miércoles, 22 de julio de 2020

Faraones de la radiación


Como estamos acostumbrados a los grandes números hay noticias que pasan desapercibidas porque tratan de cifras menores pero hay quienes no están dispuestos a dejarse ganar por la resignación o la indiferencia. Un ejemplo de ello es José Jiménez Lozano para quien aquel suceso, seguramente publicado en un texto perdido en las páginas interiores del periódico, no pasó inadvertida.

En Brasil, dos cadáveres de personas, muertas de radiación atómica, en uno de tantos accidentes de las absolutamente seguras centrales nucleares, han sido enterrados en ataúdes de plomo a una gran profundidad.
Es posible que, en torno a su sepultura, por algún que otro fallo estadísticamente inevitable, se produzcan algún día fenómenos extraños. Pero, en cualquier caso, estos dos muertos serán dos testigos seguros, el Día del Juicio o Crisis de la estupidez y la iniquidad de este mundo.

El entierro de esas personas anónimas -prosigue Jiménez Lozano- remite al de grandes personajes de la historia debido a que “los ataúdes pesaban cada uno seis mil kilos: han enterrado a esos desgraciados con mayor cuidado y terror que a los antiguos Faraones.”

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