En este entorno quien pretendiera hacer las cosas bien
corría el riesgo de frustrar a sus seguidores. Tal fue el caso del presidente
Adolfo Ruíz Cortines quien, se afirma, no dilapidó los dineros e hizo una
administración honrada que desanimó a más de uno. Dice Jorge Mejía Prieto que
hubo quien llegó a manifestar: “Tanto esperar, tanto entusiasmarse, y ahora que
está en la silla nos sale honrado”. Otro decía: “Tanta moral desmoraliza”.
A cambio de las prebendas adjudicadas en forma arbitraria
desde el poder es posible acallar críticas, ganar apoyos, construir
complicidades, etc. No es fácil resistir a esa tentación: de ahí que se afirme
que todos tenemos nuestro precio, que sólo es cuestión de dar con él. Sin
embargo, existen testimonios de quienes tuvieron la fortaleza para rechazar
esas concesiones; tal es el caso de Renato Leduc quien es citado por José Ramón
Garmabella.
Claro que con la corrupción imperante
en el medio, creo que nadie se ha salvado de que intenten pasarle lo que se ha
dado en llamar el embute, aun cuando a veces los funcionarios que lo
ofrecen lo hacen por tratar de ayudar a uno, pero sin tomar en cuenta que más
que favorecer, eso significa un insulto.
Hace años, un expresidente de la República me quiso
regalar una casa porque Sáenz de Miera le comentó que yo andaba muy jodido, y
el que fuera Primer Mandatario le dijo:
—Pues hágame el favor de decirle a
Leduc que de mi parte vaya a ver al secretario del Patrimonio Nacional y que le
diga que de las casas disponibles que existen, le entregue una de ellas.
Sáenz de Miera, que me conoce muy
bien, le replicó:
—Perdóneme señor Presidente, pero no
me atrevo a decir nada a Renato porque me va a mandar a la chingada...
Y es que a mí nunca me ha gustado
recibir dinero de gente a quien no le he hecho ningún trabajo profesional;
aunque, por supuesto, si un amigo me ve muy jodido y quiere prestarme unos
pesos, pues se los agarro y veo la forma de pagárselos o le doy las gracias y
en paz.
Pero nunca voy a recibir algo de un
cabrón funcionario que venga a querer comprarme.
La aceptación más o menos resignada de la corrupción en
esferas de gobierno, lamentablemente no es cuestión del pasado. Hasta hoy es
posible escuchar frases como esta: “Está bien que roben, pero que dejen algo”. Javier
Hurtado profundiza en la cuestión.
Hay dos refranes que de manera condensada expresan
todo lo que la cultura política mexicana entiende respecto al problema de la
corrupción: 1. “A mi no me den; nomás pónganme donde hay.” 2. “Un político
pobre es un pobre político” (acuñado por Carlos Hank González, uno de los más
conspicuos exponentes de nuestro corrupto sistema político). La traducción de
estas frases dirían, por un lado, que en México la política es una actividad
que requiere de complicidades y que se realiza con el objeto de enriquecerse, y
no de construir consensos en pos de un objetivo de beneficio común; y, por
otro, que en nuestro país no existen dispositivos legales ni institucionales
que eviten, reduzcan o desalienten el fenómeno de la corrupción. Es decir, todo
mundo sabe que cualquier persona, una vez que llega al poder, necesarísimamente
habrá de robar y enriquecerse, y no habrá nada ni nadie que logre impedirlo o
pueda sancionarlo, por la simple y sencilla razón de que el sancionador también
es cómplice. Así entonces, de alguna manera y sobre todo en ciertas áreas, la
administración pública se ha transformado en la “ciencia de los encubrimientos
mutuos o de las complicidades”.
Sabido es que al
último año de cada sexenio se lo conoce como el año de Hidalgo por aquello de que es pendejo el que deje algo (no faltó quien propusiera anexarle el
año de Carranza “por si con el de Hidalgo no alcanza”). Llama la atención que
aun en altas esferas del poder se reconozca la existencia de esta tradición que
consiste en arremeter con todo lo que se encuentre al alcance de la mano. Como
muestra de ello nos remitimos a una nota periodística firmada por Andrés T. Morales
y Luis A. Bofia publicada en septiembre 2005.
Durante una breve visita a Yucatán, el
Presidente de la República
(Vicente Fox) se comprometió a que en su sexenio “no habrá año de Hidalgo”.
“Aplicaremos la ley y castigaremos a
las personas que metan la mano en los presupuestos federales que, en realidad,
pertenecen al pueblo de México”, sostuvo el Presidente durante el también
llamado Encuentro ciudadano: rendición de cuentas, efectuado en el
Centro de Convenciones Siglo 21 de la ciudad de Mérida.
