México es reconocido por la variedad y calidad de sus museos. Llama la
atención de los turistas la cantidad de gente que los visita. Niños y adolescentes
que van a cumplir con la tarea que le dejaron sus maestros, familias enteras
que hacen domingo de museo, personas mayores que sin apuro recorren diversas
exposiciones. El alto nivel de la museografía mexicana es reconocido en todo el
mundo.
En el D.F. hay museos para todos los gustos. El Museo de Antropología e
Historia, del Templo Mayor, del Castillo de Chapultepec, de Palacio Nacional, de
Arte Contemporáneo, del Palacio de Bellas Artes, del Antiguo Colegio de San
Ildefonso y el Rufino Tamayo se encuentran entre los más visitados. Otro tanto
sucede con el Frida Kahlo, el Trotsky, el Anahuacalli y el de Dolores Olmedo
por los rumbos de La Noria en Xochimilco. No son pocos quienes tienen predilección
por el Franz Mayer y el de la Ciudad de México. El de las Culturas Populares en
Coyoacán tiene una clientela propia siempre atenta a la siguiente exposición. El escritor Carlos Monsiváis contribuyó al
acervo de la ciudad con el Museo del Estanquillo. Pocos países, si es que
alguno, tienen un Museo de las Intervenciones en que se documentan las
invasiones extranjeras que hubo que resistir. El Museo del Juguete es un buen
lugar para cultivar la nostalgia. Algunos de ellos invitan a ir solo una vez
mientras que otros son de visita recurrente. En fin que la lista es
interminable.
Los museos apelan principalmente a la mirada del visitante y en ellos es
posible aprender historia, arte, arqueología, tecnología, fotografía, deporte,
etc., pero también enseñan otras cosas y es por ello que Germán Dehesa recuerda
a su maestra Rosario Castellanos. “Rosario Castellanos, la novelista, la
traductora, la poeta, la dramaturga, la mujer entrañable y generosa, fue mi
maestra y, tiempo después, me concedió la gracia de su cercanía. (…) Sus clases
primero, y luego las largas charlas, me resultaron siempre emocionantes y
sabias.” A continuación se centra en una de estas charlas en que su maestra le
dijo
-¿Sabes, Germán, lo que más me gusta de los museos?...
Que son espacios que te permiten la proximidad gratuita del arte; es decir, lo
que te muestran no puede ser objeto de tu voluntad de poder, ni de tu necesidad
de adquisición, ni de ninguna de esas malas pasiones que suelen acompañar a la
presencia de la belleza. Las obras que admiran en un museo no las puedes
adquirir, no te las puedes llevar a tu casa para que sean sólo tuyas, no las
puedes emplear para que los demás se enteren de tu poder. Están ahí y son para
todos. Basta con esto para defenderlas eficazmente de la estupidez humana que
se manifiesta en el autoritarismo y en la posesividad. En el ámbito de un
museo, te es otorgada la gracia de beneficiarte de la belleza en un total
estado de gracia.
Aquella lección no cayó en terreno baldío y Dehesa añadió sus propias
reflexiones al respecto.
Un golpe de luz me hizo ver el segundo y más importante
sentido de lo que mi maestra me había dicho. ¿Y si la única manera de estar
dignamente en la realidad consistiera en contemplar todo lo existente como
parte de un inmenso y vertiginoso museo?; si esa flor, ese relámpago, ese
pájaro, esa pena, ese cuerpo desnudo que se me ofrece, esa persona que me odia,
esa mujer que me ama; todo, todo, se le impusiera a mis sentidos como emblema
de lo que secretamente los museos te dicen: aquí está tu belleza y sólo puedes
apropiarte de ella cuando haya muerto en ti el ímpetu de apropiación; ningún
bien (y a la larga, todos son bienes) merece ser exclusivamente tuyo; recibe
sus dádivas, disfruta de sus prodigios, consérvalos en la intimidad de tu
inteligencia, pero no pretendas adueñarte de nada; todo es de la humanidad.
Nada ni nadie –muy en especial, ese ser que amas-, merece ser considerado
“propiedad”. Cuando en el gran museo del mundo ya no estés tú, todas las cosas,
todos los seres, toda la belleza, ahí seguirán.
Aun cuando no deja de ser humano el afán de posesión que conduce a intentar
adueñarse de la belleza, no es menor la resistencia que ella opone en este “gran
museo del mundo”.
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