lunes, 31 de agosto de 2020

Última voluntad


Diferentes artículos publicados en este espacio han puesto de manifiesto que Oliver Sacks fue un médico poco común. Por si queda alguna duda al respecto, aquí va una muestra más de sus tantos actos de arrojo, orientados por su tan peculiar forma de practicar la medicina.

(…) Otra paciente del pabellón, ciega y paralizada, se estaba muriendo de una rara enfermedad llamada neuromielitis óptica o enfermedad de Devic. Cuando se enteró de que yo tenía una moto y vivía en Topanga Canyon, expresó un último deseo especial: quería que la llevara a dar una vuelta en la moto, a subir y bajar por las curvas de Topanga Canyon Road.

Cualquier galeno ortodoxo hubiese denegado con vehemencia ese absurdo deseo, pero Oliver Sacks no era cualquiera.

Llegué al hospital un domingo con tres colegas culturistas, y conseguimos secuestrar a la paciente y amarrarla de manera segura en el asiento de atrás de la moto. Me puse en marcha despacio y la llevé por la carretera de Topanga, tal como ella deseaba.

Obviamente que a la hora de volver debió enfrentar las consecuencias de su acción tan ajena al protocolo médico. “Cuando regresamos se armó un escándalo, y creí que me despedirían en el acto. Pero mis colegas y la paciente hablaron en mi favor, y aunque me amonestaron severamente, no me despidieron.” De alguna manera -afirma Sacks- lo uno se compensaba con lo otro. “Por lo general, yo era más o menos una vergüenza para el departamento de neurología, pero también alguien de quien podían presumir -era el único residente que había publicado artículos científicos-, y creo que eso me salvó el cuello en varias ocasiones.”                                                  

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