Diferentes
han sido, en el transcurso del tiempo, los caminos para ir al encuentro con
Dios; uno de estos senderos -al que recurrieron diversas religiones y filosofías-
es el vacío. Según Antonio Pau “(…) el gran exaltador cristiano del vacío y de
la nada es el maestro Eckhart, místico alemán del siglo XIII.” Añade Pau que
Eckhart define al pobre de espíritu -modelo de
cristiano- como “aquel que nada quiere, nada sabe y nada tiene” (…), excluye
también la presencia divina: “Ruego a Dios que me vacíe de Dios” (…). Porque si
el alma contuviera a Dios, ya no sería nada. Y para Eckhart hay que
pasar por la nada para llegar al todo y fundirse en Uno.
Ahora bien, según Antonio Pau la teología de
Eckhart tuvo un claro antecedente. “Es indudable que Eckhart había leído el
libro de la beguina Margarita Porete El espejo de las almas simples y
anonadadas (1295), que fue traducido inmediatamente al latín, al inglés y
al italiano.” Sin embargo -y de acuerdo con Pau- sus destinos fueron
diferentes.
Aunque sostuvieron ideas muy semejantes,
Margarita Porete fue quemada viva por la Inquisición (junto a su propio libro),
no tanto por herejía, como por la osadía de que una mujer, pese a sus naturales
limitaciones intelectuales, se atreviera a escribir sobre cuestiones
teológicas, mientras que Eckhart no pasó de ser condenado por herejía.
Además del escándalo mencionado en cuanto a que
una mujer incursionara en el campo de la teología a finales del siglo XIII, el
autor ya citado añade otra posible explicación de la diferencia de desenlace en
estas dos vidas: “No hay que olvidar que el inquisidor Guillaume Humbert era
dominico, como el propio Eckhart.”
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