martes, 5 de marzo de 2013

Corrupción: variaciones sobre un mismo tema 3/4


En este entorno quien pretendiera hacer las cosas bien corría el riesgo de frustrar a sus seguidores. Tal fue el caso del presidente Adolfo Ruíz Cortines quien, se afirma, no dilapidó los dineros e hizo una administración honrada que desanimó a más de uno. Dice Jorge Mejía Prieto que hubo quien llegó a manifestar: “Tanto esperar, tanto entusiasmarse, y ahora que está en la silla nos sale honrado”. Otro decía: “Tanta moral desmoraliza”.

A cambio de las prebendas adjudicadas en forma arbitraria desde el poder es posible acallar críticas, ganar apoyos, construir complicidades, etc. No es fácil resistir a esa tentación: de ahí que se afirme que todos tenemos nuestro precio, que sólo es cuestión de dar con él. Sin embargo, existen testimonios de quienes tuvieron la fortaleza para rechazar esas concesiones; tal es el caso de Renato Leduc quien es citado por José Ramón Garmabella.

Claro que con la corrupción imperante en el medio, creo que nadie se ha salvado de que intenten pasarle lo que se ha dado en llamar el embute, aun cuando a veces los funcionarios que lo ofrecen lo hacen por tratar de ayudar a uno, pero sin tomar en cuenta que más que favorecer, eso significa un insulto.
Hace años, un expresidente de la República me quiso regalar una casa porque Sáenz de Miera le comentó que yo andaba muy jodido, y el que fuera Primer Mandatario le dijo:
—Pues hágame el favor de decirle a Leduc que de mi parte vaya a ver al secretario del Patrimonio Nacional y que le diga que de las casas disponibles que existen, le entregue una de ellas.
Sáenz de Miera, que me conoce muy bien, le replicó:
—Perdóneme señor Presidente, pero no me atrevo a decir nada a Renato porque me va a mandar a la chingada...
Y es que a mí nunca me ha gustado recibir dinero de gente a quien no le he hecho ningún trabajo profesional; aunque, por supuesto, si un amigo me ve muy jodido y quiere prestarme unos pesos, pues se los agarro y veo la forma de pagárselos o le doy las gracias y en paz.
Pero nunca voy a recibir algo de un cabrón funcionario que venga a querer comprarme.

La aceptación más o menos resignada de la corrupción en esferas de gobierno, lamentablemente no es cuestión del pasado. Hasta hoy es posible escuchar frases como esta: “Está bien que roben, pero que dejen algo”. Javier Hurtado profundiza en la cuestión.

Hay dos refranes que de manera condensada expresan todo lo que la cultura política mexicana entiende respecto al problema de la corrupción: 1. “A mi no me den; nomás pónganme donde hay.” 2. “Un político pobre es un pobre político” (acuñado por Carlos Hank González, uno de los más conspicuos exponentes de nuestro corrupto sistema político). La traducción de estas frases dirían, por un lado, que en México la política es una actividad que requiere de complicidades y que se realiza con el objeto de enriquecerse, y no de construir consensos en pos de un objetivo de beneficio común; y, por otro, que en nuestro país no existen dispositivos legales ni institucionales que eviten, reduzcan o desalienten el fenómeno de la corrupción. Es decir, todo mundo sabe que cualquier persona, una vez que llega al poder, necesarísimamente habrá de robar y enriquecerse, y no habrá nada ni nadie que logre impedirlo o pueda sancionarlo, por la simple y sencilla razón de que el sancionador también es cómplice. Así entonces, de alguna manera y sobre todo en ciertas áreas, la administración pública se ha transformado en la “ciencia de los encubrimientos mutuos o de las complicidades”.
Sabido es que al último año de cada sexenio se lo conoce como el año de Hidalgo por aquello de que es pendejo el que deje algo (no faltó quien propusiera anexarle el año de Carranza “por si con el de Hidalgo no alcanza”). Llama la atención que aun en altas esferas del poder se reconozca la existencia de esta tradición que consiste en arremeter con todo lo que se encuentre al alcance de la mano. Como muestra de ello nos remitimos a una nota periodística firmada por Andrés T. Morales y Luis A. Bofia publicada en septiembre 2005.

Durante una breve visita a Yucatán, el Presidente de la República (Vicente Fox) se comprometió a que en su sexenio “no habrá año de Hidalgo”.
“Aplicaremos la ley y castigaremos a las personas que metan la mano en los presupuestos federales que, en realidad, pertenecen al pueblo de México”, sostuvo el Presidente durante el también llamado Encuentro ciudadano: rendición de cuentas, efectuado en el Centro de Convenciones Siglo 21 de la ciudad de Mérida.