Con frecuencia es
posible escuchar a quienes ponen énfasis en la enorme riqueza de México que le
ha permitido sobrevivir a la obra persistente de saqueadores, propios y
extraños, de ambición ilimitada. Esta nobleza del país también ha sido
reconocida por los propios delincuentes; tal es el caso, citado por Fabrizio
Mejía Madrid, de un familiar de Arturo Durazo quien fuera nada menos que jefe
de la policía.
Su sobrino pasó a la historia el
viernes 29 de junio de 1984 cuando el FBI lo detuvo en San Juan de Puerto Rico.
Acusado en México de evasión fiscal, extorsión a los policías a su cargo por
124 millones de pesos, controlar el tráfico de drogas, la prostitución, los
bares y los abortos en la ciudad, Durazo acuñó una frase comparable a las de
nuestros héroes revolucionarios: "Pinche país tan maravilloso y bueno que
es capaz de soportar un hijo de la chingada como yo."
En este entorno la separación entre honestos y corruptos
asume posibilidades intermedias, tal lo referido por Enrique Brito.
Cuentan que cuando un político terminó
su gestión se encontró con un viejo amigo que le preguntó:
-¿Cómo te portaste en el ejercicio del
poder?, ¿qué tan honesto fuiste?
-Bueno... honesto – honesto ¡no!, pero
honesto ¡sí!
(…) Empeñado en obtener favores de su
poderoso ex condiscípulo, su fórmula es bien sencilla, frecuentarlo, porque
“Santo que no es visto, no es adorado”. Y como “Santo que no está presente, se
queda sin vela ardiente”, se instala con terquedad en la antesala ministerial
hasta que le den audiencia. Va con sus mejores trapitos porque “Como te
ven te tratan”. El personaje lo recibe con estas palabras: Algo quieres: “Nomás
cuando relampaguea te acuerdas de Santa Bárbara”. Y, como el ministro había
sido seminarista, le lanzó esta cuarteta además:
Cuando
los padres Franciscanos
te
vienen a visitar,
es
porque algo te quieren pedir
o
algo te quieren quitar.
El aludido se hizo el desentendido y
sin mayor tardanza pidió una plaza de inspector (...)
Ya en funciones, a cada embute
que recibía el mordelón, repetía en tono filosofante y cínico: ¡Venga a nos
tu reino! Y se metía el dinero en la bolsa. “El que no da al Cristo, paga
al fisco” (...) Y le vino el dinero en
tal cantidad, que su plaza de inspector acabó siendo ambicionada por medio
mundo: “¡Cuando son tantas las limosnas, hasta los santos se alborotan!”.
Muchos son los dichos que aluden a este estado de cosas
como el de que “el que no transa no avanza” y el que se refiere al trato que
hay que tener con los integrantes de la oposición: “No les cambies las ideas,
cámbiales los ingresos”.
Si lo publicado en la prensa responde a la realidad,
según algunos funcionarios todo es cuestión de ganadores (quienes han sido
favorecidos por el poder) y perdedores (los que no han tenido dicha fortuna).
En ese estado de cosas entonces la crítica sería simplemente manifestación de
la envidia de los segundos hacia los primeros. Así en julio de 2010 una nota de
prensa de Jacobo Zabludovsky da cuenta de los
preparativos para la celebración del Bicentenario e informa que muy jugosas
contrataciones se hicieron a dedo, sin licitación alguna. Esto fue saliendo a
la luz gracias a algunas investigaciones periodísticas.
Al publicarse esta
maniobra el señor José Manuel Villalpando, jefe de la comisión de los festejos,
dijo: “La crítica no me afecta, la envidia es algo muy mexicano. Si el artista
fuera amigo tuyo dirías qué bueno que le pagaron, o sea, depende… Este recurso
es poco en realidad, frente a los muchos millones de pesos que hay en el
presupuesto nacional”. Eso dijo.
Los daños que el amiguismo produce a
las arcas públicas son de consideración; Alfonso Zárate profundiza en este
aspecto.
La política, dicen unos, se hace con los amigos. Hace muchos años
escuché a El Colorado Sánchez Mireles
soltar la frase: “A mí me acusan de que cuando dirigí el ISSSTE beneficié a mis
amigos. ¿Pos qué querían?, ¿que beneficiara a mis enemigos?”. El sofisma es
evidente. Vale repetir la frase: “Es más fácil convertir en amigo a un
funcionario honesto, capaz y patriota, que convertir a un amigo en funcionario
honesto, capaz y patriota”.
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