Las empresas turísticas organizan sus
recorridos hasta en los mínimos detalles. No cabe duda que viajar en grupo
puede tener sus ventajas pero la de la rigurosidad en los tiempos establecidos seguramente
no es una de ellas.
A ello alude Miguel Delibes: “El paseo
sistematizado conlleva el riesgo de asfixiar su interés entre las mallas del
plan preconcebido. Las normas, los horarios fijos, suponen una ortopedia
embarazosa para el viajero; constituyen un atentado contra su libertad.” Esta
manera de planificar los paseos deja muy poco espacio para el asombro.
Uno desconoce en qué lugar y en qué
momento saltará la liebre de la sorpresa y, por descontado, cuántas horas,
cuántos días o cuántos meses requerirá su persecución. Nadie puede predecir el
tiempo que nos reclamará una visita a una reducción araucana de los Andes o un
recorrido por la catedral de Burgos.
Y concluye con un recordatorio irrefutable:
“La sensibilidad no puede acomodarse a los relojes y no olvidemos que cada par de
ojos escrutadores recrean el mundo.”
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