Para expresar rebeldía en los regímenes totalitarios
hay que valerse de lo que se puede. Y lo que se puede en estos casos es muy
poco. Tal lo que sucedía -según José Andrés Rojo- en España durante el franquismo.
“La juventud que en los cincuenta se rebela contra el franquismo no solo
cuestiona radicalmente sus políticas, sino que se alza también contra la
atmósfera asfixiante que impuso el nacionalcatolicismo.” Es así como de a poco
comenzó a verse un marcado cambio en la forma de vestir de los jóvenes.
[Javier] Pradera y sus amigos fueron haciendo lo que
hacían todos, “cambiar de hábitos, cambiar de costumbres, y, sobre todo,
cambiar de ropa para abandonar por fuera lo que intentaban abandonar por
dentro”, explica [Jordi] Gracia.
Había que pintar raya, manifestar que se tomaba
distancia de la homogeneidad impuesta y patrocinada desde el poder. Concluye José
Andrés Rojo que Jordi García
(…) observa que se trataba de “una afirmación
ensanchada de rebeldía explícita, era negar la evidencia de pertenecer a un
mundo caduco y católico, era el rechazo a ser pasado para inventarse el futuro
sin conocer la letra pequeña, capciosa y a veces dolorosa, de esa informalidad
irreverente”.
Dicen que el origen de la palabra elegante tiene que
ver con quien sabe elegir, seguramente eso era lo que reivindicaban aquellos
jóvenes elegantes que tal vez vestían atuendos que parecieran no serlo.
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