lunes, 29 de junio de 2020

Perdedores


Vivimos tiempos en que se rinde culto al éxito, a los ganadores, al tiempo que fracasar o ser perdedor conduce al estigma social y para saber la diferencia entre uno y otro habrá que recurrir al mercado de valores vigente, que dicta las condiciones que se deben reunir para ser exitoso así como describe el perfil del derrotado.

Más allá del énfasis que el tema tiene en la actualidad, no se trata de nada nuevo y frente a tal estado de cosas se levantaron tanto voces de ayer como la de San Juan de la Cruz:

He resuelto perder, y he ganado todo

como de hoy, en versión de Michel Tournier:

Un “triunfador” debe preguntarse con valentía: “¿Cuántas manos sucias he tenido que estrechar para llegar donde estoy?”

Al valorar la vida de Jesús con esos criterios, no cabe duda que como sostiene Carlo M. Martini –citado por Georg Sporschill- estamos ante un perdedor

Si arrojamos una mirada al sermón de la montaña, nos desvela lo siguiente: ¿a quién declara Jesús dichosos? No a los vencedores, sino a los perseguidos. No a los felices, sino a los tristes. No a los que poseen bienes, sino a los pobres y a los hambrientos. No a los adaptados, sino a los maltratados. (…)
La vida de Jesús culmina en la cruz. Él pagó su compromiso con la vida.

Y Martini concluye -retomando el pensamiento de San Juan de la Cruz- afirmando que “tal vez haya que renunciar al éxito para tener éxito”.

Por otro lado -según Simon Leys- el Quijote, en tanto ilustre perdedor sólo podía aparecer en un entorno cristiano.

En su búsqueda de fama inmortal, don Quijote sufrió repetidas derrotas. Como se negó obstinadamente a adaptar “la inmensidad de su deseo” a “la pequeñez de la realidad”, fue condenado al fracaso perpetuo. Sólo una cultura basada en “una religión de perdedores” podía producir un héroe como él.

¿Será entonces que el precio para ser triunfador consiste en adaptar la inmensidad del deseo a la pequeñez de la realidad? Ante ello reacciona Leys parafraseando a Bernard Shaw en cuanto a que “el hombre de éxito se adapta al mundo. El perdedor insiste en intentar adaptar el mundo a él. Así que todo progreso depende del perdedor.”

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