Hay frases que resultan inolvidables. Escasas palabras que permanecen en estado latente y que a la menor provocación reaparecen con fuerza.
Ejemplo de ello es lo que me sucede con la pregunta con que concluye una breve crónica de la que da cuenta Fernando Butazzoni.
En 1983 u 84 yo estoy en Suecia y llega
un escritor sudafricano, Breyten Breytenbach. Un poeta muy importante, blanco y
de orígenes acomodados, que estuvo nueve años preso en las cárceles
sudafricanas acusado de colaborar en la lucha contra el apartheid.
Butazzoni no desconocía las condiciones
de aquellas prisiones.
Yo tenía alguna información sobre las
cárceles sudafricanas, famosas por el horror. Hablo con él, un señor que estaba
muy bien, y le pregunto cómo hizo para sobrevivir.
Y es entonces cuando aquella breve y
estremecedora historia concluye con una pregunta. Una pregunta que sigue
acompañando a Butazzoni y seguramente a muchos de los lectores de aquella historia.
Me dijo una cosa que me dejó pensando
hasta hoy: “¿Y a usted qué le hace pensar que yo sobreviví?”.
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