martes, 30 de mayo de 2023

La belleza discreta

 

El vínculo que llegamos a tener con los objetos es tema que requiere, y así lo haremos en otra ocasión, diversas consideraciones. Por el momento solo convengamos en que algunos de ellos se quedan en nuestra memoria a través de los años.

José Jiménez Lozano extrae un ejemplo de su baúl de los recuerdos “(…) platos blancos de barro con una lista azul por todo adorno: una belleza que me ha fascinado desde niño”. Seguro que muchos de quienes tenemos varios años de vida en nuestro haber, enseguida sabemos a lo que se refiere.

Luego Jiménez Lozano se detiene en la elegancia austera de la que era portador ese objeto: “Un plato no necesita más que esa lista azul para ser hermoso, y soberanamente hermoso”.

Claro que -continúa- sobre el diseño clásico pueden hacerse muchos cambios e innovaciones.


Todo otro adorno sobra y, si sobra, aunque se lo pongan en Sèvres, es retórica, barroquismo, engaño, trompe-l’oeil, sugerencia de que hay más de lo que hay, formas que no son necesarias al ser: el plato instrumentalizado con algún fin, una exhibición de algo, o un bibelot, platos de colgar en los que la forma –la decoración en este caso, que es la que revela, o encubre, o distorsiona al ser- ha robado al plato su ser de plato.

Concluye que estos nuevos diseños tienen lo suyo aunque con un pero. “Y entonces, podemos decir, sin duda, que son bonitos. Pero la profunda, simplicísima belleza del plato blanco con su lista azul ya no está ahí.”

Este pequeño recuerdo de Jiménez Lozano nos remite a la belleza sobria y deja planteada una serie de cuestiones como las referidas a la subjetividad en la apreciación estética, la importancia de los diseñadores, la innovación y sus límites, etc. ¡Casi nada!

Todo ello a partir de aquellos platos blancos con una línea azul…

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