Vivimos
tiempos en que se rinde culto al éxito, a los ganadores, al tiempo que fracasar
o ser perdedor conduce al estigma social y para saber la diferencia entre uno y
otro habrá que recurrir al mercado de valores vigente, que dicta las
condiciones que se deben reunir para ser exitoso así como describe el perfil
del derrotado.
Más allá del énfasis que el tema tiene en la
actualidad, no se trata de nada nuevo y frente a tal estado de cosas se levantaron
tanto voces de ayer como la de San Juan de la Cruz:
He
resuelto perder, y he ganado todo
como de hoy, en versión de Michel Tournier:
Un “triunfador” debe preguntarse con valentía:
“¿Cuántas manos sucias he tenido que estrechar para llegar donde estoy?”
Al
valorar la vida de Jesús con esos criterios, no cabe duda que como sostiene
Carlo M. Martini –citado por Georg Sporschill- estamos ante un perdedor
Si arrojamos una mirada al sermón de la montaña, nos
desvela lo siguiente: ¿a quién declara Jesús dichosos? No a los vencedores,
sino a los perseguidos. No a los felices, sino a los tristes. No a los que
poseen bienes, sino a los pobres y a los hambrientos. No a los adaptados, sino
a los maltratados. (…)
La
vida de Jesús culmina en la cruz. Él pagó su compromiso con la vida.
Y Martini concluye -retomando el pensamiento de San
Juan de la Cruz- afirmando que “tal vez haya que renunciar al éxito para tener
éxito”.
Por
otro lado -según Simon Leys- el Quijote, en tanto ilustre perdedor sólo podía
aparecer en un entorno cristiano.
En su búsqueda de fama inmortal, don Quijote sufrió
repetidas derrotas. Como se negó obstinadamente a adaptar “la inmensidad de su
deseo” a “la pequeñez de la realidad”, fue condenado al fracaso perpetuo. Sólo
una cultura basada en “una religión de perdedores” podía producir un héroe como
él.
¿Será entonces
que el precio para ser triunfador consiste en adaptar la inmensidad del deseo a
la pequeñez de la realidad? Ante ello reacciona Leys parafraseando a Bernard
Shaw en cuanto a que “el hombre de éxito se adapta al mundo. El perdedor
insiste en intentar adaptar el mundo a él. Así que todo progreso depende del
perdedor.”
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