jueves, 21 de febrero de 2013

Los cómicos y su dudosa reputación


Buen oficio el de convocador de risas. Cómico, según el diccionario, es el autor y/o actor de comedias, aquél que hace reír. Se le llamaba cómico de la legua a quien actuaba en poblaciones pequeñas, muchas veces muy apartadas de los principales centros urbanos. No es difícil imaginar la alegría que suscitaba su llegada en aquellos pueblos donde tan difícil era encontrar la novedad en medio de la rutina. Dice Eduardo Haro Tecglen

El anuncio de “¡Que vienen los cómicos!” –alguien había visto la carreta levantando el polvo del camino- era una buena noticia cuidadosa: se iba a pasar bien con aquellos truhanes disfrazados y pintados, se iban a ver algunas pantorrillas, y hasta bailar con esas chicas en la plaza (…)

No es difícil imaginar las dificultades de quienes se dedicaban a este noble oficio. Una de ellas tenía que ver con la siempre dificultosa asistencia de público en sus espectáculos itinerantes y todo parece indicar que éste no fue un problema menor. De esta manera la inseguridad era una amenaza permanente para el cómico y se agudizaba en tiempos de crisis aunque, de acuerdo con Fernando Fernán Gómez, la crisis ha estado desde siempre.

(…) aunque no existen documentos que lo demuestren, es casi seguro que cuando Tespis en su famoso carro inventó el teatro, mientras recorría los caminos de la Hélade buscando donde detenerse a echar función, murmuraba: “¡Vaya crisis teatral que hay este año!”.

Ninguna persona sensata quería para sus seres amados un oficio tan inestable, pero contra la fuerza huracanada de la vocación no hay quien pueda. Fernando Fernán Gómez rememora la reacción de su abuela cuando él manifestó su interés por ser cómico.

Recuerdo que en tiempos de mi infancia y adolescencia, cuando en casa se planteaba la cuestión de mi dudosísimo porvenir, a mi abuela se le saltaban las lágrimas y suplicaba: “¡Cómico, no; cómico, no! Dale un oficio limpio, Carola (Carola era mi madre, actriz), ¡un oficio limpio!”.
Con esto mi abuela no quería decir que el de cómico fuera un oficio sucio, sino algo peor: no era ni oficio. (…)
Mi abuela no iba descaminada, porque el oficio de cómico siempre ha tenido mala fama, varias malas famas: oficio de vagos, de horteras, de vagabundos, de libertinos. Pero, por encima de todas las otras, fama de inseguro.

Sucedió que los cómicos tan queridos y esperados en los pueblos se fueron ganando (o les fueron atribuyendo, ¡vaya uno a saber!) fama de poco honestos. Experiencias previas llevaban a las personas mayores a recomendar que a su llegada se extremaran las precauciones, porque –como dice Haro Tecglen- “había que vigilar las gallinas”. Más allá del temor que siempre ocasiona el arribo de forasteros a comunidades muy cerradas, es posible que algún cómico con hambre pueda haber justificado aquel exhorto.

Hasta ahora nos hemos limitado al caso de España, pero esta mala fama trascendía fronteras. Groucho Marx se refiere a lo que acontecía al inicio de su trayectoria. “En aquella época, la posición de un actor en la sociedad estaba entre la de un gitano echador de cartas y un carterista. Cuando un espectáculo de cómicos ambulantes llegaba a una pequeña ciudad, las familias encerraban bajo llave a sus hijas, corrían los cerrojos y ocultaban los objetos de plata.”

Y México no fue la excepción. Emma Roldán, citada por Miguel Ángel Morales, señala que “(…) los cómicos tenían muy mala fama. En los hoteles ponían letreros que decían: Prohibida la entrada a perros y a cómicos...” (es importante reparar en el orden de exclusión).  Añade Morales que entre los años 1910 y 1920 un hotel exhibía el siguiente anuncio: "Aquí no se reciben ni cómicos ni toreros".

Con el paso del tiempo la palabra cómico fue cediendo espacio a la de actor. Sin embargo hubo casos, como el de Fernando Fernán Gómez, que resistieron al cambio. En relación a él, señala Eduardo Haro Tecglen, le gusta esa palabra que  “tiene en español algo de peyorativo, y algo de sorprendente alegría. (…) Le gusta a Fernando esa palabra para sí mismo (…)”

Y tanto que hizo su abuela por quitársela de la cabeza.

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