martes, 4 de agosto de 2020

Séver


De que en este mundo hay para todos lo gustos no cabe la menor duda y con frecuencia aparecen, en momentos impredecibles, situaciones que así lo comprueban. Juan José Millás nos permite conocer una de sus vivencias al respecto.

Estoy en una librería, firmando ejemplares de mi última novela, cuando una mujer me pide que se la dedique a Zurc Yram. Levanto la cabeza para observar sus rasgos, pues pienso que será, no sé, pakistaní o afgana, pero es como de aquí, como de mi calle. Una mujer mediterránea que se llama Zurc Yram.

Allí pudo haber concluido aquel encuentro, pero la curiosidad del escritor pudo más.

Me doy cuenta de que está esperando que le pregunte de dónde viene ese nombre. Se lo pregunto, en efecto, porque soy una persona dócil.
-¿Y ese nombre? –digo.
-Es Mary Cruz al revés –dice ella.
Entonces, sin que yo se lo pida, me explica que a ella todas las cosas le gustan al revés. Todas: lleva el forro de la chaqueta por fuera, el zapato izquierdo en el pie derecho, y les ha dado también la vuelta a los pantalones vaqueros. Ya había notado al primer golpe de vista algo raro, pero al detenerme ahora en los detalles siento una punzada de temor en el estómago.
-Soy capaz de hablar hacia atrás –dice ahora, mientras le entrego el libro dedicado y firmado.
-Enhorabuena –digo yo, urgiéndola con un gesto a que deje paso al siguiente.

Concluye Millás su relato: “Por la noche, en la cama, cuando cierro los ojos, me viene a la cabeza el rostro de Zurc Yram y el miedo regresa intacto. Zurc Yram, qué vida.”

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