alguno en rendirme con una actitud muy poco heroica al no oponer ningún tipo de resistencia.

A partir de aquella plática evoqué la experiencia de Wislawa Szymborska con el avistamiento de ovnis.

Todos nosotros sin excepción deseamos de vez en cuando vivir una experiencia inolvidable. Ser testigos de algo o, al menos, ser uno de los que afirma haber estado allí. Yo misma he asistido al nacimiento de tales chismorreos. En una ocasión, hace ya tiempo, volvía con una persona del cine. Era una noche muy hermosa y ya habían salido las estrellas; por eso, nos detuvimos un momento y comenzamos a señalar dónde estaba la Osa Mayor, dónde la Menor, o si aquello tan grande y brillante era Venus o Marte. Al poco nos dimos cuenta de que, junto a nosotros, se había congregado un grupo de personas que no paraba ad aumenta y que también señalaba con excitación cosas en el cielo. Al día siguiente comenzó a circular por Cracovia el rumor de que un OVNI había sobrevolado la ciudad, y que en Las Wolski, un bosque cercano, aún se podía ver un hoyo tremendo en el suelo como prueba del aterrizaje.

Pero la llegada de ovnis, según Woody Allen, es altamente improbable por el tan actual tema del costo-beneficio.

El doctor Brackish Menzies, que trabaja en el Observatorio del Monte Wilson, o que está bajo observación en el Hospital Psiquiátrico del Monte Wilson (no queda claro en la carta) afirma que aun desplazándose a una velocidad próxima a la de la luz, los viajeros necesitarían millones de años para llegar hasta aquí, incluso desde el sistema solar más cercano, y habida cuenta de los espectáculos que se representan en Broadway, la excursión no valdría la pena.

Pero volviendo a lo que cuenta Szymborska, veremos que el final es poco feliz.

La verdad es que se trata de una historia graciosa y un tanto triste al mismo tiempo. ¿Hace falta realmente creer en los OVNIS para detenerse alguna vez a observar el cielo? Sin los extraterrestres, el cielo sigue siendo el mayor espectáculo que la vida puede ofrecernos.

La invitación queda formulada.

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