Con frecuencia es posible escuchar a quienes ponen énfasis en la enorme riqueza de México que le ha permitido sobrevivir a la obra persistente de saqueadores, propios y extraños, de ambición ilimitada. Esta nobleza del país también ha sido reconocida por los propios delincuentes; tal es el caso, citado por Fabrizio Mejía Madrid, de un familiar de Arturo Durazo quien fuera nada menos que jefe de la policía.
Su sobrino pasó a la historia el viernes 29 de junio de 1984 cuando el FBI lo detuvo en San Juan de Puerto Rico. Acusado en México de evasión fiscal, extorsión a los policías a su cargo por 124 millones de pesos, controlar el tráfico de drogas, la prostitución, los bares y los abortos en la ciudad, Durazo acuñó una frase comparable a las de nuestros héroes revolucionarios: "Pinche país tan maravilloso y bueno que es capaz de soportar un hijo de la chingada como yo."

En este entorno la separación entre honestos y corruptos asume posibilidades intermedias, tal lo referido por Enrique Brito.

Cuentan que cuando un político terminó su gestión se encontró con un viejo amigo que le preguntó:
-¿Cómo te portaste en el ejercicio del poder?, ¿qué tan honesto fuiste?
-Bueno... honesto – honesto ¡no!, pero honesto ¡sí!

Valiéndose de un conjunto de dichos populares, José E. Iturriaga se refiere al proceso que desemboca en actos de corrupción.

(…) Empeñado en obtener favores de su poderoso ex condiscípulo, su fórmula es bien sencilla, frecuentarlo, porque “Santo que no es visto, no es adorado”. Y como “Santo que no está presente, se queda sin vela ardiente”, se instala con terquedad en la antesala ministerial hasta que le den audiencia. Va con sus mejores trapitos porque “Como te ven te tratan”. El personaje lo recibe con estas palabras: Algo quieres: “Nomás cuando relampaguea te acuerdas de Santa Bárbara”. Y, como el ministro había sido seminarista, le lanzó esta cuarteta además:
              Cuando los padres Franciscanos
              te vienen a visitar,
              es porque algo te quieren pedir
              o algo te quieren quitar.

El aludido se hizo el desentendido y sin mayor tardanza pidió una plaza de inspector (...)
Ya en funciones, a cada embute que recibía el mordelón, repetía en tono filosofante y cínico: ¡Venga a nos tu reino! Y se metía el dinero en la bolsa. “El que no da al Cristo, paga al fisco” (...)  Y le vino el dinero en tal cantidad, que su plaza de inspector acabó siendo ambicionada por medio mundo: “¡Cuando son tantas las limosnas, hasta los santos se alborotan!”.

Muchos son los dichos que aluden a este estado de cosas como el de que “el que no transa no avanza” y el que se refiere al trato que hay que tener con los integrantes de la oposición: “No les cambies las ideas, cámbiales los ingresos”.
Si lo publicado en la prensa responde a la realidad, según algunos funcionarios todo es cuestión de ganadores (quienes han sido favorecidos por el poder) y perdedores (los que no han tenido dicha fortuna). En ese estado de cosas entonces la crítica sería simplemente manifestación de la envidia de los segundos hacia los primeros. Así en julio de 2010 una nota de prensa de Jacobo Zabludovsky da cuenta de los preparativos para la celebración del Bicentenario e informa que muy jugosas contrataciones se hicieron a dedo, sin licitación alguna. Esto fue saliendo a la luz gracias a algunas investigaciones periodísticas. 
       
Al publicarse esta maniobra el señor José Manuel Villalpando, jefe de la comisión de los festejos, dijo: “La crítica no me afecta, la envidia es algo muy mexicano. Si el artista fuera amigo tuyo dirías qué bueno que le pagaron, o sea, depende… Este recurso es poco en realidad, frente a los muchos millones de pesos que hay en el presupuesto nacional”. Eso dijo.
Los daños que el amiguismo produce a las arcas públicas son de consideración; Alfonso Zárate profundiza en este aspecto.
La política, dicen unos, se hace con los amigos. Hace muchos años escuché a El Colorado Sánchez Mireles soltar la frase: “A mí me acusan de que cuando dirigí el ISSSTE beneficié a mis amigos. ¿Pos qué querían?, ¿que beneficiara a mis enemigos?”. El sofisma es evidente. Vale repetir la frase: “Es más fácil convertir en amigo a un funcionario honesto, capaz y patriota, que convertir a un amigo en funcionario honesto, capaz y patriota”.

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