viernes, 19 de agosto de 2022

La triste historia de Sandow

 

Una vez más es Wislawa Szymborska quien, en unas pocas líneas, nos permite conocer al personaje y sus circunstancias.

“A Sandow le dio calabazas una muchacha que, además, le dijo de golpe y porrazo: ‘Tus brazos y tu hundida caja torácica me parecen repugnantes…’.”

¿Tanto esfuerzo para nada?, ¿litros de sudor tirados a la calle?, porque “(…) Sandow se entregó en cuerpo y alma a su caja torácica y a sus extremidades. Tras algunos años de entrenamiento con pesas consiguió un cuerpo escultural.”

Cabe suponer que la joven pudo haber sucumbido a los encantos de otro pretendiente con más horas de gimnasio, con mayor disciplina en el entrenamiento, con un cuerpo más trabajado…

No. La realidad fue muy diferente.

La muchacha, poco después, se casó con un delgaducho normal y corriente, del cual se enamoró, pues ya se sabe: el amor es ciego. Y, mientras Sandow se ejercitaba en el suelo sin cesar, levantando la pierna derecha o la izquierda y extendiendo alternativamente sus brazos en horizontal, la muy ingrata daba a luz a su alfeñique tercer hijo, encantada de que se pareciese tanto a su padre.

Llegados a este punto Szymborska se compadece del joven que fuera contrariado en su deseo amoroso.

Después de todo, meditando sobre el destino de Sandow, he llegado a sentir un sincero afecto por él. Su insensata tenacidad, esa con la que desarrolló todos sus músculos (entre otros, el deltoides y el glúteo, el serrato mayor y el pectoral mayor, el abdominal oblicuo y el músculo tibial anterior), nunca le ha causado el menor daño a nadie, y eso ya es mucho en este poco amable mundo.

A manera de conclusión: cuidarse de la insensata tenacidad que corre detrás de sueños que luego se evaporan a la primera de cambio y nunca subestimar el poder de atracción de lo normal y corriente.

No hay comentarios: