En un extremo están aquellos que no ven lo que miran,
porque como afirma el dicho: pasan sin ver. En el otro, se sitúan quienes a
partir de un simple vistazo pueden tener una visión completa de la persona, lugar
o suceso del que se trate. Entre uno y otro estamos la mayoría de las personas.
En relación a esta cuestión, Henry James -citado por
José Jiménez Lozano- ofrece un ejemplo de alguien con mirada privilegiada.
Recuerdo a una
novelista inglesa, una mujer genial quien me contó que le alabaron mucho la
impresión que había sabido dar en uno de sus relatos sobre la naturaleza y
forma de vida de la juventud protestante francesa. Le preguntaron dónde había
aprendido tanto sobre estos seres recónditos, y ella se había congratulado de
sus propias oportunidades.
Pero,
y aquí viene lo sorprendente, los trazos directos que pudo recoger estuvieron
lejos, muy lejos, de ser algo especial.
Estas oportunidades
consistían en que una vez, en París, cuando subía por una escalera, había
pasado frente a una puerta abierta donde, en casa de un Pastor, unos jóvenes
protestantes estaban sentados alrededor de la mesa, una vez terminada la comida.
De un vistazo captó el cuadro; sólo duró un momento, pero ese momento fue una
experiencia. Había captado una impresión personal directa y había formado su
modelo…
Fue
a partir de la escasa información obtenida que la escritora completó su cuadro.
De acuerdo con Henry James aquella novelista inglesa “estaba adornada con la
facultad de recoger ciento por uno” y fue gracias a dicho atributo que
[pudo] imaginar lo
desconocido por lo conocido, de averiguar la implicación de las cosas, de
juzgar el todo por una parte, la cualidad de sentir la vida en general tan
intensamente, que va bien encaminado para conocer cualquier rincón especial de
ella.
Sin
dejar de tener en cuenta los grandes beneficios que esa habilidad aporta al
artista, José Jiménez Lozano advierte también sobre sus riesgos.
Sí, así es; y es algo
misterioso: como un don; pero fácilmente traicionable. Y se traiciona, cuando
el escritor por su cuenta dice que hay más de lo que hay, que ha oído más de lo
que ha oído, y visto más de lo que ha visto.
Por
tanto es conveniente que al poder de la mirada, el artista agregue un poco de mesura
para que aquella capacidad de recoger el ciento por uno no termine traicionando
a su obra.
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